Descargar

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero

Enviado por Nancy Beatriz Eger


Partes: 1, 2

    1. Los niveles de contenido y relaciones de la comunicación
    2. Niveles de percepción interpersonal
    3. La puntuación de la secuencia de hechos
    4. Errores de "traducción" entre material analógico y digital
    5. Patologías potenciales en la interacción simétrica y complementaria
    6. Glosario
    7. Bibliografía.
    8. Hayacawa
    9. Para comprender la forma de ver al paciente de Sacks (Adj.)

    "El doctor P. Era un músico distinguido, había sido famoso como cantante,

    y luego había pasado a ser profesor de la Escuela de Música local.

    Fue en ella, en relación con sus alumnos, donde empezaron a producirse ciertos extraños problemas. A veces un estudiante se presentaba al doctor P. y el doctor P. no lo reconocía; o, mejor, no identificaba su cara. En cuanto el estudiante hablaba, lo reconocía por la voz. Estos incidentes se multiplicaron (…) porque el doctor P. no sólo fracasaba cada vez más en la tarea de identificar caras, sino que veía caras donde no las había: podía ponerse, afablemente, a lo Magoo, a dar palmaditas en la cabeza a las bocas de incendios y a los parquímetros, creyéndolos cabezas de niños; podía dirigirse cordialmente a las prominencias talladas del mobiliario y quedarse asombrado de que no contestasen.

    Al principio todos se habían tomado estos extraños errores como gracias o bromas, incluído el propio Dr.P. . La idea de que no hubiese algo raro no afloró hasta unos tres años después, cuando se le diagnosticó diabetes. Sabiendo muy bien que la diabetes le podía afectar la visa consultó a un oftalmólogo.¨ que le confirmó que no tenía nada en la vista, pero que tenía problemas en las zonas visuales del cerebro, y que debía acudir a un neurólogo, así se conectó con el Dr.Sacks, quien comenta…¨Se hizo evidente a los pocos segundos de iniciar mi entrevista . que no había rastro de demencia. . Era un hombre muy culto, simpático, hablaba bien, con fluidez, tenía imaginación, sentido del humor. .

    Y sin embargo había algo raro. Me miraba mientras le hablaba, estaba orientado hacia mí, y no obstante, había algo que no encajaba del todo. . Llegué a la conclusión de que me abordaba con los oídos, pero no con los ojos. Éstos, en vez de .¨fijarse en mí¨., del modo normal, efectuaban fijaciones súbitas y extrañas ( en mi nariz, en mi oreja derecha, bajaban después a la barbilla, luego subían a mi ojo derecho), como si captasen. esos elementos individuales, pero sin verme la cara por entero, sus expresiones variables¨a mí¨como totalidad. No estoy seguro de que llegase entonces a entender esto plenamente, solo tenía una sensación inquietante de algo raro. .

    -¿ Y qué le pasa a Ud.?, le pregunté por fin.

    – A mí me parece que nada- me contestó con una sonrisa- pero todos me dicen que me pasa algo raro en la vista.

    -Pero Ud. no nota ningún problema en la vista.

    -No, directamente no, pero a veces cometo errores.

    Salí un momento a hablar con su esposa. Cuando volví, él estaba sentado junto a la ventana muy tranquilo, atento, escuchando más que mirando afuera.

    -Tráfico-dijo-ruidos callejeros, trenes a lo lejos. componen como una sinfonía ¿verdad, doctor? ¿Conoce usted Pacific 234 de Honegger?

    Qué hombre tan encantador , pensé. ¿cómo puede tener algo grave? ¿Me permitiría examinarle?

    Apacigué mi inquietud y creo que la suya, con la rutina tranquilizadora de un examen neurológico: potencia muscular, coordinación, reflejos, tono. . Y cuando examinaba los reflejos (un poco anormales en el lado izquierdo) se produjo la primera experiencia extraña. Yo le había quitado el zapato izquierdo y le había rascado la punta del pié con una llave (un test de reflejos frívolo en apariencia, pero fundamental) y luego, excusándome para guardar el oftalmoscopio, lo dejé que se pusiera el zapato. Comprobé sorprendido al cabo de un minuto que no lo había hecho.

    • ¿Quiere que le ayude?-pregunté.

    • ¿Ayudarme a qué? ¿Ayudar a quién?

    • Ayudarle a Ud. a ponerse el zapato

    • Ah, sí- dijo- se me había olvidado el zapato-y añadió, sotto voce-:¿El zapato? ¿el zapato?

    Partes: 1, 2
    Página siguiente