Entre sol y sombra…
Un beso
Capítulo 1
Alatthy abrió los ojos para encontrarse con una imagen vestida de blanco. Sintió como la piel sufría por el frío y su cabello corto era humedecido por la nieve. Miró con tristeza la poca ropa que cubría su cuerpo de cinco pies con tres pulgadas. No había salido ese día con intención de ir de paseo al Polo Norte. Comenzó a caminar, luchando por mover sus pies a cada paso. La nieve le cubría hasta las rodillas haciendo de esa misión de rescate, una casi imposible. Tenía que encontrar a quien había pedido auxilio de prisa o no terminaría esa con los dedos completos. Ya se podía imaginar la cara de Eucilp, al ver sus pies negros y congelados. Se quedaría ronca explicando que no era su culpa, y el cómo minutos antes había estado calientita, bajo un sol radiante, escuchando a una abuelita en Chiapas, México. La llamada de auxilio le hizo dar el salto sin más, como era costumbres entre los de su raza, había ido del calor al frío sin planificación alguna. Comprendía que luego pagaría el precio por tal acción, dispuso en su mente la regulación de la temperatura de su cuerpo y sintió el desgaste de energía. Tenía treinta a cuarenta minutos, antes de quedar como un palito helado. Se sonrió ante la foto mental, los labios pequeños completamente violetas, los ojos abiertos con un brillo suplicante, las mejillas de un color lila claro sin vida. Sería todo un espectáculo de cadáver, más una burla completa a su ineficiencia como ángel de la guarda.
Escuchó un grito y las palabras que le siguieron en "Arameo" le provocaron un escalofrío, tenía una idea de quién hablaba, pero era más el latido en su corazón el que le avisaba que estaba en lo correcto. "Jehui", susurró el nombre con dolor y aprensión, él no podía estar metido en ese lugar, estaba muy lejos de los suburbios que controlaba. Sin embargo, no podía negarse la verdad al sentir los rastros de poder que le aseguraban su sospecha, el poder que estaba en el ambiente y que golpeaba su piel como si de ráfagas de viento se tratase, lo podría reconocer mil años después.
Detuvo la caminata y medito en lo que le esperaba adelante, se enfrentaría sola a un demonio de categoría siete, muy enojado y sin apoyo de ningún tipo. ¿Estaba loca? Posiblemente. En la tierra sólo había dos docenas, tal vez un poco más, de demonios de ese nivel. El hecho de que conociera a la mayoría por nombre y forma humana, era desconcertante. Por otra parte, nunca se había enfrentado sola a uno de ellos. Las palabras que le siguieron la obligaron a moverse "Pequeñas alimañas, les sacare el corazón y serán capaces de verlo latir mientras lo hago cenizas." Sí, era Jehui, el perfecto arameo y la sangrienta descripción no dejaban duda de ello. Con una maldición se preparo para dar el salto, tomando unos segundos para trasvasar tiempo y espacio, con el deseo de llegar para salvar a quien se había metido con un monstruo.
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Una explosión hizo vibrar los árboles, Jehui observó a su alrededor, sin sorprenderse al ver a Alatthy, con su cabello corto, rubio como el sol. La mirada color caramelo cargada de horror, en segundos había cuadrado su cuerpo en posición de defensa, y estaba lista para arremeter contra él.
– Carajo, el único ángel que conozco que sale al rescate de los malos.- dijo él con ironía.
– ¿Malos?
– Sí, mira lo que hicieran con mi pequeño Nerón…
– Nerón Claudio Druso César Gemánico, es inmortal. Lo ha demostrado estando a tu lado durante siglos así que guarda tu grito de guerra para otros que puedan defenderse.
-Ya no… renuncio a su… inmortalidad para salvar la vida de alguien.
-Espera estamos hablando del mismo piromaniaco que prendió fuego a Roma y que a vivido siglos amarrado a tu falta, porque no hay nada ni nadie más que tu, con la capacidad de sobrevivir a su locura.
-El mismo, pero en la última década su hija lo había ablandado. Había comenzado a ser el que un día fue de joven, cuando la crueldad y el poder no habían hecho destrozos en su alma y mente.
– ¿Hija?
-Señorita; ¿nos va a salvar?
