Cardiopatía isquémica y su asociación con los factores de riesgo (2005-2006)
Enviado por Dra. Birsy Suárez Rivero
- Introducción
- Marco teórico
- Objetivos
- Material y método
- Análisis y discusión de los resultados
- Conclusiones
- Referencias bibliográficas
- Anexos
RESUMEN.
La cardiopatía isquémica es la primera causa de muerte en Cuba y en algunos países desarrollados. Teniendo en cuenta su prevalencia y morbimortalidad consideramos de crucial importancia el estudio de los factores de riesgo y la relación existente con la cardiopatía isquémica, sobre todo los que pueden ser modificados.
El objetivo de este trabajo es describir el comportamiento de la cardiopatía isquémica y verificar la relación de esta con los factores de riesgo. Para esto se revisaron un total de 692 historias clínicas correspondientes a pacientes que egresaron con el diagnóstico de cardiopatía isquémica de las cuales se obtuvieron los factores de riesgo más importantes.
La incidencia fue mayor en hombres (55.2%); la edad de mayor incidencia fue la de 70 años de edad y más con un 35.4 %. El factor de riesgo más frecuente fue la hipertensión arterial, representando el 79.7% de los pacientes seguida del hábito de fumar con un 75.3% de los pacientes analizados.
Un porciento importante de historias clínicas están incompletas lo que hace que los datos no sean 100% verdaderos lo cual repercute en la certeza de la información y en la subvaloración de la importancia que tiene el conocimiento de la influencia de los factores de riesgo en la morbimortalidad de la cardiopatía isquémica.
INTRODUCCIÓN.
Las enfermedades cardiovasculares aportan el mayor número de defunciones anuales en todo el planeta, por lo que se les considera un verdadero azote de la humanidad; dentro de esta cobra relevancia especial la cardiopatía isquémica (CI) por exhibir las mayores tasas de mortalidad universal, e incluso los autores han pensado, dado su expansión, en proponer el término de epidemia. Esto a escala mundial conforma un escenario epidemiológico de particular relevancia, donde por solo ejemplificar algunas tasas de morbilidad-mortalidad en disímiles países, cabe decir que en México la CI alcanza 41,9 % del total de defunciones anuales por enfermedades del corazón, las que a su vez reportan 69,4 % del cómputo total de fallecidos de ese país; en EE. UU. continúa siendo la primera causa de muerte, al igual que en el continente Europeo, donde países como España, tienen 40 % de mortalidad por CI, dentro de 60 % de fallecimientos de causa cardíaca en general; estudios como el REGICOR arrojó tasas de mortalidad de hasta 183 por 100 000 habitantes. La magnitud del problema también involucra a Cuba con serias afectaciones, donde la incidencia de CI además de incrementarse ocurre más tempranamente; en la década de los ochenta llegó a presentar tasas de hasta 144,2 por 100 000 habitantes, en los noventa ascendió a 173,4 para continuar perpetuándose como la primera causa de muerte; en el año 2000, independientemente de los incuestionables avances alcanzados en materia de cardiología, presentó cifras de 152,2 y en el 2003, increíblemente exhibió una tasa de 153,1 por 100 000 habitantes; esto es francamente alarmante y debe ser disminuido (1-6).
La cardiopatía isquémica, entidad llamada por muchos "el azote de la vida moderna", es hoy la primera causa de muerte en los países desarrollados donde debido al alto estándar de vida y al desarrollo científico-técnico avanzado es posible cumplir con 2 de las premisas fundamentales para el desarrollo de esta enfermedad: el aumento de la expectativa de vida y el control o minimización de las enfermedades trasmisibles (7).
No solo en países desarrollados la cardiopatía isquémica constituye una de las enfermedades no trasmisibles con mayor incidencia en la población. En Cuba, al igual que en otros países, es la primera causa de muerte, lo cual indica que las condiciones socioeconómicas del país no determinan la aparición de cardiopatía isquémica (8).
Las investigaciones epidemiológicas sobre este tema han sido numerosas durante los últimos años y han demostrado que en los pacientes que presentan esta enfermedad se presentan, con mayor frecuencia que en la población general, una serie de signos biológicos y hábitos adquiridos.
Durante la primera mitad del siglo XX, los experimentos con animales y las observaciones clínicas relacionaron distintas variables, entre ellas la hipercolesterolemia, con el riesgo de sufrir episodios ateroescleróticos. Sin embargo, el estudio sistémico de los factores de riesgo en el humano se inició hacia la segunda mitad de ese siglo.
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