Historia narrada por un Sargento primero de la Legión Infernal de José Tomas Boves (página 2)
Enviado por juan Enrique Laurentin Rojas Laurentin Rojas
Recuerdo que una tarde llegamos a un hato en Guasimal, "y el Taita se bajo del caballo y al pasar revista de su imponente ejercito, La Legión Infernal, empezó a reír seguido y muchos creíamos se había vuelto loco, en una de esas se dirigió a nosotros y nos dijo, no crean que estoy loco, sino que al ver mi Legión Infernal, me parece que soy Comandante de un circo, esa expresión se debía a lo siguiente, como no teníamos uniformes ni nada parecido, en cada batalla al final recogíamos todo tipo de ropa o uniformes, guerreras, penachos correajes y todo, lo cual daba la impresión de ser un circo por la heterogeneidad de vestimenta que cada uno usaba" A raíz de la desaparición física del Taita, teníamos que aceptar, que ya nuestro líder, no existía, solo nos quedaba recordarlo como un excelente conductor, un excelente Comandante de Ejércitos, para nosotros la guerra de exterminio, había llegado a su fin, cada uno de nosotros, aquellos que habíamos dejado nuestros hogares y querencias para luchar por nuestra patria, regresamos a nuestros sitios de origen, pero la verdad es que ya no era igual, nos acostumbramos tanto a la guerra que nos hacia falta ese ingrediente en nuestra vida; hacia dos años y medio que había abandonado a mi mama negra, y el corazón se me salía por la boca de la emoción en querer verla de nuevo, en abrazarla, besarla y compartir sus conversas con ella, en la sabana, vi mi rancho a lo lejos, las lagrimas, seria de alegría, me brotaron de los ojos, al fin me acerque temerosamente, como presagiando algo grave, cuando de pronto, en la pata de un árbol de mata palo, vi una viejita negra cargando agua, mi corazón me dijo, ahí tienes a tu vieja, que te espera todos los días, aligere mi caballo y el primer botalón que conseguí lo amarre, me baje y salí al encuentro de mi mama negra, ella muy distraída en su faena, no se había dado cuenta de mi llegada, cuando me vio, se le alumbraron los ojos, note la gran alegría por verme nuevamente al lado de ella, me colmo de mimos y abrazos muy amorosa y yo le correspondí de igual forma, ese día estuvimos hablando de todo, me informo del deceso de Don Justino, el dueño del Hato Las Cenizas, por supuesto que no tuve valor para contarle las fechorías que cometíamos al final de cada batalla y mas si habíamos sido triunfadores, recuerdo que me pregunto insistentemente, -¿Y cuando regresa mijo? "Le decía no se, algún día, mama negra, algún día."- Ese algún día, nunca llegaba, nos habíamos acostumbrado tanto al fragor de las batallas, que se hicieron parte de nuestra vida cotidiana, nos hacia falta; una tarde, en el tranquero de un corral del Hato Las cenizas, estaba con unos amigos, ex integrantes de la Legión Infernal, contando y recordando las tropelías de cada uno de nosotros al final de cada contienda, y sobre todo cuando habíamos salido victoriosos, y llegó corriendo en un caballo rucio, un negro sambo de nombre Encarnación, "y nos pegó un leco, que tenia una buena noticia para todos, el anuncio era, que el Taita Boves, había resucitado, y andaba buscando a los que habían integrado su Legión Infernal, todos nos vimos la cara y le preguntamos con mamadera de gallo, -"nojoda negro, ¿Cuántas botellas de guarapita o aguardiente te jartastes, pa veni a habla guevonadas?" Y el contesto: -"noo, es la purita verdad, mañana en la placita del pueblo, va tene una reunión con todo el que quiera ir, es el mismito Taita Boves." Todos dijimos al unísono, bueno vamos, que no vamos a perder nada, allá estaremos a ver el Taita resucitado"- Muy temprano en la mañana, nos fuimos a la placita del pueblo, que no era mas que un corralón vacío, con algunos árboles que daban sombras y unos troncos que fungían como bancos, bien llegamos al sitio, con mas curiosidad que interés, allí estaba el Taita Boves resucitado, hablando muy ameno con algunos pobladores, al llegar la gran mayoría de curiosos, les explico su propósito, si notábamos que era por su forma de expresarse, un llanero llanerito, con la misma corpulencia del Taita Boves, muy serio en sus expresiones, pelo amarillo ensortijado y el hombre era muy convincente en lo que decía, algunos de nosotros, nos ofrecimos a acompañarlo en su empresa, con la condición de retirarnos de su lado cuando lo deseábamos, el cual acepto nuestra proposición, en una semana, había agrupado y reunido unos mil voluntarios, algo que nos agrado a todos, fue que nos dijo que las insignias y banderolas que usábamos cuando éramos integrantes de la Legión Infernal, podíamos seguir usándolas, la punta de la lanza con la banderola negra y la calavera que significaba muerte.
