Tercera etapa: La Imaginación.
Aquí conviene detenerse un momento y reflexionar. Hemos descubierto fuerzas que no sabíamos que estaban y siempre estuvieron ahí. Es más, dijimos que nos utilizaríamos como modelos de la naturaleza y, como sabemos que todo interactúa y se asemeja, vemos que esa dualidad que está en nosotros, una parte claramente visible y otra más oscura, es la misma que el día y la noche, el verano y el invierno, la infancia y la vejez, la vida y la muerte.
Todo rueda por ciclos. Lo importante es incorporar esto a la conciencia y ampliarla, lo más posible, paciente y constantemente.
Nuestros sentidos nos informan, la traducción de esa información debe ser atendida con sumo cuidado, con la mayor objetividad posible, porque es imprescindible que sea cierta, lo más cierta posible. Nuestros sentidos más habituales de percepción son cinco, pero la combinatoria matemática de 5 da 120, nada menos que ciento veinte combinaciones posibles de percepción.
A estas habría que sumarle las emociones, las sensaciones y los recuerdos. Es evidente que ajustar al máximo la información que nuestros sentidos nos proporcionan, nos permite profundizar la comprensión de las personas, las situaciones y las cosas. Lo que, a su vez, nos permite visualizar nuestro objetivo con mayor cantidad de detalles.
A veces hablamos de la imaginación como si habláramos de una maquinita de orquestar fantasías inalcanzables. Imaginar es pensar en imágenes, ver con la mente. Ya hemos escuchado muchas veces que una imagen vale por mil palabras. Al hacernos una imagen de lo que queremos alcanzar, nuestro objetivo, podemos ajustar detalles con más precisión. Y es evidente que cuanto más clara y detallada tengamos la meta, más fácil llegaremos.
Cuarta etapa: La Clasificación.
Todo lo que percibimos y lo que interpretamos de lo percibido y lo que pensamos sobre lo percibido, lo clasificamos en nuestra memoria de acuerdo a criterios y sistemas que utilizamos, posiblemente, desde la adolescencia, a veces desde la infancia. En cualquier caso es seguro que nuestro sistema de ideas es anterior a la decisión que hemos tomado, la de lograr un determinado objetivo.
Esto complica nuestro funcionamiento. Porque cuando se inicia un proceso que desembocará en un mayor desarrollo personal, que es lo que siempre sucede cuando se logra un objetivo deseado, tenemos que revisar todo el sistema de ideas anterior, el que no incluía la decisión tomada. Una especie de "limpieza de primavera". De actualización.
Esto es necesario porque a través de nuestra historia hemos clasificado gran cantidad de información que aparece cargada de sentimientos y emociones que tuvieron su sentido en aquél momento, pero en el actual no. Hubo cambios en nuestra relación con nosotros mismos y con el entorno, por lo que inevitablemente debemos actualizar nuestro sistema ideario, nuestros modelos de pensar. Especialmente en el ámbito que atañe a nuestra tarea, la tarea es la que nos marca la dirección a seguir y sus necesidades logísticas.
Somos, simultáneamente, el instrumento de producción de nuestro objetivo y el campo de acción donde opera este instrumento. Estamos en un modelo de producción de cambios. Cambios en nosotros, en nuestras circunstancias y en nuestra forma de producir el producto privilegiado por nuestro deseo. Por eso es más que conveniente que observemos detenidamente la coincidencia, o el desvío, de nuestro accionar con relación a nuestra forma de clasificar, en nuestra memoria, que es nuestro archivo o fichero, las nuevas asociaciones de ideas, sentimientos y emociones, ya que son el material con el que trabajamos para el logro de nuestro objetivo.
Quinta etapa: La Intuición.
Si le prestamos atención a nuestro lenguaje, veremos que después de pasar por las anteriores etapas, reclama un ajuste, esto es porque nuestro lenguaje refleja el estado actual de nuestra conciencia. A mayor conciencia, mayor posibilidad de acción. Nuestra mente incorpora, asocia y clasifica la información de la realidad externa, mezclándola con la que ya tenemos acumulada en nuestra memoria individual y colectiva. De esta mezcla surgen nuevas formas de percepción.
