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Cuento: Pepina y los Buzos de Humos Cinco


    Pepina y los Buzos de Humos Cinco – Monografias.com

    Pepina y los Buzos de Humos Cinco

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    En mis travesías con mi papa en los diversos canales de Aysén, he conocido muchas personas y los buzos de Humos Cinco, realmente me han hecho saber como es su vida en las profundidades y lo importante que es su trabajo debajo del mar y esto es lo que quiero compartir, con ustedes en este cuento

    Me puse a conversar con don Héctor y él me contaba de qué parte de Chile venía y me dijo:

    Don Héctor: yo vengo de Pullihué y esto queda, al Weste de Ancud, camino a Faro Corona, vivía cerca de la playa y me hice buzo, mi hermano compro un traje de hombre rana, escondido de nuestros padres porque ellos no querían que estuviésemos en el agua, por mi parte, quería saber que había debajo del mar, siempre me apasiono este elemento y de esta manera me hice un adicto a sumergirme, curiosamente, mi hermano que compro el traje, no pudo ser buzo nunca, se le tapaban los oídos al bajar a las profundidades, extraña es la vida que nos conduce por distintos caminos, reflexiono don Héctor y al pasar de los años me hice buzo mariscador y estuve 18 años debajo de las aguas en esta labor, en Ancud, se desarrollo casi en su totalidad mi vida de hombre rana, después me embarque, trabajando en una empresa importante en el rubro del salmón, cambiando mallas loberas y mallas peceras, en las fría aguas de nuestro sur de Chile, había cosas graciosas y otras que no eran tanto…

    Pepina. A mi me daba la impresión de que era un hombre conocedor de las aguas y las corrientes marinas y que había visto muchas cosas, su caminar tranquilo y de poco hablar mencionaban las peripecias que este hombre había pasado en el mar, mientras estábamos al albergue de una Isla que es la Humos, con sus nubes bajas, que parecieran ser salidos de un cuento de fantasía, verdes parajes que cuando uno desembarca en sus orillas, pareciera que sus verdores no lo dejan pasar a uno, por la espesa maleza que se crea en estas riberas, hay pájaros por doquier y pelicanos que llegan a albergarse al pontón, me contaron, que cada vez que una de estas aves, hay mal tiempo y justo amarizo una de estas aves y no les creía a mis interlocutores, sin embargo en la tarde se dejo caer una tormenta que nunca quise pensar que fuera tan fiera, la naturaleza desbordada con todo su talento, truenos que parecían que retumbaban encima de nosotros, ¡que susto tenía!, mas encima se dejaban ver esos relámpagos inmensos que destellaban y alumbraban la oscuridad de la noche, donde esta es negra y no te deja ver nada muy lejos y pierdes la orientación de donde te encuentras, los signos cardinales están al revés, esa es mi impresión en vez del sur que está abajo en los mapas, en esta orientación, esta hacia arriba de donde nos encontrábamos, en esos momentos y relámpago nuevamente y trueno otra vez, esta va ser una verdadera noche larga, mientras tanto me contaban otras historias…

    Sr Skady, decía, mira hay aquí al frente una isla que se llama Riberos, ahí vive un hombre de avanzada edad, que se alejo de la civilización y la humanidad y ha sobrevivido todos estos años solo sin más amigo que su perro y animales, habían ocasiones que una barcaza le dejaba para que se alimentara, siempre ha tenido agua, pero nadie sabe de dónde la saca, en esa pequeña isla, el señor Segismundo porque así se llama este caballero, ha guardado muy bien ese secreto, así es que esa isla se ha vuelto sagrada para quien quiera obtener este vital elemento, en estos islotes e islas de los trozos de Aysén, que llevan, por sus corrientes oceánicas aguas de canales salados y otros agridulce, pero la naturaleza es sabia y nos indica que donde hay animales siempre encontraras agua para beber, el problema se encuentra ¿en cómo llegamos a ella?, jejejejejeje, el ingenio del hombre, el pontón siempre tiene agua fresca, aunque sea de Tepú, que es el árbol que mas existe en estas islas, es media verdosa y no tiene mal sabor, a mí en lo particular me encanta, hay muchos que no la beben, pero también sirve para bañarse y si proviene de la madre tierra, quiere decir que es buena para la salud, muchos indígenas que navegaron por estos senderos marítimos la utilizaron, ellos conocían bien lo que los podía dañar, recorrían en sus canoas y se resguardaban cada vez que venía la tormenta, así como la que hay ahora, es hora de ir a dormir, los cuentos que me contaron son los que les comienzo a relatarles aquí….

