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Consideraciones de carácter ético y moral en el desarrollo de Internet


Partes: 1, 2

    1. Internet y Globalización cultural
    2. Internet, la segunda revolución sexual
    3. Ética Hacker

    Si la escritura y la rueda constituyeron el núcleo informacional complementario de la revolución agraria, como el telégrafo y el ferrocarril lo fueron de la revolución industrial, Internet y las telecomunicaciones lo van a ser de la auténtica revolución que va a marcar el nuevo milenio: la de la biotecnología. Pero es particularmente en Internet donde se concretan (no podemos decir exactamente "se materializa", porque aunque se sustenta en redes materiales de fibra óptica o incluso todavía de cobre, el contenido de la Internet es inmaterial).

    El cambio que hoy se ha producido en las comunicaciones supone, más que una simple revolución técnica, la completa transformación de aquello a través de lo cual la humanidad capta el mundo que le rodea y que la percepción verifica y expresa. El constante ofrecimiento de imágenes e ideas así como su rápida transmisión, realizada de un continente a otro, tienen consecuencias, positivas y negativas al mismo tiempo, sobre el desarrollo psicológico, moral y social de las personas, la estructura y el funcionamiento de las sociedades, el intercambio de una cultura con otra, la percepción y la transmisión de los valores, las ideas del mundo, las ideologías y las convicciones religiosas.

    En el contexto de las éticas aplicadas, que es el de las sociedades tecnológicamente desarrolladas, informacionales o postindustriales, cabe preguntarse si Internet significa un tipo de novedad radical, de manera que marca un cambio de rumbo en la civilización o si, por el contrario, significa tan sólo una novedad más, de segundo orden, en un contexto tecnológico pero previsible. Si nadie supuso que el teléfono o la radio llevasen implícitos cambios morales generalizados, y si muy pocos asumen que la televisión significa un reto moral de primer orden. ¿Por qué hay un contexto tan generalizado a la hora de atribuir significación moral a Internet?

    Generalmente, para ordenar los usos ambiguos de una tecnología, bastan una serie de reglas, expresadas en códigos deontológicos, que deben ser formalmente respetados por los profesionales. Hay un buen número de códigos propios tanto de los ingenieros como de los usuarios de Internet. Y sin embargo no hay ningún consenso efectivo no ya acerca de una legislación internacional de uso común ni tan siquiera, sobre las razones que debieran conducirnos a ella.

    La difusión de Internet plantea otras muchas cuestiones éticas concernientes a asuntos como la privacidad, la seguridad y confidencialidad de los datos, el derecho y la ley de propiedad intelectual, la pornografía, los sitios cargados de odio, la propagación de rumores y difamaciones disfrazados de noticias, y muchos más.

    Internet tiene un conjunto de características impresionantes. Es instantáneo, inmediato, mundial, descentralizado, interactivo, capaz de extender ilimitadamente sus contenidos y su alcance, flexible y adaptable en grado notable. Es igualitario, en el sentido de que cualquiera, con el equipo necesario y modestos conocimientos técnicos, puede ser una presencia activa en el ciberespacio, anunciar su mensaje al mundo y pedir ser oído. Permite a las personas permanecer en el anonimato, desempeñar un papel, fantasear y también entrar en contacto con otros y compartir. Según los gustos del usuario, se presta igualmente a una participación activa o a una absorción pasiva. Puede emplearse para romper el aislamiento de personas y grupos o, al contrario, para profundizarlo. Por tanto la configuración tecnológica que implica Internet tiene una importante relación con sus aspectos éticos. Puede unir a la gente, pero también puede separar, con sospechas mutuas, a las personas y a los grupos divididos por ideologías, políticas, posesiones, raza, etnia, diferencias intergeneracionales e incluso religión y es precisamente Internet la que plantea una aproximación entre distintas culturas y personas que conduce a revisar de nuevo sobre que bases hemos erigido nuestro sistema de valores y creencias.

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