Como la intuición, que proviene de la limitación de un campo de atención, de la concentración en él, de la incorporación de los recuerdos ilustrativos, del buen uso de la imaginación creativa y de la clasificación correcta de todo el material conseguido. Si a este conjunto le agregamos la posibilidad de acceder a una comunicación directa con nuestra parte genérica, inconsciente, instintiva, que es la que sigue el impulso evolutivo, llegamos a la intuición.
La comunicación entre lo que somos y lo que fue el desarrollo de toda nuestra especie, camino que está inscripto en nuestra memoria histórica y también en nuestros genes, es la intuición. La voz de la experiencia. Casi 8 millones de años de experiencia acumulada y registrada detalladamente. Cuando conseguimos oír esa voz, intuimos. Así es la intuición, surge como "una percepción interna y fugaz de una idea o una verdad que aparece como indudable a quien la tiene". Es la voz de la experiencia, la que no duda.
Sexta etapa: El Cambio.
Cuando aprendemos algo de nosotros mismos ya no podemos volver atrás, nos encontramos en una situación distinta. Somos distintos. Hemos cambiado en lo que más nos interesa actualmente, en la forma de percibirnos con relación a nuestro objetivo principal. El cambio es interno y determina nuestra percepción de lo externo, nos da la seguridad de que nuestro conocimiento comienza por muy poco y se va ampliando, en la medida que utilicemos, atenta y conscientemente alertas, a estos cinco principios activos que constituyen a este modelo de producción que estamos comenzando a utilizar.
Sabemos que si alimentamos a nuestra mente con percepciones bien definidas y verificadas, haciendo uso de toda la memoria colectiva, de la más libre imaginación creadora y nos aseguramos de clasificar todo correctamente, nos beneficiaremos con la enseñanza interna de la intuición. Ésta nos indica el cambio más importante que se da en nuestros modelos de pensamiento, para conseguir algo no tenemos que estar en contra de nada más que de nuestra propia ignorancia sobre algunos aspectos del tema que nos ocupa.
Al conectarnos con nuestras nuevas fuerzas auxiliares, que son totalmente auténticas, las que están en nuestra parte inconsciente, hemos logrado la visualización de una fuente energética inconmensurable. Con calma y desde una voluntad de integración total, viendo que la mayoría de los obstáculos que suponíamos entre nosotros y nuestro objetivo no eran tan grandes como nuestro desconocimiento sobre ellos, podemos utilizar una forma de cooperación, induciendo a nuestro inconsciente a que elabore respuestas para preguntas concretas.
Es algo muy similar al proceso de siembra, una sola semilla por vez, equivalente a cada pregunta, y esperar a su cosecha, la respuesta. El tiempo es subjetivo.
Séptima etapa: Los Logros.
Esta etapa, la verdadera, tendría que describirla cada uno de los que hayan llegado hasta aquí. El conocimiento de los logros es individual, existe una ley de crecimientos desparejos y distintos, que ratifica la particularidad de cada uno, debemos poner en primer plano a nuestro objetivo y, desde él, podremos evaluarnos y analizar los logros.
Que quede muy claro que no hemos buscado, ni encontrado, ningún elemento extraño a la naturaleza de las personas. Más bien nos detuvimos en los elementos que conforman esta naturaleza y descubrimos que el lenguaje cotidiano y el pensamiento usual que lo acompaña, tienden a restarle importancia a casi todos los instrumentos y sistemas que las personas traemos desde nuestro nacimiento y que son el producto de más de 8 millones de años de evolución.
Esta tendencia tan negativa y poco enriquecedora está motivada por la inercia, la propiedad de los cuerpos, en este caso de los cerebros, de no modificar su estado de reposo, o de movimiento, si no es por la acción de una fuerza que puede romper lo no creativo, la inmovilidad, o el movimiento sin dirección prederminada, esta fuerza es nuestro deseo, en acción, transformado en voluntad. Ese es el poder definidor.
Rota la inercia, con cada logro de un objetivo, aprendemos más de nosotros mismos y de nuestras posibilidades, lo que nos permitirá afrontar el siguiente objetivo con mayor eficacia. Un punto de llegada es, al mismo tiempo, el inicio de un nuevo ciclo. Indefinidamente. Como la vida misma. —
Alberto Costa
Director de Cursos Mitikum
Psicoterapeuta, dinámico y operativo
Coach Personal y Profesional
Ó 2006.
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