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La brutal discriminación de la mujer en la Biblia y en la Iglesia Católica (página 2)


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En definitiva, la pobreza de tal argumento resulta tan evi-dente que ni siquiera requiere una crítica. Es cierto que la socie-dad del pueblo judío era fuertemente machista y, al margen de que no parece que Jesús hubiera nombrado a nadie como cabeza de ninguna iglesia, pues no parece siquiera que Jesús hubiera fundado iglesia alguna, es muy posible que no eligiese a ninguna mujer entre sus apóstoles por influjo de aquel lastre y del machismo de la sociedad judía. Pero, por ello mismo, la actitud de Jesús sólo demostraría que él mismo no estaba concienciado para asumir que la mujer tenía en esencia las mismas capacidades que el varón para ejercer aquellas tareas de que éste se ocupaba. No obstante, aunque en la práctica Jesús fue un mero seguidor inconsciente del machis-mo judío tradicional, nunca defendió explícitamente la existencia de alguna diferencia o de alguna superioridad del varón sobre la mujer, y el hecho de que no nombrase como apóstol a ninguna mujer no representa un argumento para concluir que la mujer debiera quedar relegada respecto a la posibilidad de acceder al sacerdocio o a cualquier otro cargo eclesiástico, y, en definitiva, para que apareciera siempre en un segundo plano respecto al varón como si fuera inferior a él.

Por otra parte, en cuanto tal argumentación relacionada con el nombramiento de apóstoles varones habría sido absurda, hay que volver a Pablo de Tarso para comprender que fueron especial-mente sus prejuicios acerca de la mujer, expresados en diversas epístolas, lo que condujo a dar a la mujer un papel totalmente secundario en la estructura organizativa de la secta católica, que estuvo radicalmente condicionada por las ideas del llamado "após-tol de los gentiles".

Ese papel secundario de la mujer no sólo se ha dado en una gran parte de las religiones en el pasado sino que sigue dándose en la actualidad, y no sólo en cuestiones religiosas sino también polí-ticas y sociales, aunque en los últimos años se han producido avan-ces importantes. Sin embargo, la jerarquía católica, como también sucede en el terreno científico, todavía no ha sido capaz de asumir estos avances en el interior de su organización. No obstante, en cuanto la ausencia de la mujer en cargos más importantes de la jerarquía católica, accediendo al sacerdocio, al episcopado y al papado, puedan tener efectos negativos en los intereses económi-cos y políticos de la secta católica, es muy probable que en un plazo de tiempo no muy largo, en cuanto sus dirigentes compren-dan esta situación y en cuanto las propias mujeres pertenecientes a esa organización presionen adecuadamente, se producirá el cambio consiguiente en la mentalidad de esta secta, tal como en estos últimos años se ha producido en la secta anglicana. Este cambio será más factible de manera especial a partir del momento en que las "vocaciones" sacerdotales flojeen hasta el punto de que la situación repercuta de manera preocupante en los ingresos econó-micos del Vaticano.

En este sentido conviene tener en cuenta además que la revo-lución política y social, por lo que se refiere a la lucha por la igualdad de derechos para la mujer, comenzó hace sólo poco más de cien años; así que, teniendo en cuenta que los dirigentes católi-cos llevan en este terreno un desfase de muchos siglos, es "lógico" [?] que les cueste aceptar la idea de la igualdad de la mujer respec-to al varón.

16) A pesar de la escasa relevancia que tiene la mujer en la Biblia, hay alguna ocasión en que aparecen en ella  personajes femeninos destacados, como Raquel, Judith, Yael o Dalila. Las hazañas de estas heroínas se basaron en la astucia, pero también en la seducción o la traición, o en ambas formas de actuación, de manera que su conducta, aunque elogiable hasta cierto punto para los judíos, iba acompañada de métodos contrarios a los manda-mientos de Moisés.

Así Raquel robó a su padre los ídolos familiares:

"De la tienda de Lía, [Labán] pasó a la de Raquel. Pero ésta había tomado los ídolos, los había escondido en la montura del camello y estaba sentada encima de ellos. Rebuscó Labán por toda la tienda, pero no los encontró. Raquel le dijo:

-No se enfade mi señor si no puedo levantarme, es que tengo la menstruación.

Él buscó y rebuscó, pero no pudo encontrar sus ídolos"[42].

Por su parte Judith se basó en su capacidad seductora, es decir, de engaño –cualidad que en la misma Biblia no se consi-dera precisamente como una virtud- para cortarle la cabeza a Holofernes:

"[Judit] se calzó las sandalias, se puso collares, pulseras, anillos, pendientes y todas sus joyas; y se acicaló con esmero para ser capaz de seducir a los hombres que la viesen"[43].

Y, así, una vez que sedujo a Holofernes, se acostó con él, y luego, aprovechando que éste yacía dormido a causa del vino,

"avanzó hacia el poste que estaba a la cabecera de Holo-fernes, tomó su alfanje, se acercó a la cama, lo agarró por la cabellera y dijo:

-Fortaléceme en este momento, Señor, Dios de Israel.

Le dio dos golpes en el cuello con toda su fuerza y le cortó la cabeza"[44].

Otra mujer, Yael, mató a Sísara a traición:

"Bendita entre las mujeres sea Yael […] Agua le pidió, y le dio leche; en copa preciosa le ofreció nata. Con su izquierda agarró un clavo, con su derecha un martillo de obrero y gol-peó a Sísara, le partió la cabeza, lo machacó, le atravesó la sien"[45].

Igualmente, Dalila, a quien los filisteos habían ofrecido una considerable cantidad de dinero para que les entregase a Sansón, utilizó la seducción y la traición para conseguir que éste le rebe-lase el secreto donde radicaba su fuerza.

