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Plan lector: Foro, propuestas para el debate ¿Qué lectura enseña Jesús? (página 2)


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2. ¿Escribió Jesús?

En los evangelios hay un pasaje en donde Jesús escribe. Y ese pasaje es uno de los más intensos, significativos y profundos que existen –entre todos los acontecimientos de la historia humana vinculados a lo que es la escritura– y que quisiera postular como la dimensión suprema y trascendente de la lectura, denominándola lectura de la conciencia humana, lectura del alma del hombre.

El pasaje a que me refiero ocurre y se narra en el Evangelio de San Juan, es decir viene de mano directa ya que Juan acompañó a Cristo de cerca y estuvo al lado suyo en los momentos más decisivos de su vida. Lo cuenta en el capítulo 8 de su Evangelio cuando escribas y fariseos arrastran ante él a una mujer sorprendida en adulterio a quien, echándola cerca de donde él estaba –en medio, dice el texto– le dijeron:

– Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la Ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, qué dices…

Esto decían tentándole para poder acusarle…

Pero Jesús –dice el Apóstol– "inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo".

3. Desenlace de un tumulto

Tomemos nota exacta y precisa que Juan dice "escribía". No dice dibujaba o hacía trazos… Y, de otro lado, apunta que lo hacía con el dedo, rasgo muy importante para lo que trataré de extraer luego como significado de este pasaje, todo ello en relación con la lectura.

Otro hecho que debemos tener presente es que lo hacía en el suelo, es decir en tierra, inclinado hacia ella, mientras a su alrededor se producía y esperaba su desenlace un tumulto. ¡Una gran tensión y violencia reinante! ¡Iba a desencadenarse una tragedia! ¡Se iba a producir una ejecución! Se iba a dar paso a la muerte de una persona; y con el castigo más cruento y horrendo cual es el apedreamiento.

Esta lapidación se hacía hasta que la mujer expire –mirando y viendo la cara de la gente que la mata, que no es un verdugo ajeno e inmisericorde, tampoco es un asesino a sueldo, reincidente y cuyo oficio es matar– sino que quienes le darían muerte sería su propia gente, sus vecinos, sus amigos, su familia; porque no había escapatoria y lo decía la Ley: había sido "sorprendida en el acto mismo de adulterio".

He allí todos los elementos que se dan en la lectura total: la realidad en un estado exacerbado, las imágenes, el texto, la historia, el destino cotidiano y, en el centro, en este caso, un ser de una sabiduría infinita al cual algunos le seguían para armarle una trampa a fin de darle muerte, personaje que era nada menos que Dios.

4. Leyendo la conciencia humana

Continúa relatando Juan y dice: "como insistieran en preguntarle, (dado que él seguía inclinado escribiendo) se enderezó y les dijo: ‘El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella’. Y luego –prosigue el evangelista que narra este hecho asombroso, haciendo esta anotación sorprendente– "E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra".

No era un subterfugio ni una apariencia la que hacía. No se trataba de una escapatoria. Él iba al centro y al corazón de los asuntos siempre, por eso este pasaje es paradigmático en relación con lo que es o debe ser la lectura.

Él estaba concentrado en los hechos que se venían sucediendo, pero guiándolo todo desde la escritura y la lectura, penetrando en el alma de la gente, leyendo su conciencia, y por eso escribía pero hacia una dirección. Él estaba concentrado escribiendo aparentemente lejos de los sucesos que allí se presentaban y ocurrían pero, en verdad, él estaba en el vórtice de cada alma y cada conciencia allí presente, mirándolas desde lo alto, desde lo cerca o desde lejos.

5. El acto de escribir en el suelo y con el dedo

Este pasaje es maravilloso dentro de la angustia y la tensión que produce un acontecimiento como es la inminente lapidación de una mujer acusada de cometer pecado.

Hay aquí varios elementos de contexto y otros esenciales al acto de escribir y al de leer que intentaré extraer de este pasaje, empezando por la situación límite en la cual se instala, que es el verdadero estado de la lectura total, que ocurre en un momento tenso y culminante, de vida y muerte, para el que lee como para la situación leída.