-Cállense, son unos idotas como se atreven a meterse con Jehui. No me digan que le vieron cara de idiota y pensaron que sería dinero fácil.- Ella vio como uno de los tres hombres asentía y sintió la vibración del gruñido animal, los humanos buscaron a su alrededor, pero no podían saber que el sonido salía de la garganta del demonio de siete pies y tantas pulgadas, que tenía un peso de varios kilos en hierro, con un cuerpo corpulento, lleno de músculos entrenados para matar de mil formas diferentes. Alatthy era consciente de la imagen que veían los humanos. La imagen humana de Jehui era buena, con un físico limpio piel oscura y ojos y cabellos negros. El brillo en su mirada estaba lejos del que los ojos demoníacos podían mostrar. Aún así era una forma hermosa y delicada. El problema estaba en que los hombres habían intentado atrapar un gatito sin saber que era un león enjaulado. Seguían sin comprender como un hombre de una altura promedio, tenía a uno de ellos atrapado del cuello y levantado del suelo. No sabían que se perdían el espectáculo de los ojos negros con fuego brillando en el centro de sus pupilas, las uñas en forma de garras y el dragón tatuado recorriendo el pecho desnudo con vida propia, buscando su próxima victima. Todo muy intimidante, pero un total desperdicio en seres que no le podían ver.
-No sabía que el inmortal se estaba procreando. ¿Lo reportaste…?
-¿Qué tu crees? Además te recuerdo que aquello que sucedió en mi casa no debe interesar a la tuya.
-Cierto, pero aún no comprendo como has terminado en este lugar perdido de la mano de Dios, con tu secretario y sin guardaespaldas.
-Cazadores… los lobos tienen problemas, los árboles están siendo cortados cuando la ley PGWL que los protege está recién firmada. Los humanos están destruyendo la tierra y utilizando todas las trampas que pueden crear para salirse con la suya, por unos malditos billetes.- dijo con desprecio, mirando a quien aún sostenía por el cuello. -Aclaro, yo vine con toda mi gente, estos idiotas lograron separarnos con un par de avalanchas de poca monta.
-¿Avalanchas? No señorita… juro que nosotros no tenemos nada que ver con eso. Crecimos en este lugar y sabemos lo peligroso que es provocar un derrumbe de nieve. Además es poco el control que se puede tener sobre una avalancha cuando esta comienza.
-Los hombres son bolsas de testosterona sin neuronas. Jehui, suelta a los caballeros y observa lo que te rodea. Ellos intentaron aprovechar una situación de por si sospechosa, lo siento por Nerón, pero esto es muy elaborado… – se detuvo al escuchar como el viento llevaba un zumbido a sus oídos. -¡Al suelo…!- Jehui se lanzó al suelo arrastrando con él al hombre que no había soltado en ningún momento durante la discusión. Se escuchó unos gemidos y el llanto del hombre que miraba horrorizado al monstruo que le sostenía. Parecía que al tirarse al suelo, Jehui había lanzado todo su poder a protegerlos y la forma humana que le era tan familiar había desaparecido.
-No me voy a ilusionar pensando que me salvas la vida hoy buscando un pedacito de mi corazón.
-¡Idiota! Te quieren matar y tu acosándome sexualmente.
-Corazón, estás cubriendo mi cuerpo con tu pequeño monumento a la mujer… hasta ahí llega todo pensamiento racional.- Lo vio levantar su mano y enredar sus dedos en algunas hebras del cabello femenino. La sensación fue para ambos electrificante, una sorpresa que provoco que dejaran escapar un gemido de placer ante el exquisito dolor.
-¡DEMONIO…! ¡Un demonio…!- el hombre los saco de su ensoñación y ambos intentaron a una vez detenerlo antes que saliera de la esfera de protección. Alatthy ahogo un gemido de horror al ver como la cabeza se desprendía del cuerpo, para luego caer al suelo con un sonido seco.
-Están usando aire. Cuidado, mi energía esta a punto de acabarse y de seguro esperan encontrarme solo.
-¿Cuántos demonios conoces que utilicen el aire de esta forma?
-No muchos, pero si conozco más ángeles con ese poder.- dijo él con ironía.
-Lo mismo estaba pensando. Creo que el ataque esta dirigido al movimiento y por tu protección ellos están ciegos, no saben nuestra ubicación precisa. ¿Cuánto tiempo tenemos?
-Cinco minutos, pero creo que es menos si atacan directamente… parecen estar cambiando de estrategia.- Ella tuvo que asentir al ver como se formaban pequeños tornados a su alrededor, no dudaba de que estos fueran cargados de sangrientos propósitos.