De acuerdo con esta traición,

"ella durmió a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hom-bre, que le cortó las siete trenzas de su cabeza"[46]

y mandó que avisaran a los filisteos para que vinieran a detenerle. A continuación, perdida su fuerza, los filisteos le detuvieron, lo dejaron ciego y lo encarcelaron.

17) En los últimos años, José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, defendió estúpidamente una perspectiva similar acerca de la mujer cuando, en su patológico escrito Cami-no, dirigido casi en exclusiva a los varones y a lo "viril", lo contra-puso a lo femenino, considerado como inferior en muy diversos aspectos.

En este sentido, por ejemplo, escribe:

"Si queréis entregaros a Dios en el mundo, antes que sabios –ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean discretas- habéis de ser espirituales […]"[47].

Es decir, el varón puede aspirar a ser sabio, pero respecto a las mujeres "basta que sean discretas". Obsérvese incluso que esa referencia a las mujeres se hace entre paréntesis, como si el mismo hecho de referirse a la mujer fuera ya una concesión excesiva, y en tercera persona, sin tomarse el autor, el señor Escrivá, la delicade-za de dirigirse a la mujer de manera directa, mientras que la refe-rencia a los varones es totalmente prioritaria y realizada en según-da persona del plural, como si estuviera hablando con ellos directa y exclusivamente a pesar de que tales palabras se encuentran escri-tas, para todo aquél que desee leerlas, en su obra Camino.

¿Qué motivos podría tener el señor Escrivá para tal discri-minación? Parece que los mismos que le sirvieron a Pablo de Tarso: Ningún otro que el constituido por prejuicios simplemente irracionales y absurdos, heredados de una mentalidad arcaica, pero dominante en la Biblia, en la sociedad israelita y en la del imperio romano.

La importancia de esta doctrina, contraria a la igualdad entre mujer y varón, pone más en evidencia el carácter simplemente humano –y no divino- del conjunto de doctrinas de la secta cató-lica, y sirve además como una de las muchas muestras de la conexión, por su carácter machista, entre el judaísmo, el cris-tianismo y el islamismo. En esta última religión todavía en la actualidad la mujer aparece sojuzgada y negada hasta el punto de tener que ocultarse cubriendo la práctica totalidad de su cuerpo con el denigrante "burka" o con otras prendas bastante similares, símbolo de la negación de su propio valor y dignidad.

 

 

Autor:

Antonio García Ninet

 

[1] Eclesiástico, 25:24. La cursiva es mía.

[2] Génesis, 2:20-22.

[3] Génesis, 3:16.

[4] Eclesiastés, 7:26.

[5] Eclesiastés, 7:28.

[6] Eclesiástico, 25:19.

[7] Eclesiástico, 25:24

[8] Eclesiástico, 42:14

[9] Zacarías, 5:5-8. La cursiva es mía.

[10] Judith, 12:1-13:16.

[11] Jueces, 16:4-22.

[12] Génesis, 6:1.

[13] 1 Reyes, 11:3.

[14] Deuteronomio, 23:1.

[15] Deuteronomio, 27:20.

[16] 2 Crónicas, 11: 21.

[17] Jueces, 8:30-31.

[18] 1 Reyes, 11:1-10.

[19] 1 Reyes, 11:6.

[20] 1 Reyes, 11:5.

[21] Deuteronomio, 13:13-16.

[22] 2 Crónicas, 13:20-21.

[23] 2 Crónicas, 24:2.

[24] Éxodo, 20:17. Reproduzco la lista de mandamientos tal como aparece en Éxodo a fin de que quien quiera comprobar cómo, en efecto, se trata de nueve mandamientos y no de diez. Se trata de los siguientes: [1] “No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás escultura, ni imagen alguna de nada de lo que hay arriba en el cielo, o aquí abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra […] [2] No tomarás en vano el nombre del Senor […] [3] Acuérdate del sábado para santificarlo […] [4] Honra a tu padre y a tu madre para que vivas muchos años en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar. [5] No matarás. [6] No cometerás adulterio. [7] No robarás. [8] No darás falso testimonio contra tu prójimo. [9] No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que le pertenezca. Ese mismo número de mandamientos es el que aparece en Deuteronomio, 5:7-21, donde la exposición literal del noveno y último dice: “No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, su campo, su esclavo o su esclava, su buey o su asno, ni nada de lo que le pertenece”.

[25] Génesis, 29:18-19.

[26] Génesis, 29:23.

[27] Génesis, 29:27-30.

[28] Deuteronomio, 24:1-3.

[29] Jueces, 21:5.

[30] Jueces, 21:10-23.

[31] Jueces, 21:10-23

[32] Génesis, 19:7-8.

[33] Jueces, 19:23.

[34] Lucas, 3:23-38. Aunque se trate de un asunto anecdótico, resulta difícil de entender que la lista de ascendientes de José según Lucas no coincida en aboluto con la lista correspondiente del evangelio de Mateo, pues en el caso de que una de ellas hubiera sido correcta la otra hubiera sido necesariamente incorrecta. De nuevo parece que el “Espíritu Santo” andaba algo despistado o desmemoriado cuando, según dicen los dirigentes de la secta, inspiró a los evangelistas.

[35] Lucas, 1:35.

[36] Levítico, 27:1-7.

[37] Pablo, Corintios, 4:3.

[38] Pablo, Corintios, 4:5.

[39] Pablo, Corintios, 4:7-10. La cursiva es mía.

[40] Pablo: Timoteo, 2:11-14.

[41] Pablo, I Corintios, 14:34-35.

[42] Génesis, 31:33-35.

[43] Judith, 10:4.

[44] Judith, 13:6-8

[45] Jueces, 5:24-26.

[46] Jueces, 16:19.

[47] J. M. Escrivá: Camino, aforismo 946.

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