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Mégas Aléxandros (página 2)


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Su sexualidad ambivalente ha provocado controversia desde los mismos días del conquistador macedonio. La carta 24 atribuida a Diógenes de Sinope —aunque escrita en el primer o segundo siglo de nuestra era, y reflejando probablemente los chismes de los días de Alejandro— expresa que amonestó a Alejandro diciendo «Si quieres ser hermoso y bueno (kalos kai agathos), arroja ese trapo que tienes sobre tu cabeza y ven con nosotros. Pero no serás capaz de hacerlo, dado que estás dominado por los muslos de Hefestión». Y Curcio relata que «Alejandro despreciaba los placeres sensuales a tal grado que su madre estaba ansiosa por temor de que éste no le dejase descendencia». Para agudizar su apetito por las mujeres el rey Filipo (quien ya había reprochado a su hijo por cantar en voz demasiado aguda), junto a su madre Olimpia, trajo a una costosa cortesana llamada Kallixeina. Pero no todos los antiguos pensaban igual. Eumenes (370-265) afirmaba que Alejandro «no se sentía a gusto con el sexo».

Posteriormente, a lo largo de su vida, Alejandro se casó con varias princesas de los anteriores territorios persas: Roxana de Bactriana, Estateira, hija de Darío III, y Parysatis, hija de Oco. Alejandro fue padre de al menos dos niños: Heracles, nacido en el 327 a. C. de su concubina Barsine, hija del sátrapa Artabazo II de Frigia Helespóntica, y Alejandro IV de Macedonia, de Roxana, en el 323 a. C.

Curcio mantiene que Alejandro también tomó como amante a «Bagoas, un eunuco de excepcional belleza y en la flor de su juventud, con el cual Darío había intimado y con el cual Alejandro luego intimaría» (en la antigüedad los eunucos solían ser emasculados sólo de las gónadas). Eumenes escribe que, antes de aventurarse aún más al Este, Alejandro instaló a Bagoas en una villa en las afueras de Babilonia y requirió a todos sus oficiales y cortesanos —ya fuesen griegos o persas— a rendirle honores (esto es, a presentarle costosos regalos). El favor de Alejandro por Bagoas es también obvio con el subsiguiente nombramiento de éste como uno de los trierarcas, quienes eran hombres de carácter que supervisaban y financiaban la construcción de barcos para el viaje de regreso a la patria. Su relación parece haber sido bien conocida entre sus tropas, ya que Plutarco relata un episodio (también mencionado por Athenaios y Dicaearco) durante unos festejos cuando regresaban de la India, en los cuales sus hombres clamaban a Alejandro que besase abiertamente a Bagoas, accediendo a esta solicitud. Cualquiera que fuese su relación con Bagoas, no fue impedimento para que éste tuviese relaciones con su reina: seis meses después de la muerte de Alejandro, Roxana dio a luz a su hijo y heredero Alejandro IV. Además de Bagoas, Curcio menciona otro amante de Alejandro, Euxenippos, «cuya joven belleza lo llenaba de entusiasmo».

La cuestión de si Alejandro fue homosexual, bisexual o incluso transformista (durante las fiestas ocasionalmente se vestía con el vestido plateado de Atenea), tomando para ello su significado moderno, es controvertida.

Recientemente, muchos griegos han expresado indignación ante tales sugerencias en relación con su héroe nacional. Ellos argumentan que los relatos históricos que describen las relaciones sexuales de Alejandro con Hefestión y Bagoas fueron escritos siglos después de los hechos, y que de ese modo nunca puede establecerse cuál fue la relación «real» con sus acompañantes masculinos. Otros argumentan que lo mismo puede ser dicho respecto de toda la información disponible acerca de Alejandro Magno.

Tales debates, de todos modos, son considerados anacronismos por los eruditos en ese período, quienes señalan que el concepto de homosexualidad no existía en la Antigüedad: la atracción sexual entre hombres era vista como normal y parte universal de la naturaleza humana, ya que el hombre era atraído hacia la belleza, que era un atributo de la juventud, independientemente del sexo. Si la vida amorosa de Alejandro fue transgresora lo fue no por su amor hacia jóvenes bellos, sino por su relación con hombres de su propia edad en un tiempo en el que el modelo estándar del amor masculino era el que relacionaba hombres mayores con otros mucho más jóvenes.

Alejandro en la posteridad

La figura del rey macedonio se prestó desde la Antigüedad a todo tipo de fantasías legendarias. Así, una leyenda neogriega recogida por Nikolaos Politis presenta a Alejandro obsesionado por la inmortalidad (como Gilgamesh) y emprendiendo en vano la búsqueda del agua sagrada que podría proporcionársela.57

Los zoroastristas lo recuerdan en el Arda Viraf como el «maldito Alejandro», responsable de la destrucción del Imperio Persa y el incendio de su fastuosa capital, Persépolis.

edu.red

Sikandar, su nombre en urdu e hindi, también se utiliza como sinónimo de "experto" o "extremadamente hábil".

Influencia en la Antigua Roma

Al final de la República y a principios del Imperio, los ciudadanos romanos cultos usaban el latín sólo para asuntos legales, políticos y ceremoniales, empleando el griego para hablar sobre filosofía o sobre cualquier otro debate intelectual. A ningún romano le gustaba oír que su dominio de la lengua griega era pobre. En el mundo romano, la única lengua que se hablaba en todas partes era la koiné, variante de griego que hablaba Alejandro.

Muchos romanos admiraban a Alejandro y sus conquistas y querían igualar sus hazañas, aunque poco se sabe acerca de las relaciones diplomáticas que mantenían Roma y Macedonia en aquellos tiempos. Julio César lloró en Hispania con la sola presencia de una estatua de Alejandro, lamentándose de que a su edad no había conseguido realizar tantas cosas. Cuando fue a visitar su tumba en Alejandría le preguntaron si quería ver también el lugar de descanso de los faraones ptolemaicos, a lo que César respondió que Alejandro era el único líder que merecía su visita. Pompeyo el Grande robó la capa de Alejandro, de 260 años de antigüedad, y se la puso como símbolo de grandeza. Augusto, en su empeño de honrar a Alejandro, rompió accidentalmente la nariz del cuerpo momificado mientras dejaba una guirnalda en el altar del rey. Calígula, el emperador desequilibrado, robó la armadura de Alejandro de su tumba y la donó como amuleto. Los Macriani, una familia romana que ascendió al trono imperial en el siglo III d. C., llevaban siempre consigo la imagen de Alejandro, ya fuera estampada en brazaletes y anillos o cosida en sus ropas. Hasta en su vajilla estaba representada la cara de Alejandro, y la vida del rey se podía ver descrita con dibujos a lo largo de los bordes de los platos.

 

 

Autor:

Jorge Alberto Vilches Sanchez

 

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