El hombre como persona
P. Laín Entralgo, en Atropología de la Esperanza, sostiene, "Vivir humanamente en este mundo significa proyectar; proyectar es preguntar, y preguntar es querer ser algo de lo que uno puede ser…"
El hombre, desde el momento de su nacimiento, se concibe muy diferente a los animales. Pues el programa genético de cada animal posee capacidades limitadas de inteligencia; reciben de la herencia propia de su especie, una serie de instintos necesarios para la supervivencia y adaptación al medio.
En cambio el ser humano, no esta consolidado; es decir, su vida no transcurre por carriles previamente forjados sino producido por la naturaleza a "medio hacer". La otra mitad de su existencia le toca a él mismo completarla.
Esto da cuenta del hombre como un ser Trascendental, que ante un estímulo puede generar una respuesta no solo inmediata sino que mas allá de la acción en sí, pueda transgredir en el tiempo. Así como también puede Proyectar, planificar sus acciones acorde a diversas posibilidades e intereses.
Podemos afirmar entonces que el hombre no es un ser consumado en el momento de nacer, sino que va construyéndose a lo largo de la vida, gracias a la Educación que reciba, el contacto con los otros, y la influencia propia del entorno en que se desarrolle.
La educación como un factor que complementa las orientaciones genéticas del niño y lo provee de un universo de posibilidades, con las cuales va conformando su propia historia.
Así, la naturaleza del hombre no se realiza mas que en la cultura que lo recibe.
En la comparación del hombre con el animal, Ernest Cassier considera "Entre los sistemas efectores y receptores de toda especie animal, existe en el hombre un tercer esabón que podemos denominar sistema simbólico…" Y lo caracteriza como una nueva dimensión de la realidad.
Esta dimensión propia de los seres humanos se refiere a la conciencia de sí mismo; el poder de razonar, plasmarse a sí mismo desde distintas perspectivas, y armar en función de esta propiedad, un proyecto de vida, que implica adaptar y adaptarse a las condiciones externas a la persona.
Aunque para poder plantearse como sujeto necesita primero que los otros lo reconozcan como existente; requiere atención y afecto para desarrollarse, experimentar el gusto de vivir y adquirir los signos y símbolos que le permitirán proveerse de un medio, comunicarse con los demás y comprender el mundo. Todo ello es gracias a la plasticidad y resistencia del cuerpo humano, con lo que puede desarrollar la socialización y simbólica corporal.
Si por el contrario el hombre fuera despojado del medio social en los primeros años de vida, por la importante dependencia biológica que posee probablemente no sobreviva.. O en casos excepcionales si fuera recogido por alguna especie animal; el hombre probablemente sobreviva pero modelaría su conducta a las funciones simbólicas de los animales.
El autor David Le Breton narra una serie de historias sobre "niños salvajes" encontrados, para dar cuenta del poder de adaptación que dispone el ser humano tanto en los aspectos psicológicos como corporales. Porque solo dentro del vínculo social el ser humano puede considerarse como persona.
Podemos comprender entonces que nuestro cuerpo y rasgos característicos de la personalidad son un reflejo de las condiciones del entorno al que pertenecemos y como seres sociales, estamos formados por nuestra propia historia y condicionamientos, y nos establecemos como tales, dentro de una cultura.
El hombre como ser inacabado, recurre a su autoformación, autodefensa y autosuperación.
Como dijimos anteriormente, la realización del hombre no se logra por si mismo como en los animales, sino por un esfuerzo continuo de aprendizaje, reflexión y propia voluntad. Es decir, el hombre se hace a sí mismo, influenciado por la cultura; la cual según antropólogos actuales se define como "Patrones explícitos e implícitos, de y para la conducta, adquiridos y transmitidos mediante símbolos y constituyendo los logros distintivos de los grupos humanos, incluyendo sus expresiones en artefactos".
La cultura es creación del hombre, por eso en tal sentido se contrapone a la naturaleza que es lo que se nos dio, la cual no es producto de la actividad de éste. La cultura entonces nace como una negación a la naturaleza, a las cosas que espontáneamente están establecidas, y lo que hace el individuo hace es transformarlas. Tiene libertad para hacerlo, porque sin libertad no hay cultura. Cuanto más se separa de la naturaleza, tiene más responsabilidad de sus actos, es por ello que aumenta el riesgo, la posibilidad de equivocarse, que es el significado de lo "humano".
Podemos distinguir dos tipos de cultura: personal y objetiva.
Definimos a la primera como el cultivo y actualización de las capacidades que el sujeto posee; el desarrollo integral y armónico de su personalidad única.
El hombre se experimenta como un "yo" único distinguiéndose así de las demás personas, y asumiendo la responsabilidad de su propio destino.
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