-¿Qué te podría matar?
-Si no fuera por todo esto me sentirá muy ofendido ante tu pregunta. Mira que es algo delicado para nosotros los demonios que nos pregunte un ángel precisamente eso.
-A mi nivel o edad me importan un… comino lo que pueda ofender a un demonio tan viejo como tu; ¿las bandas de aire te matarían?
-No, pero unas gotas de sangre de ángel en ciertos puntos de mi anatomía eliminarían mi esencia de forma rápida y segura.
-Carajo… y me lo vienes a decir ahora. Estoy cubriendo tu cuerpo precisamente con mi cuerpo, que si no se te olvida es el cuerpo de un ángel.
-Un muy hermoso cuerpo, diría yo.
-¡Idiota a la máxima potencia! Si nos empalan te has podido jo…- Él hizo lo único que creyó la callaría, la beso con pasión. Selló sus labios con los propios en un gesto desesperado, que salió fuera de todo control. La tensión en el cuerpo femenino desaprecio, entregando un sabor dulce al paladar que evoco largas noches de húmeda pasión junto a unas sensaciones vibrantes, que tentaban al demonio salvaje que fue en sus años de juventud. No pudo resistir liberar un gemido ronco mientras frotaba sus caderas contra las de ella. Por primera vez en siglos sintió con fuerza al dragón que vivía en su piel, éste intentaba salir de su cuerpo para unirse a ella. El grito de ella fue suficiente para sacarlo de su ensoñación, el dolor estaba presente en sus facciones y sus ojos lo miraban como nunca lo habían hecho; con miedo.
-Maldición…
-Muévete Alatthy…- el aviso llegó tarde ambos estaban bajo ataque y los habían encontrado como adolescentes, con las hormonas revueltas y las manos en lugares… picantes. Él sintió el golpe y vio el rostro bajo la mascara, pero no puedo comprender por qué ese rostro.- No lo mires al rostro, está usando una mascara.
-¿Qué? Ella no entendía muy bien que había querido decir, pero intento seguir sus instrucciones. Noto varias sombras entre los árboles y siguió en línea recta contra ellas, intentando alcanzarles antes de que les cerraran todas las salidas. Tenía que detener la magia en el aire.
-Cuidado con las sombras.- dijo ella mientras corría intentando escapar del centro formado por pareces de viento.
-¿Qué sombras?- Él la vio atacar el espacio vació, en ese momento supo que la trampa era para ella, lo que explicaba la mascara que sonreía con malicia ante él.- No comprendo el por qué de estar contra ella, es un pez muy pequeño a mi lado.
-Jehui, no creas que has engañado a alguien con ese nivel dudoso. Hay muchos rumores que afirman sobre tu control de poder, siendo éste absoluto y que tu nivel realmente no ha podido ser medido por varios miles de años.
-No deberías estar haciendo caso a chismes de esquinas. Tu nivel cinco no se puede comparar conmigo, esto es suicidio. Ambos lo sabes, la pregunta es qué ganas enfrentándote a mí.- El intento mantener la atención de Katashie, no podía dejar que se acercara a Alatthy, no le gustaba para nada la falta de información. ¿Cómo sabía quien iría a ayudar en esa situación? O peor aún; ¿qué estaban haciendo en otras partes del mundo para creer que podían salir impunes de ese ataque?
-Cierto que no estamos al mismo nivel, pero no es tu cuello el que deseo rebanar. Así que espero poder hacer lo que llevo siglos deseando… esa niña nunca debió haber nacido…- el odio en sus palabras y la locura en su mirada no auguraban nada bueno.
-¿Padre…?
-Maldición… – fue un susurro, pero suficiente para que Katashie se moviera con rapidez.
-No esperaba que regresaras tan pronto. Tengo que protegerte mi pequeña.- sus gestos y mirada cargada de ternura la desalmaron. Jehui vio con horror como ella bajaba su espada y con pasos titubeantes se acerco a quien apretó con mayor fuerza la empuñadura de su espada.
-Mira que eres terca, te dije que no le miraras.
-Pero es mi padre…
-No, no lo es. Yo me encargue de que tu padre no volviera a pensar en sus queridos humanos.- dijo el sorprendiendo a ambos oyentes.
-¿Qué?
-Es un secreto guardado a gritos, soy el que mato a tu padre en la última batalla.
-Pero…- Alatthy parecía realmente confundida.