De manera central quisiera poner el enfoque en la pregunta que lanza Jesús y que reta a quienes se erigen como jueces y brazo de la justicia que pretendan aplicar, pregunta cuál es: ¿Son dignos de juzgar? ¿Están libres de pecado y de culpa?

La pregunta es una lectura directa y certera que apunta al centro de la conciencia de cada persona y que simbólicamente es representada en el acto de escribir en el suelo y con el dedo. Cada quien se ve retado a leerse a sí mismo. Y leer en su vida íntima y privada.

No es un alegato, no es un concepto o idea la que él lanza sino un cuestionamiento a revisar su alma y su conciencia, trazando signos de escritura en el suelo pero dirigidos como dardos de clarísima luz o fuego a la mente y al corazón de la gente.

6. La lectura sumergida en un estado de paz

Es mucho más que una pregunta la que detiene las piedras que ya se blandían en las manos supuestamente imbuidas de justa indignación de las personas que se erigían como jueces, mientras él estaba inclinado y sumergido en las letras que trazaba en la tierra.

Estaba escribiendo –muy concentrado dice el relato, tanto que este aspecto se reitera en el texto bíblico– insistiendo para que él atienda el asunto que le estaban planteando.

¿Qué significa este hecho? Que a pesar de la vorágine en que ocurren los hechos la lectura se sumerge en un estado de paz, en un punto inmóvil. Es un ojo sobre la turbación de los hechos y el confuso mundo que ella ve cómo se desenvuelve.

Mientras los demás conmocionan alrededor de él, Cristo escribía y los hechos volvían al final a su normalidad cotidiana, esta cotidianeidad que a veces nos parece rutina pero que en el fondo es sagrada.

7. Gente que "escribía" profesionalmente, por algo se les llamaba escribas

Pero hay otro centro en este pasaje y es el de la mujer al borde de ser victimada, puesto que hay una infracción cometida, una trasgresión y violación de la Ley de Moisés y, como consecuencia de lo cual hay un acto que pugna por ser realizado. Y este es otro elemento de la lectura, cual es que con ella todo vuelve a tela de juicio para reafirmarse de manera más profunda.

Drama paralelo a este es que Cristo en esos momentos es también un perseguido, un hombre acosado y pronto a ser prendido y ejecutado. Y lo que se le presenta para que él resuelva es a la vez una trampa, tejida por escribas y fariseos, por gente que "escribía" profesionalmente, por algo se les llamaba escribas; gente leída, erudita, letrada; gente de oficio, que ostentaban ser depositarias del saber, antros del conocimiento y la sabiduría. Ellos se consideran recinto y altar de la verdad, de la norma y de la palabra de Dios. "Sepulcros blanqueados", los denominó Cristo, que hay muchos en el mundo de la lectura.

8. Un exorcismo a favor de la salvación

Ahora bien, ¿qué ocurre mientras Jesús sigue escribiendo en tierra? Los que juzgaban, aquellos que iban a lapidar a la mujer "acusados por su conciencia", salían uno a uno, "comenzando desde los más viejos –dice el evangelio– hasta los postreros", quedando solos el Maestro y la pecadora.

Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo entonces: "Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: "Ninguno, Señor". Entonces Jesús le respondió: "Ni yo te condeno".

Este es el contexto y la trama en que es la única vez que Jesús escribe, en el suelo y con su dedo, con lo que queda claro que escribir en este pasaje es de una simbología profunda, opuesto al acto de juzgar.

Es casi un acto de perdonar y un exorcismo a favor de la salvación.

9. Personas con piedras en las manos

Él en esa lectura leía la culpa y el pecado en cada uno de los gratuitos verdugos, hasta dejarlos desarmados; y luego escribía en la conciencia de cada uno de los que iban a juzgar una verdad mucho mayor que el acontecimiento presentado, cual era el fondo que había en sus vidas.

Su dedo era un cursor que recorría lo que cada uno tiene de más recóndito e inconfesable en el alma.

