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Abogacía: corporativismo y sobreprecios


Partes: 1, 2

     

    1. Muchos abogados
    2. Pocas exigencias para ser abogado
    3. La reforma que no llega
    4. Bolonia: entre el rechazo y la indiferencia
    5. Colegio de Abogados: el sol que más calienta
    6. Criterios de Minutación: por las nubes
    7. Falta de transparencia en la elaboración de los baremos
    8. Falta de coherencia de los baremos con la oferta y la demanda
    9. Falta de coherencia de los propios baremos
    10. Abuso de posición dominante
    11. Conclusiones

    Introducción

    La mayoría de las universidades españolas piden un 5.0 en Selectividad para ingresar en Derecho y muchos alumnos aprueban sin ir ni siquiera a clase. Cualquiera licenciado en Derecho puede ser abogado. Pero el 1 de marzo de 2009 – en plena crisis económica – los Colegios de Abogados de Castilla y León volvieron a incrementar en 10 por ciento casi todos los criterios de minutación a pesar de haber actualizado estos precios tan sólo seis meses antes. Dichos Colegios, que actúan de juez y parte en las disputas sobre honorarios entre abogados y clientes, pretenden que los colegiados cobren entre 70 á,¬ y 200 á,¬ por hora de trabajo efectivo – más un porcentaje de la cosa juzgada – aunque el abogado sea novato. Para ello, editan unos baremos de honorarios que no sólo carecen de rigor metodológico, sino que parecen pensados para distorsionar los precios de mercado. Los Juicios de Separación Matrimonial y Divorcio constituyen un buen ejemplo de cómo funciona esta distorsión. Tanto las universidades como los Colegios de Abogados se oponen a una reforma del sistema.

    Muchos abogados

    España cuenta con un número muy elevado de abogados, aunque el número de Tribunales se ha reducido en los últimos años, según un informe comparativo de 43 países publicado el año pasado por la Comisión Europea por la Eficacia de la Justicia (CEPEI) del Consejo de Europa con datos de 2006. [1]Con casi 120.000 abogados ejercientes, nuestro país ocupa el cuarto puesto de la clasificación, con 266 letrados por cada 100.000 habitantes, frente a los 76 de Francia, los 168 de Alemania o los 145 de Bélgica. Los únicos países que superan a España son Grecia, Italia y Luxemburgo. [2][3]

    Cerca del 40% de los licenciados en Derecho se dedican al ejercicio libre de la profesión, mientras que el resto se divide, casi a partes iguales, entre la Administración Pública, a la que puede accederse a través de distintas oposiciones, y la empresa privada.[4] Dado el abanico muy amplio de salidas profesionales que ofrece la carrera de Derecho, muchos estudiantes que no tienen una clara vocación, hacen un planteamiento pragmático y optan por ella. Cada año se licencian en las facultades de Derecho españolas unos 13.000 alumnos, aunque sólo 6.000 se colegian y buena parte de ellos abandona la profesión en pocos años.[5]

    Pocas exigencias para ser abogado

    Aunque el nivel académico que se exige en Derecho es bastante alto, la mayoría de las asignaturas se pueden aprobar memorizando y sin ir a clase. En un arrebato de sinceridad poco común entre los docentes, Demetrio Loperena Rota, Catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad del País Vasco, cuenta el caso de un alumno que aprobó las veinticinco asignaturas con apuntes adquiridos en la fotocopiadora de la Facultad, sin jamás comprar un libro o código. En sus propias palabras:

    "Hace unos cinco años me encontré a la salida de la Facultad con un antiguo alumno que solía conversar conmigo durante su época de estudiante. Me dijo que trabajaba en un bufete, pero que había tenido que estudiar Derecho después de tener el título de licenciado: en la Facultad no había aprendido demasiado. Le contesté que no me lo creía ya que había sido un estudiante no brillante pero regular y participativo. Sentenció finalmente: he aprobado las veinticinco asignaturas con apuntes comprados en la fotocopiadora de la Facultad, nunca he necesitado comprar un libro o código para aprobar los exámenes. Esto es, los servicios de la Facultad proveen de apuntes a los alumnos. Es parte del sistema, no es una actividad clandestina sino favorecida por algunos de nosotros mismos. Tengo que repetir que me dejó el corazón partido. Sin darme cuenta llevaba quince años dando clases absurdas, sin ninguna utilidad, ya que cualquier persona con estudiar durante cuatro días en junio podía aprobar holgadamente mi asignatura. Incluso me percaté de que los alumnos que asistían a clase no solían sacar mejor nota que los que gastaban apenas un mes en sacar las seis asignaturas de cuarto. (Énfasis añadido) [6]

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