También nos informo que el nombre de Legión Infernal, seria cambiado por otro nombre, por respeto a su creador, y que a partir de ese momento, el nombre de su nuevo ejército, seria llamado "Batallón Bravos de Apure." Y su lucha iba a ser contra los realistas, que se identificaban con una banderola blanca en las puntas de sus lanzas, resulta ser que el nombre del nuevo Taita Boves, era el General José Antonio Páez, de quien habíamos tenido referencias de boca del mismo y genuino Taita Boves.
Con el nuevo Taita Boves, tuvimos participación muy activa con un ejercito completamente diferente al de los señoritos de Caracas, era directamente con el ejercito español, comandados por oficiales españoles, entre esas batallas tomamos parte en el Yagual, Mantecal, Mata de miel, Mucuritas y la ultima fue La Calzada en puerto Cabello, el año de 1823. las Queseras del medio, en esta batalla, solo contábamos con 150 combatientes y el ejercito realista comandado por Morillo, tenia 6000 hombres, el ingenio del Taita Nuevo, logro que triunfáramos sobre descomunal ejercito, con el celebre grito del Taita a "Vuelvan Carajos", lo cual sorprendió a los realistas, estas actitudes nos permitió conocer y calibrar las destrezas y valentías del nuevo Taita Boves, era un gran guerrero, y excelente conductor prácticamente era una copia al carbón del Taita Boves.
En el grupo que conformamos con el nuevo Taita Boves, me encontré con muchos compañeros, que habían integrado a la Legión Infernal, siempre formábamos nuestras tertulias, los cuento y anécdotas que no podían faltar, con Pedro Camejo, blinde una gran amistad, lo conocí cuando integraba la Legión Infernal y luego a lo largo de la campaña militar con el nuevo Taita Boves; es mas quien lo recomendó a el con el Taita resucitado, fuimos el negro Encarnación y mi persona, cuando ese negro supo que iba a engrosar el Batallón Bravos de Apure se contento al extremo, que ofreció brindarnos unos palos de aguardiente una vez que estuviéramos libres, nos exigió un gran favor, que si algún día, se presentaba el Libertador por esos lados, que por favor no le dijeran que el había sido soldado de Boves y de Antoñanzas, se lo prometimos, resulta ser, que un buen día llego el Libertador a el campamento y le comentaron algo sobre el negro, el Libertador se intereso en conocerlo y estuvo hablando con el largo rato, disfrutando de las ocurrencias del negro y el robo que el hacia del ganado para poder comer, todo fue un encuentro muy ameno y el negro salió contento, cuando nos vio nos hizo seña con el dedo, como diciendo me la van a pagar; el negro Pedro Camejo, murió en Carabobo, en el primer ataque en contra del Batallón Burgos, lo llamábamos Negro primero, porque el bendito negro bembon, aparte de ser buena rienda era buena gente, decir que tenia amigos, lo dudo porque siempre murmuraban de el y mas con el grado de Teniente que le otorgó el nuevo Taita, yo, mantenía mi jerarquía de Sargento Primero, Negro Primero, negro al fin, era muy pretencioso, y de paso muy antipático, pero éramos amigos, siempre, según el, era el mejor, nos contaba que el sobrenombre de Negro primero era porque se debía que delante de el la cabeza de su caballo y que mas nadie lo superaba, es verdad era valiente el negro, consentido y mimado por el nuevo Taita Boves.
Con el nuevo Taita Boves, tomamos parte en muchas batallas, en contra del ejercito español, los realistas, y nunca sufrimos derrota alguna, la ultima batalla en la cual tome parte activa, como Sargento Primero del Batallón Bravos de Apure, fue en la celebre Batalla de Carabobo, era tanto el fragor de la batalla que muchos llaneros se bajaron del caballo y se entraban a puño limpio con los realistas revolcándose en el suelo como verdaderos combatientes, en una hora destrozamos e hicimos huir a los realistas, allí en el fragor de la batalla, con el Batallón Burgos, recibí dos tiros en una pierna y un lanzazo en un costado, por un compañero, por pura confusión, fue desgarrador, y un gran dolor que casi me desmayaba, sentí que me había atravesado de banda a banda, me costaba respirar, creía que me moría, mas cuando me informaron que el tétano estaba rondando mi vida y que era muy probable mi muerte en cuarenta y ocho horas, lo del tétano se justificaba, porque cuando íbamos a una batalla llenábamos o embadurnábamos la punta de la lanza con bosta de caballo, que es un emporio del bacilo del tétano, me llene de mucho valor a esperar que apareciera de un momento a otro la muerte, pero empecé a recuperarme lentamente y logre salvarme de ese duro golpe.
