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Violencia individual y colectiva

Partes: 1, 2

    I.

    Una vieja leyenda habla de la existencia de tres tipos de hombres, los corderos, los lobos y los leones. 

    Los primeros serían aquellos que carecen de energía individual, cuya débil fuerza para la supervivencia procede del grupo, que habrían nacido para ser presa de los segundos y estarían en el mundo dispuestos a que se les pisase la cabeza. Los segundos serían los depredadores natos, habrían nacido para ir pisando cabezas y su mayor placer residiría en ir pisando cabezas. Y, finalmente, estarían los leones, que no habrían nacido para pisar cabezas ni admitirían que nadie les pisase la suya, porque tendrían tareas más altas que llevar a cabo, estando equilibrado su poder depredador y su poder placentario o social. De tal modo que los conflictos se producirían siempre que un lobo devorase a un cordero o cuando el éste tuviera la mala suerte de confundir a un león con un borrego e intentar pisarle la cabeza. Los corderos, todos juntos, formarían una fuerza superior a la de cualquier lobo o león por separado, y una vez logrado esa unión, procederían al exterminio de los mamíferos superiores mentados. Entre los corderos también habría conflictos, pero se dirimirían fundamentalmente a través de balidos histéricos o incordios de agresión aún más sutiles, aunque en ocasiones llegasen a lanzarse verdaderas dentelladas e inmolarse en masa. Toda esta leyenda podría ilustrarnos acerca de la violencia individual y colectiva en los seres humanos, si no fuera porque yerra al considerar la condición como algo propio de la naturaleza desde el nacimiento.

    La naturaleza humana es tanto depredadora como placentaria en igual grado de originariedad. La violencia física se transmuta en violencia psíquica en el reino de la cultura, pero las fuentes del placer y del dolor siguen siendo las mismas. Por un lado la fuente de energía y por otro lado su regulador. Carentes de energía, los corderos buscan en la unión la fuerza, mientras que los otros mamíferos preferirán siempre un buen margen de individualismo. No nos ilustra la naturaleza al fijarnos en las hordas o en las manadas porque el individuo es anterior al grupo primario y en el reino de la cultura, la familia, no es sino un preborreguismo barrido por la exigencia de ceder a sus miembros para la exogamia.

    En el reino de la cultura puede decirse que todos los hombres y los pueblos ostentan en grado variable la triple condición de lobos, corderos y leones, pero de tal forma amalgamada y encubierta por las capas civilizatorias que las citadas tendencias se mostrarán difícilmente al análisis. En la cultura un cuerpo de guardianes se dedica a realzar la tarea del león, por los demás, mientras otro cuerpo social pueden vivir pastando plácidamente, sin ser por ello corderos. En realidad, los guardianes, como bien sabía Platón, son los perros (antiguos lobos domesticados), que los lobos más civilizados han puesto para guardar sus propios intereses, que sólo coyunturalmente coinciden con los intereses de toda la sociedad. Pasemos entonces del lenguaje figurado al lenguaje sociopolítico. Un Estado tiene una policía que se dedica a proteger los bienes de quienes los detentan y a defenderlos de aquellos a los que los privilegiados han desposeído. 

     

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