CAPÍTULO I
Llegada de europeos al Perú
El presente capítulo explicará de manera escueta las primeras oleadas migratorias procedentes de Europa hacia nuestro país, período que abarca desde la invasión española y sometimiento del imperio de los Incas, hasta los primigenios años de la república, caracterizados por su agitación política -rayana en la inestabilidad- y cuya efervescencia se dejó sentir en los diferentes aspectos de la vida nacional. Conoceremos, además, datos relevantes como la contracción de la economía peruana en el periodo post-independentista y de cómo esto determinó de cierta manera las políticas en torno a la colonización de tierras para un fin práctico, y de relevancia fundamental: reactivar la actividad agrícola y dotarla de dinamismo. Se abordará conjuntamente el marco legal que, en teoría, auspició las migraciones y que por factores coyunturales se hizo inaplicable.
Todo esto se examinará bajo un panorama global que, si bien no tiene como virtud la profundidad debida, podrá exponernos de manera sencilla y precisa la realidad de esos años, realidad marcada por un pensamiento pro europeo y una fascinación extrema por su cultura,
Antecedentes coloniales
Durante la época colonial, la presencia de europeos cuya nacionalidad era diferente de la española era limitada, pues sólo se permitía el ingreso de italianos. Generalmente se les clasificaba de dos maneras: Extranjeros de consideración, los cuales provenían de estados europeos colaboradores de la Corona, como lo fueron Italia y Los Países Bajos; mientras que la segunda categoría era la de extranjeros sospechosos, y abarcaba los países de Inglaterra, Francia y Holanda.
A estos últimos se les cerraba el ingreso a los puertos de América española, presumiblemente porque representaban los intereses de naciones cuyas pretensiones eran diametralmente opuestas a las de la Península, y se quería proteger a las colonias hispanas de semejante intromisión.
La razón por la que España dejaba el camino libre a los italianos para establecerse en los territorios americanos bajo su jurisdicción, es que durante mucho y tiempo éstos se caracterizaron por ser los mejores marineros y en el siglo XVI, España los tuvo como aliados en la empresa de colonizar América. En esta época, Italia se dividía en ciudades-estado, y éstas expedían marineros, cartógrafos, comerciantes, etc. La relación entre ibéricos e itálicos se vio fortalecida por estas circunstancias. Con razón lo puntualiza Bonfiglio al expresar que:
"Ello explica la presencia de muchos genoveses entre los conquistadores, así como de corzos y griegos. Todos ellos eran reclutados en los barrios que los comerciantes que los comerciantes del Mediterráneo habían asentado en Cádiz y Sevilla, atraídos por las posibilidades de comerciar con las indias o de pasar a los nuevos territorios conquistados (…) [Se asentaron] otros marinos italianos que se dedicaron al comercio de cabotaje, inaugurando una especialización ocupacional: los españoles se reservaban las [cuestiones político-administrativas] mientras que los marinos [mediterráneos de control] de actividades de transporte marítimo, comerciales o artesanales.(2001:16)
Posteriormente, cuando el poder político español logra establecerse luego de las luchas intestinas y rebeliones, se apostó por una nueva modalidad de inserción de europeos a las colonias: Junto a los virreyes, representantes eclesiásticos y funcionarios de alto rango, llegaban artesanos, artistas, joyeros, sirvientes, etc., es decir, estos inmigrantes formaban parte de la comitiva real y de esa manera se acentuaba la llegada de extranjeros-principalmente italianos-y con ello, la difusión de su cultura y su saber concerniente a las artes y el comercio.
Ya durante el siglo XVIII, en el marco de las Reformas Borbónicas, el objetivo principal de la Metrópoli fue modernizar el estado y elevar el nivel de eficiencia de las labores administrativas.
El declive de la actividad comercial del Virreinato incentivó las disposiciones que tenían como propósito fundamental devolver a España su posición privilegiada en la escena internacional, además de dinamizar el comercio interno. Se entablaron relaciones-aunque restringidas-con Inglaterra, mediante el tratado de Utrecht y el permiso del tráfico negrero.
La apertura de sus puertos para este fin permitió la entrada de navíos ingleses que movilizaban esclavos y mercaderías diversas (Lexus 2000: 677). Durante esta época se aprecia el flujo migratorio hacia América y los forasteros llegaban con el deseo de conocer, contagiados por las ideologías humanistas de entonces.
A fines del siglo XVIII, en 1775, un censo realizado en Lima indica la presencia de 120 europeos aproximadamente, de origen distinto al español, y entre los cuales figuran: 53 italianos, 31 franceses, 21 portugueses, 6 irlandeses, 5 alemanes y un solo inglés. El predominio de los italianos sobre las otras nacionalidades es un rasgo que va a característico de la colonia. (Bonfiglio 2001:17).
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