    Al otro día…

    Pepina: era un día anubarrado y no hacia frio, pero en la cima de la isla, circundaban las nubes que dejaban caer una brizna de nieve al rato, comenzaba a salir el sol, este era un día, no sé si decirlo complejo por la sencilla razón, de que todos especulaban que algo sucedería, por que el cometa Eilin se alinearía con nuestro planeta y la tierra, decían que sucedería una catástrofe natural a nivel mundial, me imagino un terremoto acá, debe de ser espantoso, pero me dijeron que se sentía un ruido con los temblores y con los terremotos nunca se sabía que sucedería, ya que se podían levantar olas gigantescas (Tsunamis) y llevarse el pontón hacia la isla o darlo vuelta, pero qué bueno que nada de eso paso, el señor kuky que había en este lugar me preparo una torta así que se me paso el susto y quede muy contenta ese día…

    Luego conversando con el otro buzo, me conto que cuando era niño, más pequeño que yo, se iba a tirar al agua donde él vivía, el buzo Esteban me decía que a los cinco años ya nadan en su tierra natal, todos saltan en el muelle y al agua van a dar, saltos piqueros y todos lo demás, el vive en Maullín a 75 kilómetros de Puerto Montt, que vida más buena, pensaba, harto chapoteo en el agua y risas en el mar…

    Así converse con el buzo Felipe de la gran capital de Santiago de Chile, y le pregunte ¿Por qué cambio el kétchup, el cemento y las papas fritas para venirse acá?

    Y él me respondió:

    Buzo Felipe: en realidad lo que ves a diario en las aguas en la profesión de buzo, no se paga con nada, además esta es una vida sana, sin contaminantes, ni smog que dañen el organismo, tal vez estemos alejados de casa, pero con la tecnología, todo se ha acercado y hay mas posibilidades de comunicación con el mundo entero…

    Pepina: que diferente son estas personas, tranquilas, sin apuro de nada es como si la vida, les hubiese regalado el don de la paciencia y eso vale más que todo el oro del mundo, estoy muy contenta de conocer a estos caballeros, me alegro muchísimo de haber acompañado a mi papa a este lugar…

    En un momento pregunte y ¿como es el trabajo debajo del agua?

    Don Héctor: Pepina, el trabajo debajo del agua es como cualquier labor, la única diferencia es lo que ves o puedes ver o el agua no te deja ver…

    Pepina: ¿Cómo es eso?

    Don Héctor: mira en mis comienzos de buzo mariscador, comencé sacando ostras, habían unas que estaban en las rocas y otras en el fondo del lecho marino.

    ¿Y cómo la hallaba? Pregunto Pepina.

    Don Héctor: mira en el fondo dependiendo de la claridad de las aguas, se ve un borde blanco en la arena y esas son ostras pero hay que mirar bien porque de pronto son piedras y es muy gracioso al principio, porque subes con el chinguillo lleno de piedras y no de ostras, en la vida, la práctica y los años de experiencia hacen que uno sepa realmente donde se encuentran los mariscos. En esos años existían tantos mariscos y especies marinas que daba gusto hacer ese trabajo, ahora con la depredación del hombre y sus barcos factoría, se ha ido perdiendo la diversidad biológica del mar…

    Pepina: ¿y qué otros mariscos sacaba?

    Don Héctor, bueno, caracoles, locos, lapas, erizos y hay muchas historias, mira cuando extraía locos, sabes que de pronto no teníamos permiso y había que desconchar los locos con rapidez, para poder vender el producto y llevar dinero a mi familia, así es que aprendí a desconchar los locos con el pulgar.

    Pepina: ¿con el pulgar?

    Don Héctor: así es Pepina, le hundes el pulgar por alrededor y salen enteros y la concha se va al mar, es una manera rápida de hacerlo y sin ruido, en otra oportunidad, estábamos en la isla gaviota casi por terminar otra faena de desconche pero esta vez era de erizos y justo llega la policía, no te imaginas lo pálido que nos pusimos, sin embargo andábamos con el cojo Landeros, que era otro marinero, y le dijo a los oficiales

    Cojo Landeros: Buenas noches su oficiales

    Carabineros: buenas noches ¿Qué están haciendo?

    Cojo Landeros: trabajando

    Carabineros: ¿nos estas agarrando para la palanca?

    Cojo Landeros: no mi señor oficial…

    Carabineros: que no sabes leer, "No desconchar mariscos en esta Zona"

    Y el Cojo Landeros, los mira y con esa sonrisa picarona les dice:

    ¡Le cuento un secreto mi oficial, los erizos no saben leer!

