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Breve aproximación histórica a un pueblo de guerreros


Partes: 1, 2

    1. Abstract
    2. El área de ocupación tradicional de los Chimila
    3. Irrupción y devenir en la historia colonial
    4. Fases de la colonización del territorio Chimila
    5. Fin de las guerras, persistencia de la resistencia
    6. Las guerras silenciosas del boom maderero
    7. Una sorprendente capacidad de sobrevivencia

    Los Ette Ennaka (Chimila) del Departamento del Magdalena, Colombia

    ABSTRACT

    Los sobrevivientes del otrora gran pueblo Chimila se encuentran hoy impelídos a vivir arrinconados en dos asentamientos míseros localizados en las Sabanas de San Angel en el departamento del Magdalena. A todo lo largo del siglo XVIII los Chimila se enfrentaron sin tregua a los invasores españoles organizando múltiples rebeliones e incursiones armadas. Esta resistencia centenaria acarreó una catástrofe demográfica de inconmensurables proporciones de la cual el pueblo Chimila tal vez jamás logre recuperarse. Diezmados y derrotados, los Chimila sobrevivientes, se refugiaron en lo profundo de las selvas altas del río Ariguaní donde al márgen de la sociedad mayoritaria lograron permanecer en relativa tranquilidad hasta que a principios del siglo XX nuevamente los alcanzó la colonización arrebatándoles los restos de territorio que habían conservado. Pese a que el común denominador de la historia de este pueblo indígena ha sido la persecusión y la violencia, han logrado sobrevivir refugiados en su etnicidad. Aunque hoy aparecen como humillados y ofendidos todavía tienen el pensamiento preñado de esperanzas en futuros no tan inciertos.

    Los Chimila también son conocidos en la literatura etnológica como Simiza, Simza, Shimizya y Chimile. Por ser el nombre Chimila extraño a su lengua puede inferirse que este les fue acuñado desde los primeros contactos con los invasores españoles. Todo parece indicar que el nombre que así mismo se daba este pueblo indígena era el de Ariwaake (Mendinueta Granados, 1997: Comunicación personal). En la actualidad suelen identificarse como Ette Ennaka (gente propia) para diferenciarse de los Ette Kongratte (otra gente) expresión esta última con la que denominan a otros pueblos indígenas. (Trillos Amaya, 1995:77). De otro lado los Chimila se refieren a los "blancos" como Waacha.

    Su idioma, denominado Ette Taara, aparece en la mayoría de las clasificaciones como perteneciente a la familia lingüística chibcha. Cestmir Loukotka en su clasificación (1968) ubica al Chimila dentro de las lenguas del grupo malibú, pertenecientes al "stock" chibcha (Citado por Uribe Tobón, 1987:56). Sin embargo algunos investigadores han preferido, mientras se profundizan los estudios lingüísticos, ubicarla como una lengua independiente.

    El territorio tradicional del pueblo Chimila a lo largo de toda la época colonial fue conocido como Provincia Chimila. Esta identificación ha traído muchos equívocos para señalar con precisión la ocupación y el poblamiento Chimila a la llegada de los españoles. Es poco probable que los límites, bastante difusos, de esta división administrativa colonial coincidiera realmente con los fronteras tradicionales del territorio de este pueblo indígena.

    El área de ocupación tradicional de los Chimila

    De todas maneras puede decirse que a la llegada de los invasores europeos los Chimila tenían bajo su dominio un extenso territorio, cuyos límites iban desde las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta por el norte, hasta la confluencia del río Magdalena con la Ciénaga de Zapatosa por el sur; el este lo marcaba el recorrido del río Cesar y se extendía hasta encontrarse por el oeste con el curso del río Magdalena. Consiguientemente todos los grupos que se encontraban entre las estribaciones de la Sierra Nevada y el río Magdalena pertenecían al pueblo Chimila.

    En este territorio se podían identificar claramente dos ecosistemas distintos que marcaban diferencias en lo que respecta a las formas de ocupación y organización espacial de los asentamientos Chimila. El primer ecosistema, ubicado en la denominada Depresión Momposina, es ribereño y se caracteriza por poseer una compleja red de ciénagas alimentadas por las crecientes periódicas del río Magdalena, que derivó en que los habitantes de estos asentamientos aprendiendo a convivir con el río gestaran lo que se conoce como cultura anfibia. Por su parte, el segundo ecosistema localizado en la subregión de las llanuras centrales, son terrenos ondulados y planos bañados por las aguas del río Ariguaní, que estaban en esa época cubiertos por una espesa vegetación del tipo selva húmeda tropical, que llevó a que los habitantes de esos asentamientos vivieran inmersos en una cultura eminentemente selvática.