-Dejando eso aclarado, éste no es tu padre.- ella lo miró horrorizada y desvió la mirada hacía el impostor con los ojos cargados de lágrimas. El silencio cargado de electricidad, fue roto por el gemido de dolor de ella. Aun con el conocimiento de lo que encontrarían, ambos miraron el vientre femenino y el como una katana negra y ensangrentada salía de éste. Jehui se acercó para ayudarla, sin embargo ella dio unos pasos atrás asustada. El movimiento, pareció herirle en el pecho, pero no tuvo tiempo para pensar en el significado de ese dolor, al sentir que le herían de igual manera desde la espalda.
-Disfruta de mi sangre Jehui.- dijo Katashie con una risa maliciosa.
-Maldición…- La vio asentir y se dejo caer al suelo rodando con impulso y sintiendo como el metal salía de su cuerpo, la vio tomar fuerza con su movimiento. Ambos atacantes se sorprendieron al verse ante una agresión por quienes estaban mortalmente heridos. Ella con una sonrisa sinistra movió su espada de forma horizontal, para luego mirar burlona a quien hasta ahora pensó había ganado. Mientras, Jehui dio la vuelta en el suelo una vez más a gran velocidad para luego mover su espada de forma vertical, la hoja tomo fuego con la fricción del aire, tanto él como su dragón compartieron una oscura satisfacción al ver como su sable envuelto en llamas abría por la mitad al atacante de Alatthy que gritaba en agonía.
"Bien hecho pequeño"- la voz de su dragón ronca y llena de emoción le sorprendió, era mucho el tiempo que no le escuchaba.- "Pendiente, la niña está mal herida y con la sangre envenenada."
-Luego hablaremos tú y yo…- Jehui se volteo para encontrar a Alatthy sobre el cuerpo de Katashie. La katana había desaparecido, de seguro al morir su atacante ésta desapareció con él. Lo que dejaba claro que eran uno y el otro parte del mismo ente, asegurando veneno en el cuerpo herido. El se movió con rapidez para tomarla en brazos y llevarla al Santuario.
"Detente mocoso impertinente…"- la voz de su dragón lo detuvo, se miró el cuerpo cubierto de sangre y lanzó una maldición por su torpeza. – "Exacto, tu sangre la mataría en unos segundos."
La saturación de la herida en su vientre fue hecha con fuego, luego tomo trozos de nieve para lavarse toda la sangre que aún quedaba sobre su pie. No podía tomar ningún riesgo, con la protección de ella baja, temía exponerla al contacto con su sangre, lo que la mataría mucho más rápido que cualquier espada. Con toda su atención en lavar la sangre, se sorprendió al escuchar una risa apagada unida a un gemido de dolor, al levantar la vista se encontró con ella sonriendo, de seguro burlándose de él.
"Preciosa…"
-Bella…- Jehui supo que estaba metido en problemas cuando su dragón estaba así de activo y en sincronía de pensamiento con él.
-No te apures… ya me pongo en pie yo solita.- dijo Alatthy irónica.
-¡No! Puede que tengas veneno en tu sangre.
-¿Envenenamiento y tú poniéndote guapo? No me lo puedo creer, que he hecho para merecer a este idiota de pareja ante la calamidad.
"¿Está delirando?"
-No, siempre es así de irrespetuosa. Alatthy, no puedo tocarte con mi sangre. Recuerda lo peligrosa que es, puede matarte sé que estás en shock y tal vez el veneno no te permita ver lo grave de tu situación. Juro que pronto iremos al Santuario.- Ella asintió y comenzó a tararear una melodía que a él le era conocida. No era la primera vez que la veía refugiarse en ese tarareo.
"Esa hembra está tan loca como tú."
-Lo sé…- dijo con resignación.
-Podrían dejar de hacer eso, tú y la mierda de mascota esa. Me están dando dolor de cabeza con su cuchicheo de viejas.
-¿Lo escuchas?
-Siempre he sabido que está vivo, pues lo veo moverse por tu piel desde la primera vez que te vi en tu forma verdadera. Tampoco se me olvida que el desgraciado me mordió mientras tú te comportabas como un maldito adolescente. ¡Y que por si las moscas, me gustaba más cuando no sabía que era un idiota machista!
-¿¡Qué!?
"¿¡Qué!?" – dijeron ambos a la vez mientras ella se desmayaba aún con una sonrisa burlona en los labios, disfrutando de seguro del horror que había provocado en ambos.
Autor:
Istalle Crast
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