    Eso basto para que pasara una semana en la cárcel de la isla, después de eso nos juntábamos y nos reíamos mucho, si éramos nosotros lo que realmente no sabíamos leer, así que a este cristiano no se le ocurrió nada mejor que echarle la culpa a los erizos que ya estaban desconchados.

    Pepina. ¿Y alguna vez tuvo algún susto en las aguas del mar?

    Don Héctor: te voy a contar, que cuando capturábamos pulpos de un metro y medio aproximadamente, a unos 18 metros de profundidad, estando con un compañero se presento una sombra negra, que paso por nuestro lado, mi compañero salió arrancando hacia la superficie y yo no entendía nada, de pronto por el rabillo de la lente de buceo, se me apareció un tiburón…

    Pepina. Mientras don Héctor me contaba este suceso, sus ojos brillaban como si hubiese visto la muerte de frente…

    Don Héctor: fue un suceso inesperado por que el tiburón se devolvió a olfatearme y quede detenido debajo del agua, esperando que se alejara, el gran depredador, era un blanco de un metro y medio aproximadamente, después que desapareció entre las profundidades del mar azul, subí a la superficie y me quede sin respiración, era la primera vez que veía uno de estos animales tan cerca de mí, agrego, el experimentado maestro…

    Después el buzo Esteban me dijo que le había pasado algo similar, pero con un Fume, que es un tiburón muy parecido al tiburón ballena, de una gran boca que parece que te tragara de un solo bocado el me conto que había sentido tanto terror que emergió rápidamente a la superficie y estuvo aproximadamente una semana sin bucear, por el terror a encontrarse con otro de estos animales, esto le sucedió aproximadamente a diez metros de profundidad…

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    Buzo Felipe. A mí me paso algo distinto, estábamos probando las mascaras bajo la superficie y al camarógrafo se le corto la manguera de aire y a nosotros (dos) se no creo un vacio en la máscara, estábamos a 18 metros de profundidad, en la superficie se preocuparon del camarógrafo y todos lo fueron ayudar, solo atine a dar mi aire extra que llevaba en la botella auxiliar, pero mi compañero no fue tan hábil y se estaba ahogando y no sabía qué hacer, de pronto se me ilumino la ampolleta (se me vino una idea a la cabeza) e infle el traje seco, así se llama y lo logre rescatar, él compañero que rescate no podía subir a la superficie por más que lo intentaba, porque estaba muy lastrado (peso que lleva el buzo para entrar en las profundidades y no ser llevado a la superficie por la flotabilidad que da el traje) así que cuando llegamos al borde de la lancha pude respirar tranquilo sabiendo que mi compañero estaba vivo y a salvo…

    Luego Don Héctor que era el buzo más experimentado en ese instante en el pontón, me conto que había andado en barco ocho años de los cuales, se reía y me decía…

    Don Héctor: cuando navegábamos y había tormenta no se podía comer, aunque las cocinas tienen una protección, parecida a una rejilla y se preparan los alimentos de esta manera, habitualmente en alta mar. Con la mar embravecida se arrancan los platos de la mesa, (dicho que describe, que no se puede colocar loza sobre la mesa de tripulación, si no se cae todo al suelo de la nave), me contaba que esto era natural, así es que era pan de cada día, ellos lo encontraban lo más normal. Imagínese las papas fritas en el suelo jejejejej…

    Pepina: ¡que susto dije ¡y qué perdida también…

    Don Héctor: pero te acostumbras tanto al movimiento, que después te ríes solo, andas muy mareado al principio, pero lo mas simpático de todo es que cuando pisas tierra te viene un mareo que parece que todavía estas en el agua y se llama mareo de tierra, habitualmente con las embarcaciones modernas vas sabiendo exactamente donde están las tormentas y el capitán del navío va esquivando estos temporales, exceptuando que te encuentres en ruta directa hacia ellos, que a veces sucede,, pero son las menos, lo más importante es atrincar los cabos sueltos y asegurar lo que va en cubierta y cerrar los ojos, largándose a reír…

    ¿Y usted don Héctor qué función cumplía en el barco? Pregunto la ratoncita

    Don Héctor respondió, era Jefe de Buzos…

    Y la pequeña ratoncita había quedado con la boca abierta…

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    Pepina con su inquietud común le dijo y ¿usted me enseñaría a bucear?

    Don Héctor: por supuesto pero primero debes decirme si ¿sabes nadar?