Para nosotros, los que habíamos sido soldados del Taita Boves, se nos hacia muy difícil llamar a el General Páez, Taita Páez, y el lo sabia y comprendía, eso no le restaba los atributos que el Nuevo Taita Boves, poseía, para nosotros el Taita Boves, había reencarnado en vida, en la persona del General José Antonio Páez y en cada batalla lo demostraba, poseía sus rasgos de sanguinario, pero no tan exagerado como el verdadero Taita Boves; después de la Batalla de Carabobo, ya al final lo empezamos a llamar el "Catire Páez" y a el le gustaba, llegó el momento de abandonar las armas, con un territorio medianamente libre y sin peligro, me despedí de todos mis compañeros de lucha y de todos mis comandantes así como del "Catire Páez", ya me sentía cansado, mis mejores años de la juventud los había pasado de batalla en batalla, cuando me enrole con el Taita Boves, tenia apenas diez y nueve años cumplidos, y había pasado nueve años de batalla en batallas, tenia veinte y ocho años cumplidos, todos los días creía que ese era mi ultimo día con vida, así como otros, perdí muchos amigos en esas batallas, pero valió la pena, tuve la gran suerte, gracias a mi Diosito y al anima de mi papa negro, que me permitió salir airoso en todos los lances en los cuales me vi envuelto y tome parte.
Desamarre mi caballo, me despedí con mucha tristeza de mis compañeros de lucha, le di las gracias al Taita Nuevo o catire Páez, y con paso lento me aleje del sitio, me dirigía a mi rancho a cuidar a mi mama negra, y ayudarla en los quehaceres del hogar, necesitaba descansar igual que mi noble caballo, "mira quien viene," también quería y aspiraba formar un hogar, tener mis negritos bembones como yo, conocer en carne propia lo tanto que se debe querer un hijo, empecé a soñar y recordar despierto por todas las cosas por las que pase, quería y era una ansiedad aprender a leer y a escribir, observaba las bellezas naturales que nos brindaba el llano, sobre todo los atardeceres, los ríos y la tupida vegetación en la sabana, sus animales en particular el sin fin de aves que surcan el cielo en busca de sus madrigueras, y en todo el trayecto dure como una semana de travesía, de mi regreso al rancho, el consejo de mi papa negro referente a la campechana, fue efectivo, ya que dormí cinco noches en plena sabana, en el día, durante mi trayecto, fue soñar despierto, hablaba conmigo mismo, yo, me hacia acompañar con el anima de mi papa negro, mi persona, mi caballo y mi sombra, la cual algunas veces la tenia de lado y en otras, hacia atrás hasta que se desaparecía, me convencí que existen muchas cosa bonitas e interesantes, mucho mejor que ver cadáveres en una sabana, producto de la barbarie de los hombres, y las aves de rapiña a la espera para devorar en un santiamén los cadáveres expuestos al sol, después de una contienda, me fui hundiendo en la inmensidad de la sabana, y solo mi figura, en ese inmenso paraíso natural, contrastaba con ese paraíso, era un pequeño punto en el horizonte de la infinita sabana, que me iba alejando lentamente, pero muy lentamente, acompañado solamente por las imágenes mentales y pasadas que me habían dejado las batallas en las cuales tomé parte, me di cuenta que era un humano, que era un insignificante mortal ante el poder de Dios, que me dirigía a mi hogar donde mi mama negra me esperaba todos los días, el astro rey, se iba ocultando gradualmente, como pidiéndome disculpa, por que iba a ceder su espacio a el astro de la noche y ya no seria igual; seguí… seguí… seguí, hasta perderme de la vista de los demás mortales, siendo mi cómplice la curvatura de la madre tierra, y el manto oscuro de la noche, al fin me di cuenta quien era yo, Sargento de la Legión Infernal de José Tomas Boves, de nombre: Inocencio del Carmen Figueredo.
NOTA: El presente relato con características de cuento o anécdota, ha sido producto de la inventiva, versatilidad de la mente y creación del autor, pero, en dicho relato, existen muchas realidades, las cuales acontecieron tal o peor como se narran.
Autor:
Coronel (FAV) Juan Enrique Laurentin Rojas.
VALENCIA 23 DE MARZO 2013.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |