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El Despecho


Partes: 1, 2

    1. Fase de insensibilidad o shock. Negación, parálisis
    2. Fase de anhelo y búsqueda de la persona amada. Protesta, ilusión  y esperanza
    3. Fase de Frustración y desamparo. Enojo y culpa
    4. Fase de desorganización desesperanza y  desespero. Conciencia de pérdida y soledad
    5. Fase de conducta reorganizada. Alivio y restablecimiento
    6. Cuando el dolor no se procesa…

    ¡Perdí mi corazón.

    Que alguien me explique por qué me siento así…!

    Se acabó…

    Se terminó…

    ¿Ahora qué…?

    Todos hemos sentido en algún momento que hemos encontrado "nuestra media naranja", el "amor de nuestra vida"  y hemos deseado que la relación con esa persona  que sentimos tan especial, dure también para siempre. Pero la experiencia y las estadísticas  demuestran que el amor eterno es más una excepción que una regla.

    A lo largo de nuestras vidas tendremos que enfrentarnos con alguna que otra crisis sentimental y siempre ayuda saber que no somos lo únicos y que es normal pasarlo mal en esta situación.

    Cuando una relación se acaba, por mucho que nos empeñemos en  disimular nuestros sentimientos, el dolor que nos produce la herida, a cualquier edad,   puede ser una de las experiencias más duras, más difíciles  que podamos pasar.

    Tristeza, apatía, cambios de comportamiento, frustración, culpa, rencor. Todos tenemos ciertos sentimientos y emociones relacionados con la ruptura. Sería preocupante no tenerlos.  Son  vivencias de desamor o shock sentimental que la gente suele llamar DESPECHO.

    El despecho  es inevitable. Su intensidad y duración pueden variar de acuerdo a la duración del vínculo, las causas que provocaron el alejamiento,  el apego de cada uno y las consecuencias de la ruptura y de la forma en que se percibe y se vive el fin de la relación.

    Al inicio, la crisis es la más grave, porque no se han desarrollado todavía los mecanismos necesarios para hacer frente a la situación. Aunque hay diferencias individuales, al comienzo son las emociones las que nos dominan y vivimos la ruptura con gran tristeza y culpa.  Luego sentimos rencor y es al "otro" al que vemos culpable. Culparnos o culpar al otro son dos estados que pueden irse alternando mientras no vemos la realidad tal como es.

    Si en medio de la adversidad

    persevera el corazón con serenidad,

    con gozo y con paz,

    esto es amor.

       Sta. Teresa de Jesús

    El despecho es como

    el dolor de una herida

    que tiene que cicatrizar.

    En el DESPECHO,  los sentimientos y emociones que conllevan las rupturas al igual que las circunstancias que las rodean son muy semejantes a las que se experimentan con  la pérdida de un ser querido. Por muy doloroso que sea, es un fenómeno normal con una evolución y sus fases.  Es un período denominado DUELO, en el cual uno tiene que adaptarse a vivir y a ser feliz de nuevo sin la persona amada.

    Ante la pérdida sentimos que nuestro mundo, nuestra vida, se transforma, ya nada es igual. Nuestros sentimientos tienden a determinar nuestro humor, nuestras actitudes y nuestras decisiones. Nos sentimos inmersos en un laberinto de confusión y angustia que pareciera no tener fin. Hay momentos en que nos sentimos mejor, pero llegan otros momentos en que vuelve la angustia y la tristeza.

    Podemos sentir aturdimiento, represión, soledad, frustración,  pánico, rabia, culpa, alivio, apatía, intranquilidad, cambios de humor, paralizamos nuestras actividades, desarrollamos la esperanza de una reconciliación o de una satisfacción. Sentimos desorganización y desesperación por la pérdida sufrida. 

    Tenemos síntomas de estrés como fatiga, insomnio, dolor de cabeza, pesadillas, problemas en el estómago, sensación de un nudo en la garganta. Desinterés, falta de concentración, no se para de hacer algo, apatía, imágenes que de pronto vienen a la mente sin quererlo, sin que nos demos cuenta y crean intranquilidad y angustia. Tenemos la sensación de oír o ver al ser amado sin que éste esté presente, sin quererlo, sin desearlo.

    Con el paso del tiempo las emociones se tranquilizan y vemos las cosas de una manera mas realista. Vamos sintiéndonos más independientes, menos tristes, menos resentidos, menos culpables y vamos encontrando nuevas formas de disfrutar.

    El duelo por la pérdida  no se puede resistir. Es un proceso que va elaborándose poco a poco y no es fácil ni inmediato, ni tampoco es igual para todas las personas. Hay que asimilarlo, comprenderlo, aprender a superarlo. Es como el dolor de una herida abierta que tenemos que soportar, que necesita lavarse y curar para que comience a cicatrizar.

    No es fácil atravesarlo, pero es importante saber que como toda vivencia dolorosa, algún día pasará y será sólo un recuerdo, una cicatriz que  probablemente molestará de vez en cuando,

    Recuperarnos depende de nosotros mismos. Solo requiere de tiempo, energías y voluntad para resolverlo.  Con el tiempo y la confianza que tengamos en nuestros recursos para salir adelante, aprendiendo  a vivir sin la persona amada y abriéndonos a nuevas relaciones,  poco a poco, la herida se irá cerrando.

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