    La pequeña ratoncita orgullosa de lo que sabía hacer muy bien le dijo…

    Pepina: si se don Héctor, pero para ser buena en esto hay que saber mucho y a mí me gusta aprender de las personas que saben más que uno…

    Don Héctor. Lo primero que debes conocer es el traje de buceo, su mascarilla, sus gualetas y lo más importante es una ambientación al agua, es una metamorfosis, pasa por un piriguin, después un renacuajo y luego llegas a hombre rana, es un proceso largo, por que primero debes tener un proceso de amnea (capacidad de mantener la respiración bajo el agua), minutos que puedes estar sin respirar en este elemento…

    También debes saber que siempre se trabaja en equipo, conocer a los compañeros y confiar en ellos e irlos orientando con respecto a la función que se debe desempeñar en las distintas labores que se presentan el barco, como buzo profesional, cuando son principiantes…

    En el barco nos dedicábamos a lo que son las redes de jaula, consiste en su instalación, su recambio y se extraen cuando cumplen su periodo por la suciedad de los mariscos que se adhieren a estas mallas y las algas que las traen las corrientes marinas y se van pegando en estas redes, cada cuatro a cinco meses se procede al cambio de las redes peceras y las redes loberas se cambian según el ataque de lobos que halla en esa parte, porque existen colonias de lobos en algunos sectores cerca de los módulos, habitualmente si no hay muchos lobos se recambian cada seis o siete meses, a una profundidad de treinta y nueve metros…

    Su procedimiento, la malla lobera vienen en paños que se van uniendo y estos se calan y comienzan a unirse con costuras y se instalan los tensores para extenderlas, realizando como una cubierta protectora entre la malla lobera y la malla pecera, unos cinco o seis metros de espacio queda entre ellas, se continua con los contrapesos antes de colocar en el fondo las mallas peceras que llegan a albergar en un modulo de diez jaulas, 500.000 peces

    Y la pequeña ratoncita le dijo ¿tantos pueden haber? Es realmente mucho trabajo el que hacen ustedes…

    Don Héctor, es verdad pero uno se acostumbra a nadar entre los peces, entre esa nube que de pronto vuelve obscura la superficie, es muy atrayente y cuando están listos para la cosecha, viene un barco y los succiona (Yioma) es igual que una aspiradora gigante, pero lo que te contado es mucho trabajo, quiero compartir una historia que me vino a la mente, en uno de los viajes que pase, resulta que estando de buzo en el barco conocimos a otro marino, que venía de los mares de más al sur y andaba trayendo un reloj muy bonito y le preguntamos donde lo había comprado y el nos contó:

    Marinero: este reloj lo perdió mi padre acá años atrás, estaba pescando en las cercanías de la isla la campana a cuatro horas de Puerto Aguirre y el reloj lo tenía en el bote, se lo había sacado por precaución y en esos instantes luchaba con un congrio de 16 kilos y lo subió al bote y el muy astuto se comió el reloj y se devolvió al mar, estaba saltón el pescado, lo que más lamentaba mi papa, es que este reloj se lo había regalado el abuelo de él, siempre me contaba esta historia pero no le creía, hasta que pescando saque un congrio de unos 20 kilos, grande, duro para la pelea, un pez increíble, nunca me había tocado un ejemplar de ese tipo, hasta que lo pude subir al bote, estuvo luchando y me tiraba sus tarascones como tratando de morderme, hasta que lo vencí fue una batalla increíble, de pronto me di cuenta que su guata (panza), hacia un tic, tac, lo abrí y resulta que tenía un reloj, era el reloj de mi papa, tenía su inscripción, que increíble después de los años el reloj aun funcionaba, recién ahí le creí a mi padre, que un pez le había tragado el reloj, en extrañas circunstancias…

    Don Héctor: no sabemos si era verdad o mentira, lo que se hombre conto ese día, pero lo dijo con tanta veracidad y lo afirmo también, que no lo dudamos en ese instante, aunque tuvimos y tengo todavía esas sospechas que me dicen que nos conto un cuento, el marino bribón…

    Largando una larga carcajada, recordando con alegría lo que había sucedido ese día….

    Don Héctor: esa es parte del trabajo de un buzo profesional, escuchar y estar compenetrado en su profesión, porque un error te puede costar la vida o quedar con alguna secuela por no saber, lo que haces debajo del mar…

    Pepina: me encanta aprender y contarle a mis compañeros de colegio lo que veo habitualmente cuando viajo en estos canales de la Región de Aysén y lo último que quisieron compartir conmigo y yo con ustedes, el Buzo Felipe que me dijo que en, Chome, un lugar que queda entre Concepción y Talcahuano había un cementerio de ballenas, donde había habido una planta ballenera en los años sesenta.

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    Fin

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    Dedicado a los hombres rana

     

     

    Autor:

    René Julio Milla Auger