Descargar

Vivir entre San Francisco y Novena


Partes: 1, 2, 3, 4

  1. Prólogo
  2. La Habana a principios de 1919….
  3. El Paseo del Prado y el Café de Luz
  4. Domingo en La Habana y Un día en el Wajay
  5. En el Puerto y en la Ópera.
  6. La Quiebra
  7. "El regreso"
  8. El asentamiento familiar
  9. La fuga y el regreso…..
  10. 1939, la post guerra española
  11. La correspondencia con La Habana y el reencuentro

La Habana – Cuba

1913 – 1925

Barcelona – España, 82 años después….

edu.red

A todos los Batista unidos por lazos sanguíneos, que una parte de sus vidas estuvo y están ligadas con Cuba.

1.923 – 2009

edu.red

Ramón Batista Bayó, con 7 años.

"Ramonsito"

edu.red

Manuel Batista i Castellá

"Don, Manué"

Prólogo

Me atreví a escribir esta pequeña historia familiar en recuerdo a todo lo que mi padre, Ramón Batista i Bayó y mi abuelo Manuel Batista i Castellá, me habían contado tantas y tantas veces durante mi infancia y adolescencia de su estancia en Cuba, allá a los albores del siglo XX.

Quiero dar las gracias a todos cuantos colaboraron para poder llevar a cabo este relato, y dedicar una mención muy particular a mi prima, Madeleine Iglesias Batista, una dama de las que ya no hay, a la que quiero, respeto y admiro. ¡ Gracias Madeleine !

Manuel Batista i Farrés.

CAPÍTULO Iº

La Habana a principios de 1919….

-¡Ramonsito, Ramonsito ¡ ¡ Este muchacho me va a matá ¡ – gritaba Agapito Veno, el sirviente de color de la familia Batista, mientras el tal Ramoncito hacía caso omiso a la llamada y continuaba su partido de base-ball en el solar situado frente a su casa.- Doña Alicia, Ramonsito no quiere escucharme y va a llegar Don Manué, y el señorito no estará sentado en la mesa – le dijo el bueno de Agapito a su ama Doña Alicia, madre de aquel.

Agapito era un negro entrado en años, muy fiel a la familia, abnegado trabajador, vivía en la casa desde la llegada a La Habana de la familia Batista, haciendo todos los trabajos de la misma a excepción de cocinar. Era una ayuda vital para Doña Dionisia, Alicia para los cubanos.

-Ve y comprueba que el vino esté frío y en su punto – le conminó esta, – ya sabes que mi esposo es muy exigente sobre el particular-. Las palabras de Doña Alicia estimularon al sirviente a moverse con mayor prontitud de lo habitual. Éste sentía un gran respeto, no exento de cierto temor, por el amo "Don Manué", como él llamaba. Una mirada de éste hacía que el bueno de Agapito temblara como un flan.

– Ramoooon – gritó unas cuantas veces Alicia asomada por encima de la barandilla del jardín de la casa "Villa Drea" -. ¡¡está al llegar tu padre!!-

-¡ Ya voy ¡ – respondió Ramoncito de mala gana lanzando la "bola" que tenía entre los dedos de su mano derecha con furia y, machacando contra el suelo el "mascotín" de primera base que lucía en su mano siniestra. Ramón sabía que era un deber sagrado estar sentado y aseado alrededor de la mesa para cuando llegara su severo progenitor a la hora del almuerzo y cena.

– Entra en casa, lávate los chorretones de polvo y sudor y péinate, ¡¡anda corre!! -.

Alicia, retornó a la casa y fue a dar el último toque al estofado que había preparado para su adorado marido Manuel. Éste, después de algunos años de vivir en Cuba, no había asimilado todavía los guisos criollos; prefería las comidas de origen español que le preparaba su esposa. Para ello Alicia procuraba adquirir aceite de oliva, base de la buena cocina mediterránea y, de vez en cuanto, encargaba vino español en la bodega "La Bien Aparecida" de la calle Reforma, próxima a la casa donde vivían. Manuel era un "bon vivant", de gustos refinados.

Ramoncito, recién aseado, se personó en el comedor de la casa, sus hermanos menores, Antonio y Rita, ya se hallaban sentaditos, muy modositos, alrededor de la mesa esperando a papá, orden que fastidiaba al rebelde Ramoncito quien se sentó junto a su hermano Antonio, soltándole al mismo tiempo un pellizco en uno de sus muslos, éste pegó un salto, pero se abstuvo de hacer ningún tipo de comentario, podría ser peor. Ramoncito era indómito, rebelde y de sangre caliente.

Antonio era todo lo contrario, tranquilo, apocado y poco decidido, vivía al socaire de Ramoncito. Éste último era un "jefe", tenía dominados a todos los componentes de su pandilla callejera y se peleaba muy a menudo con el "cabecilla" de una pandilla rival, con el fin de marcar territorio; era capaz de cometer la más grande de las pillerías y quedarse tan tranquilo.

Partes: 1, 2, 3, 4
Página siguiente