    Gutiérrez Hinojosa (1992:146-147) amplía enormemente las áreas de ocupación Chimila y señala que toda la tierra del Valle de Upar -con excepción de la franja comprendida entre el río Cesar y la Serrania del Perijá y desde La Paz hasta la Jagua de Ibirico que era territorio de los Tupes- fue territorio del pueblo Chimila. Bajo esa hipótesis expresa que el territorio Chimila se extendía desde Tamalameque al sur hasta el río Ranchería al norte.

    Para este autor (1992:148-149) el territorio Chimila, dada su enorme extensión, estaba dividido para asuntos de administración y gobierno en dos grandes comarcas: la de Upar y la de Pocabuy. La comarca de Upar se extendía desde el río Ariguaní hasta las inmediaciones de Fonseca y Barrancas, comprendiendo las siguientes tribus: Garupares, situados entre los ríos Garupar y Ariguaní, los Upares propiamente dichos, localizados entre los ríos Garupar y Guatapurí, los Socuigas, situados entre los ríos Guatapurí y Badillo, los Itotos, dispersos por Urumita, Villanueva y sus alrededores, y los Cariacheles, que se extendían desde El Molino hasta Distracción, Fonseca y Barrancas.

    Por su parte la comarca de Pocabuy tuvo su gran centro en el actual Tamalameque (Thámara) y se caracterizaba por la existencia de grandes poblados tales como Sompallón (El Banco), Cipagua, Zapatosa, Sempechegua, Soloba, Chimichagua, Zopatí, Malibú, Zarare, Chingalé, Nicaho, que tenían una serie de caminos que se entrecruzaban y se comunicaban con Chiriguaná. Igualmente para este autor (1992:149) los Alcoholados, los Pintados y los Orejones pertencían también al pueblo Chimila.

    Si los planteamientos esgrimidos por Gutiérrez Hinojosa son ciertos se ampliaría enormemente el territorio de los Chimila y de los pueblos emparentados con ellos. Sin embargo se requiere de estudios históricos, lingüísticos y arqueológicos mucho más profundos para dilucidar esta situación de manera más precisa, puesto que el mencionado autor, apartándose del consenso generalizado de los estudiosos de los pueblos indígenas prehispánicos del Caribe, realiza una serie de reflexiones que no logra argumentar sólidamente.

    Sobre los límites del territorio Chimila el etnólogo Reichel-Dolmatoff (1946: 95) expresó que en las riberas del río Cesar no parece probable que se hubiera establecido este pueblo dado que Alonso de Lugo y Pedro de Lerma, que atravesaron el Valle de Upar camino al sur, no realizaron ningún tipo de alusión a los Chimila. En el mismo sentido, el historiador Del Castillo Mathieu (1994:11) anota que es excesivo hablar de asentamientos Chimila en el área comprendida entre el río Frío hasta la desembocadura del río Cesar.

    Los Chimila no se asentaron en poblaciones nucledas ya que, contrariamente, su patrón de poblamiento se caracterizaba por la construcción de sus bohíos en forma dispersa En ese sentido un asentamiento típico Chimila sólo muy excepcionalmente llegaba a presentar más de cinco caney juntos (AGN, Fondo Caciques e Indios. Tomo XVII:Folio 286. Testimonio de José Joaquín de Zúñiga) separados entre sí por varios metros, pero intercomunicados por una serie de caminos que se entrecruzan entre sí. Esta gran dispersión de los asentamientos Chimila fue tal vez el principal obstáculo que se le presentó a los españoles en su campaña de guerra contra los Chimila. Hay que anotar, por otra parte, que estos no eran totalmente nómades, sino que la constante amenaza de los ejércitos y milicias españolas los obligó a adoptar como estrategia de resistencia una gran movilidad que los llevaba a recorrer permanentemente su territorio, lo que derivó en profundas transformaciones de su organización social y económica.

    Irrupción y devenir en la historia colonial

    Sobre la historia de los Chimila es muy poco lo que se conoce antes del siglo XVIII, en parte, esto tal vez se pueda explicar por el hecho que el territorio ocupado por los Chimila se encontraba por fuera de la frontera de colonización creada por los españoles, lo que sumado a su indómita belicosidad hacía del Chimila un pueblo poco atractivo. Su situación de marginalidad, dada su casi inexistente relación con el sistema de dominación colonial a lo largo de tres siglos, hizo que durante este período el pueblo Chimila siguiera viviendo acorde con sus milenarias tradiciones, reproduciendo su cultura y su sociedad.

    Las referencias sobre los Chimila antes de 1700 son muy periféricas y dispersas. Hacia el año de 1528 Pedro García de Lerma hace contacto con los Chimila, pero desafortunadamente no existen mayores detalles sobre este encuentro.

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