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El Yoga y sus orígenes

Enviado por Edgardo Caramella


Partes: 1, 2

    1. La civilización del Indo
    2. La cultura dravídica
    3. Derribando mitos
    4. Finalmente, ¿qué es el Yoga?

    Las libertades y los amos

    no se combinan fácilmente.

    Tácito

    Desde que comencé a estudiar esta filosofía milenaria, me llamó la atención la escasa información que encontraba sobre sus orígenes. Incluso en los propios libros que trataban el tema de manera específica, no había referencias que me ilustraran sobre las raíces y la civilización donde floreció esta tradición tan antigua.

    Con el andar del tiempo, los viajes, la lectura y la inestimable enseñanza de mi Maestro, fui descubriendo indicios y atando cabos sueltos, para llegar a la simple conclusión de que la historia de las batallas o las invasiones la escriben los vencedores.

    Es poca la posibilidad de expresión de los que fueron derrotados, que se ven saqueados culturalmente y muchas veces condenados a una de las más tristes y refinadas formas de esclavitud: la de aquellos que han perdido su verdadera identidad.

    ¿Habrá sido esto lo que le ocurrió a aquella civilización tan avanzada, en la cual el Yôga surgió con tanta fuerza?

    Por cierto, no necesitamos ir tan lejos en el tiempo o la geografía, para comprobar que estos procesos de conquista y sometimiento son similares y siempre se repiten. Podemos corroborarlo en nuestra propia historia, revisando lo ocurrido con los grupos étnicos que constituían las distintas naciones aborígenes que habitaban el suelo americano. Son circunstancias más cercanas, en el tiempo y en la geografía.

    A veces leemos la historia y aceptamos la realidad ocurrida como algo que no nos pertenece, desapasionadamente, sin la emoción de la realidad de campo, que nos toca en nuestros sentidos y nos transmite lo vivido por los propios actores.

    Por ello, no hay mejor conocimiento que el que se obtiene por medio de la experiencia vivida y no a través de la teoría.

    La civilización del Indo

    ¡Cómo te pareces al agua, alma del hombre!

    ¡Cómo te pareces al viento, destino del hombre!

    Johann Wolfgang Von Goethe

    El Indo es un río que nace a unos 5.000 metros de altura en el Trans-Himalaya. Atraviesa profundas gargantas y llega con fuerza a la cuenca del Peshawar. En la llamada región de los grandes ríos, el Indo recibe el aporte de otros afluentes, el Ravi, el Jhelum, el Chenab, el Beas y el Sutle, que constituyen los mayores aportes de caudal, además de lo recibido desde el Himalaya.

    Este valioso caudal de agua se desliza en una zona llamada Sind, que deriva de Sindhu, nombre dado por los indios, y que en el actual mapa político se encuentra dentro del territorio de Pakistán.

    Como en muchas otras civilizaciones, la presencia de agua fue un factor muy importante para el desarrollo. El Nilo en Egipto, el Tigris y el Éufrates en la región mesopotámica, el Amarillo en China o el Indo en la India protohistórica, y más adelante la cuenca del Ganges, engendraron y fueron cuna de grandes civilizaciones en sus márgenes.

    Fueron principalmente las ciudades de Mohenjo Daro sobre el Indo y Harappa sobre el Ravi, afluente del Indo, las que sorprendieron a los arqueólogos e investigadores, cuando comprobaron lo avanzado de esos asentamientos poblacionales para la época.

    Harappa y Mohenjo Daro fueron posiblemente capitales de la civilización del Indo; se ha detectado que existía una relación entre ambas poblaciones, tal cual lo confirman las investigaciones arqueológicas.

    Además de estas dos importantes ciudades, se han encontrado otras que coexistieron en un área muy extensa, de más de un millón y medio de kilómetros cuadrados, y que en conjunto constituyen la denominada Civilización Harappiana.

    La cultura dravídica

    Las viejas creencias mueren difícilmente: es posible, incluso,

    que la antigua sociedad india deba más a Harappa

    que a los invasores que hablaban el sánscrito.

    Mircea Eliade

    Sir Alexander Cunningham, primer director del Archæological Survey of India, detectó en 1865 que en la zona de Harappa (a orillas del río Ravi, afluente del Indo) se estaban fabricando ladrillos para sostener los terraplenes de la vía férrea entre Lahore y Multan.

    Esos ladrillos de barro cocido formaban parte de las ruinas de un yacimiento de gran antigüedad, consistente en parte de las construcciones de una de las ciudades principales de la llamada Civilización del Indo o Harappiana. Lamentablemente, la mayor parte de los edificios habían sido desmantelados y despiezados en centenares de miles de ladrillos cocidos que sirvieron de materia prima para las obras del ferrocarril.

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