Los milagros más audaces lo hicieron en la Iglesia preconstantiniana los mártires. San Lorenzo, asado en la parrilla, filosofa sobre la Roma pagana y cristiana. Exageraciones repugnantes. Todo el octavo libro de la Iglesia de Eusebio está lleno e mentiras. Los santos no lo serían si después de muertos no realizan milagros. En la persecución contra los cristianos en las Galias, en el año 177, bajo Aurelio -que según el historiador de la Iglesia Eusebio costó "decenas de miles de mártires", mientras que en el Lexikon für Theologie und Kirche sólo quedan ocho- "los sanos mártires tuvieron que soportar suplicios que son superiores a cualquier descripción" (Eusebio). Tras la extinción de los mártires, por lo que atañe al lado católico fueron especialmente los monjes, pero también buen número de obispos, quienes comienzan a asumir un papel milagroso.
En los siglos IV y V todo el mundo, laicos, clérigos e incluso emperadores, creían en el milagro. Y un santo no lo es sin milagros. Los historiadores de monjes cristianos son tan poco de fiar como los fabricantes de mártires cristianos. La mayoría e estos relatos proceden de cualquier libro o de su fantasía y eran costumbre literaria. Al parecer el primer monje cristiano, san Pablo Eremita, se alimentaba como el profeta Elías, un cuervo le trajo el medio pan durante sesenta años por mandato de Dios.
En lugar de los textos apócrifos, cada vez más endiablados y arrinconados, aparecieron en la Iglesia Antigua los devocionarios populares, textos recreativos muy apreciados y leyendas puras, novelas triviales (leyenda viene de legenda, lo que ha de leerse, ha de leerse al pueblo en los servicios religiosos). Pero al contrario de lo que suele creerse, las leyendas, durante siglos, hasta finales de la Edad Media , no surgieron del pueblo sino que fue el clero el que las creó para el pueblo, aparecieron en especial en los monasterios y en las sedes episcopales, allí donde mejor provecho se les podía sacar. El embuste de los milagros en las leyendas de los santos, que comienza en el cristianismo con el Nuevo Testamento aunque ya se daba en el Antiguo Testamento, ha debido proporcionar a la Iglesia más oro y poder que todas las incontables falsificaciones que se hicieron sólo por codicia.
Los milagros de Jesús son verdaderos porque son sus milagros y en ellos se basa la Iglesia católica. Los milagros de los demás no son verdaderos porque son de los otros y el catolicismo no los puede utilizar. Con su reconocimiento de desvalorarían los propios.
El engaño de las reliquias
La adoración a las reliquias se basa en la creencia de que en los héroes, profetas actúan fuerzas especiales, que se mantienen activas después de la muerte (Reliquiae = restos) En el hinduismo sólo algunas sectas tienen reliquias, en el budismo gozan de gran predicamento. El judaísmo no conoce el culto a las reliquias. El culto cristiano a las reliquias estuvo destinado al principio a los sepulcros y comenzaron a comerciar en el siglo IV. El primer testimonio del naciente culto cristiano a las reliquias es el tantas veces falsificado relato del martirio de Policarpo, comenzando ese culto en la tumba del mártir. Después del propio santo, los principales son las herramientas del martirio. Así por ejemplo, san Lorenzo fue decapitado, pero para los cristianos posteriores esto resultaba demasiado simple, así que alrededor del 400 se afirmó que le habían asado a la parrilla y su parrilla se veneró como reliquia. El primer traslado de cadáver entero de un mártir se produjo en Antioquia el 354, cuando se llevó a san Babilas a Dafne para aniquilar allí el culto a Apolo. Poco a poco todas las iglesias querían tener sus propias reliquias de mártires y finalizando el siglo VI casi todas ellas las tenían.
Las reliquias no sólo se necesitaban para la "gloria de los altares". Los cadáveres santos protegían también contra todo tipo de diabluras y defendían contra infinidad de males. Por eso los gobernantes, las comunidades y particulares deseaban tenerlos.. Las reliquias desempeñaron también un papel en la conclusión de los tratados, se hicieron juramentos en su presencia y sobre todo se las llevó en la guerra. En casos de guerra o de pestes era de gran ayuda los cadáveres santos, los esqueletos y reliquias santas. El padre de la Iglesia Teodoreto , el primer teólogo del culto cristiano a las reliquias, escribía que el más pequeño trozo de una reliquia tenía el mismo efecto que ésta completa (luego lo mismo se diría de la hostia consagrada).
Crearon la categoría de las reliquias de contacto, en virtud de la cual cualquier objeto que estuviera en contacto con una reliquia, sobre todo con la tumba de los santos, se convertía asimismo en reliquia cuando la fuerza sobrenatural de la auténtica pasaba a la ahora ya auténtico.
María quedó fuera de esta práctica hasta el siglo V; es a finales del siglo IV cuando se construye la primera iglesia dedicada a María en Roma. Es en el Concilio de Éfeso cuando Cirilo logra imponer a base de sobornos el dogma de la maternidad divina de María y cuando se pasa al culto de María. El culto cristiano a las reliquias guarda una relación de dependencia inseparable con el culto a los mártires y a los santos. Y con el peregrinaje para llegar hasta ellos. Los viajes a los llamados centros santos por motivos religiosos. La idea de que la divinidad se manifiesta en determinados lugares con preferencia a otros. El paganismo, el judaísmo y los celtas conocieron las romerías.
Indulgencias
El 31 de octubre de 1517 clava airado en el pórtico de la iglesia local Lutero, el hasta entonces monje de la orden de los agustinos, desconocido -al menos fuera de Wittenberg-, 95 tesis contra el comercio de indulgencias dentro de la iglesia. El panfleto, escrito en latín, del profesor de teología de "Leucorea" –universidad fundada recientemente por el príncipe elector sajón, Friedrich el Sabio-, despotrica de manera enérgica contra el santo padre de Roma, que sanciona esta costumbre de comprar literalmente a los cristianos arrepentidos los pecados en nombre de nuestro Señor: "Cuando el dinero suena en el cepillo, escapa el alma del purgatorio", predica el traficante papal de indulgencias Johann Tetzel por todo el país.
La indulgencia se basa en una complicada construcción teológica: Es cierto que al cristiano arrepentido se le perdonan los pecados por la confesión; la confesión le libra del infierno. Pero quedan algunos castigos por los que el arrepentido debe purgar, tras su muerte, antes de ser admitido en el cielo. Estos castigos o penas puede el creyente borrarlos también totalmente o en parte en vida mediante las buenas obras, por ejemplo mediante peregrinaciones o ayuda al prójimo. La denominada remisión de pecado puede también ser aplicada al muerto de modo representativo, para que así alcance con más celeridad el cielo. La Iglesia posee el derecho de extender la bula a este fin.
En la época de Lutero el Vaticano comercializa la indulgencia para llenar las arcas de la Iglesia : en lugar de realizar una obra buena para librar a las almas del purgatorio, quien obtiene indulgencias puede conseguir el mismo resultado con dinero, sencillamente comprando una bula autorizada por el papa.
Por mandato del santo padre y de los obispos del país recorren locuaces predicadores Alemania, como el dominico Tetzel, tratando de aflojar el bolsillo a la gente sencilla con la promesa de la bienaventuranza eterna para su padre o su madre; el negocio resultaba muy lucrativo en una sociedad en la que, como la de la prerreforma, la conciencia de culpa y pecado estaba muy extendida, como ocurre con la angustia ante la condenación eterna en la Edad Media tardía.
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Enviado por:
Juan Rodriguez
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