No es que él escribiendo se apartara del acto real y cotidiano que allí se presentaba, sino que se aproximaba primero y luego entraba en lo más escondido de la conciencia de cada una de las personas que tenían piedras en la mano y vociferaban insultos condenatorios.

Pero hay algo más, él escribía los nombres de cada uno de nosotros en el suelo. Él dirigía un mensaje a nuestras almas, eternamente.

10. Lectura de la entraña y del alma del lector

No realizó la lectura que condena; no la lectura de la piedra en la mano del hermano convertido en verdugo, piedra dispuesta a ser arrojada, herir y matar. No a la lectura convertida en piedra asesina en el texto. No a la lectura del texto sino del contexto, no a la lectura denotativa sino la connotativa.

Jesús no se dejó atrapar por el libro por más sagrado que él fuera. No dice tráiganme el escrito de Moisés para ver qué dice e interpretarlo. No dice vamos a analizar la letra de la ley. No dice extraigamos la idea principal y luego las proposiciones secundarias. Haciendo esa lectura esa mujer hubiera sido inmediatamente lapidada, porque esa es una lectura parcial y unilateral.

La lectura que hace Jesús es de la entraña y del alma del lector de ese texto. Y dice: "El que de vosotros esté sin pecado…"

Jesús hace una lectura del momento, de la realidad, y del presente; de aquel que pretendía erigirse como el intérprete, el juez y el ejecutor de la sentencia. Él lee al lector. O hace que el lector se lea a sí mismo, actitud indispensable y fundamental de lo contrario todo texto no solo es imperfecto sino perverso.

11. Con la escritura presente, urgente y abrupta salvaba de morir a una persona

Y es una lectura con la sangre, con el temblor del pulso y del latido golpeando en las sienes y en el corazón.

Es una lectura telúrica, del mundo y la vida. Por algo dijo: "La letra mata, más el espíritu vivifica".

Y es una descalificación total a la lectura textual; porque, así se interprete del mejor modo un texto siempre será una lectura de condenación, un estado de muerte y una claudicación.

No la apliquemos entonces a nuestros jóvenes y mucho menos a nuestros niños, ahora en que tanta mala conciencia nos empieza a invadir. Y a llenarnos de miedo. Y a culpar. Y a llenarnos las manos de piedras.

No hay víctimas qué castigar. No hay nada perdido ni dañado. Confiemos.

Es en nosotros mismos, en el corazón del hombre en donde habita lo sagrado. Leámonos nosotros mismos.

Jesús no dijo interpretemos bien a Moisés. No dijo hagamos otra lectura, sino que él mediante la escritura presente, urgente y abrupta salvaba de morir a una persona leyendo el alma de los jueces, de aquellos dispuestos a matar.

Y los salvó de ser homicidas. Quizá no hay milagro en el evangelio más revelador que éste.

12. La escritura y la lectura vuelven a su matriz original

Encuentro que la escritura en la tierra y con su dedo es como cuando en la última cena nos legara su cuerpo y su sangre. El cuerpo la tierra, y la sangre el dedo de su mano, como mensaje de que escribir es pulsar directamente la entraña y el secreto del mundo y arriesgando el pulso y temblor de la vida, con nuestro latido y con nuestra corriente sanguínea puestos a prueba.

Y apuntando a la conciencia del hombre y al encuentro en ella de una verdad esencial.

Otro vestigio en este pasaje es el misterio que es sin duda lo más hondo, recóndito y conmovedor de la lectura:

¿Qué escribió? No lo dice el evangelista y Apóstol Juan. Queda como una pregunta abierta eternamente.

Cada quien puede llenar y atribuir en esos signos la idea y la suposición que quiera. Con lo que la escritura y la lectura vuelven a su matriz original, cual es ser enigma, cábala y secreto, acto sorprendente en el origen y fin de las cosas, del mundo y la vida.

Fuente:

Instituto del Libro y la Lectura del Perú.

 

Danilo Sánchez Lihón

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