La fobia al trabajo puede ser estudiada como una más de las tantas variedades que existen de fobias sociales.
Para nosotros considerarla como tema para recibir nuestra atención es preciso que la veamos como entidad común, que afecta e impacta de modo adverso en sus víctimas, tanto directas como colaterales y que causa muchas dificultades a tantos quienes son víctimas de quienes confunden un síntoma a menudo paralizante con un capricho o falta de ambición personal.
Como trastorno episódico este tipo de fobia es común en la niñez y en la adolescencia donde se la estudia bajo el término de la fobia escolar.
Es interesante constatar que las fobias, por su naturaleza misma, son trastornos de control y de racionalización, ya que con ellas, a menudo se manipulan relaciones y siempre se justifican como debidas a factores ajenos al paciente que las exhibe, como sería: "no trabajo, simplemente, porque aun no encuentro un empleo digno de mi interés…" (Para una obra exhaustiva en esta área: W. H. Rivers, Instinct and the Unconscious: A Contribution to a Biological Theory of the Psycho-Neuroses).
Para mejor entender nuestro propósito didáctico estudiaremos un caso extraído de la clínica.
El caso de Danilo — El vago de la Semana…
El menor de entre cinco hijos y el único varón. Nació a padres ya mayores que, habían descuidado métodos contraceptivos, por razones de su edad.
Danilo vivió una niñez cómoda y protegida. Sus hermanas lo complacían en todos sus caprichos, mientras que sus padres, satisfechos, permitieron que las hembras se hicieran cargo del niño.
Cuando no pudo terminar el bachillerato ya que padeciera de fobias sociales, el marido de Elena, la hermana mayor, lo empleó en el aeropuerto local, donde él asimismo trabajaba. Danilo llenaba los tanques de combustible de dos avionetas que a él habían sido asignadas. No era labor demandante, pero, sus miedos estaban controlados ya que su horario era muy flexible.
Cuando conoció a Rebeca, mujer divorciada y con tres hijos, su vida cambiaría de modos, por él insospechados –– Por primera vez en su vida consideró trabajar, lo que nunca, de antes, pensaría ni tan sólo imaginar.
Su divisa había sido una reliquia de años pasados, cuando la guerra en Vietnam. Transformó: "Make love, not war" — por "Make love, not work".
Rebeca era rica — muy rica. Y, también era gorda — muy gorda. Lo que no le planteaba impedimento para conquistar hombres que disfrutaban de las tarjetas de crédito que ella les obsequiaba y de manejar uno de sus varios automóviles deportivos de manufactura alemana.
Muy pronto, Danilo se mudó con Rebeca y sus hijos. Los hijos vivían muellemente, sin estudiar, sin trabajar y sin afanes de escuela.
Eran bien provistos por un abuelo acaudalado y por padres respectivos, de previos matrimonios con Rebeca.
Para disimular, todos compartían la mentira de que Danilo era empleado de una agencia que instalaba sistemas eléctricos de seguridad.
Un programa de televisión dominicana le proporcionó su apodo. De ser el Gordo de la Semana, sería el Vago de la Semana, cortesía del segundo ex esposo de Rebeca, a quien molestara que parte del dinero que su hijo, de él recibiera, fuera a parar en los bolsillos de Danilo.
Cuando alguien deseaba burlarse de este hombre fóbico, lo llamaban un "mantenido" o sino un "becado". (Para un entendimiento detallado de esta fobia se recomienda: Scientific American Science Desk Reference — 1999).
La vida de esta familia…
Mamá salía temprano al trabajo, en la oficina de un hermano, quien le asignaría una sinecura en su industria — ya que ella nunca se graduó del bachillerato debido a un primer embarazo a la edad de dieciséis años.
Danilo, por su parte, después del desayuno, leía los periódicos locales y salía al "trabajo", que consistiera en manejar el lujoso carro de la esposa hasta la hora del mediodía, cuando se reunían en un restaurante para el almuerzo.
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