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El "diablo" y otros relatos de una comunidad afrocolombiana


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    PRESENTACIÓN

    Gran parte de la cultura de las sociedades se manifiesta a través de las actividades cotidianas, practicadas unas por comunidades extensas y otras por grupos pequeños. Pero, en cualquiera de los casos, se transmite como un legado de las generaciones anteriores a las nuevas.

    Por ejemplo el baile cadencioso y sensual, que se ejecuta al son de la marimba y los tambores, así como los sentimientos de tristeza y los lamentos que se comunican por medio de arrullos y alabados, son actividades propias de las negritudes; pero con algunas variables, dependiendo de si ellas se practican en las Islas de San Andrés, en la Costa Atlántica, en la del Pacífico, en Palenque, en el Patía o en cualquier pueblecito de negros.

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    Pero además de estas manifestaciones suficientemente divulgadas, existen otras que, por su carácter esotérico, son poco difundidas y por eso, con base en los informes suministrados por una integrante de una comunidad negra, he realizado el siguiente relato:

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    A MANERA DE FÁBULA

    No muy lejos de la ciudad hay un pintoresco caserío oculto entre guaduales, chiminangos, samanes, ceibas, cañaduzales y sembríos de plátano y maíz, donde habitan, en viviendas de bahareque o de esterilla, gentes humildes, pero muy solidarias que, tanto intercambiar sus formas de existir, se acostumbraron a actuar como si fueran miembros de una sola familia. edu.red

    Este modus vivendi, que se manifiesta en los juegos, las fiestas, las ceremonias, los ritos, los cultos y muchas otras prácticas culturales, permite visualizar que en su mundo se privilegia el concepto de "lo nuestro" sobre la noción de "lo mío".

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    Cerca de ese lugar, al rayar el día, los negros anclan sus canoas en medio del río y, desde allí se lanzan para sacar en baldes la arena del fondo, maniobrando como verdaderos buzos que, sin necesidad de aperos, lo hacen a la perfección porque desde niños aprendieron a sumergirse conteniendo por largo rato la respiración. Así, zambulléndose en el río una vez y otras tantas veces, van cargando la canoa con la arena que luego sacan a la orilla para verterla en las volquetas que la llevan a la ciudad. Con ese trabajo ganan su manutención y ,como el sol pega tan duro en ese sector, empiezan la jornada muy de madrugada para poder terminarla también muy temprano. Por eso, mientras están trabajando, no tienen tiempo para descansar; pero cuando a la orilla se acerca la negra Rosario, todos suspenden su labor para mirarle y gritarle que se la quieren "comer".

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    "Charito", al escuchar esas propuestas lujuriosas que los areneros públicamente le hacen, ríe a carcajadas, se emociona, se contonea y se llena de ardor porque ella sabe que con cualquiera de ellos la noche pasará y su pasión calmará. Pero _¿Qué va?, dicen sus hermanas, ella no se tranquiliza con uno, porque siempre quiere otro y otro más. Por eso, al verle metida en ese infierno de lujuria que por nada quiere cambiar, creen que "Charito" le pudo haber dado alguna poción embrujada a su marido para que no se percatara de todas las picardías que hace; porque, desde que cogió la manía del "perreo", no ha dejado la costumbre de ir a Juanchito a bailar, beber ron y guarichar.

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    Dice Viky, su sobrina, que el "Curandero", un viejo jubilado de Los Correos Nacionales, se "echó" a su tía cuando apenas tenía doce años, a los catorce la embarazó y a los veinte ya la había convertido en mamá de tres hijas y dos hijos que ella solamente parió, porque el cuidado siempre estuvo bajo la responsabilidad del papá. Esta es otra razón para que sus hermanas le reprochen porque el "Curandero", su marido, es un hombre bueno y estimado por la comunidad ya que, gracias a sus conocimientos sobre el valor balsámico de las plantas, a muchos ha sanado cuando las enfermedades les aquejan. También, porque gracias a sus consejos las viejas han ido abandonando poco a poco la bárbara costumbre de aplicarles alcohol caliente sobre la vulva de las negritas recién nacidas.

    Al respecto, recuerda el "Curandero" que para él eso fue muy impactante cuando, tan pronto había nacido su hija, miró que su suegra cogió un algodón, lo empapó en alcohol, lo prendió y lo dejó que ardiera un momento, luego lo apagó y, así caliente, intentó aplicárselo en la vulva de su bebita. Entonces, él con furia la apartó de un empellón y no le permitió que cometiera semejante disparate. Luego, preguntando por la razón que podía tener su suegra para someter a su nieta a tal martirio, le explicaron que esa era una práctica tradicional de la comunidad, utilizada para disminuir el tamaño de la vulva que, en su estado natural, era muy abultada, incómoda y poco atractiva para los hombres. Pero, como esas razones no le convencieron plenamente, siguió investigando con otras informantes y le dijeron que utilizaban ese método empírico para cauterizar el clítoris y disminuir el deseo sexual de las negritas, _de por sí elevado, dice el viejo; porque allí no termina el ataque al sufrido cuerpecillo ya que, cuando las niñas empiezan a sentir el calor del deseo que se les convierte en fuego con las caricias, lo enfrían con cubos de hielo y, de ese modo, dice el "Curandero": _si no lo cauterizaron en el primer intento, lo congelaron en el segundo.

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