Fotografía versus escritura. Civilización y barbarie en el cuento «Fotos» de Rodolfo Walsh
Enviado por Juan Manuel Suárez
"Los muertos están cada día mas indóciles" Roque Dalton
Dos medios de expresión diferentes entran en combate en Fotos. En primer lugar, y de manera visible, la fotografía, que aparece desde el título mismo del cuento, y que será la vocación de Mauricio, uno de los personajes principales. Luego, en una segunda mirada, encontramos tematizada la escritura: la voz del narrador es hegemónicamente la de Jacinto Tolosa (hijo), amigo de Mauricio que a lo largo de la trama del cuento se convertirá en abogado, al cual su hermana Estela y su madre le escriben cartas y quien, además, escribe versos.
Diferencia y barbarie
En principio, entonces, quien narra lo sucedido es Tolosa. Y Tolosa es, además, miembro de una clase, hijo de un estanciero que protesta contra los avatares del peronismo: "-Acordáte quien sos- decía lentamente-, y que todo esto va a pasar. La ciudad se muere sin el campo, y el campo es nuestro" (1). El discurso de la familia de Tolosa se constituye desde la jerárquica distancia que los separa del pueblo, un pueblo que el peronismo ha traído mas cerca que nunca, y del cual ellos insisten en diferenciarse. Su padre echa a sus empleados cuando estos reclaman derechos sindicales. Su hermana deja de asistir al club porque va demasiada "gente". Su madre le recomienda que deje la pensión en la que vive en Buenos Aires durante sus estudios, porque esa no es compañía para él.
El personaje de Mauricio es entonces narrado desde la voz de Tolosa como su amigo de infancia, un amigo incorrecto, rebelde, un miembro indócil de ese pueblo del que su familia busca distinguirse, y con quien su padre le pide inútilmente que no se junte. Desde el relato hegemónico de la clase a la que pertenece Tolosa, Mauricio es la diferencia, alguien que "circula clandestinamente" (2) en las historias familiares, de quien no se habla directamente, cuyo nombre no se menciona en las cartas: "tu amigo M. volvió esta semana" (3).
La diferencia es precisamente, siguiendo a Derrida, aquello que no puede nombrarse, lo que escapa al lenguaje.
No hay esencia de la differance, esta (es) lo que no solamente no podría dejarse apropiar en el tal cual de su nombre o de su aparecer, sino también lo que amenaza la autoridad del tal cual en general(4).
Mauricio constituye, para el discurso de la familia a la que pertenece Tolosa, para su clase, la diferencia, aquello que no se deja apropiar por el lenguaje, una amenaza a la autoridad. "Nadie quiere pronunciar su nombre" (5). La incapacidad para nombrar, sostiene Barthes, es un buen síntoma de trastorno(6). Curiosamente, sólo hay otro personaje al que en determinado momento del cuento se evita nombrar directamente: "no quiere leer los diarios ni prender la radio para no escuchar al que te dije" (7). Se trata del presidente Perón, que es para la clase de Tolosa la total diferencia, la amenaza más grande.
Y si Mauricio es la diferencia, también encarna de manera ejemplar a la barbarie. Frente a Tolosa, que se va a Buenos Aires a estudiar derecho y aprende latín y escribe versos, frente a la civilización, Mauricio "parecía Facundo, o un peluquero de historieta, o las dos cosas a la vez, pero mas que nada Facundo, cuando me estudiaba en silencio, astuto y sobrador, preguntándose qué habría quedado de mí en todo ese tiempo y hasta qué punto podía contar conmigo" (8).
Tolosa, que ha leído, compara a Mauricio con Facundo, con la barbarie misma, aquello que su padre nombra como los advenedizos sin ley y sin sangre a quienes "el viento de la historia se los lleva, porque no tienen raíces" (9). En efecto, Mauricio se construye como un personaje que no tiene raíces, va de un lado a otro como si el mundo lo persiguiera, no puede quedarse quieto: "-No sé, un nudo en la garganta, algo que me empujaba, me decía "Raja, pibe"-" (10).
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