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Algunas puntualizaciones sobre el problema de la violencia en la intervención psicoanalítica

Enviado por Rodrigo Barraza


Partes: 1, 2

    1. Agresividad y violencia: necesaria distinción metodológica
    2. La agresividad en psicoanálisis: lacan en su retorno a Freud
    3. La ilusión de neutralidad: psicoanálisis y psicoanalismo
    4. De la neutralidad a la violencia: dimensión de lo sin-palabras
    5. Bibliografía

    Una perspectiva socio-política

    ¿No sabemos acaso que en los confines donde la palabra dimite

    empieza el dominio de la violencia, y que reina ya allí,

    incluso sin que se la provoque?

    Jacques Lacan, 1954

    El presente ensayo busca puntualizar algunos elementos para pensar el problema de la violencia en la intervención psicoanalítica. Tal ejercicio supone el desarrollo de la relación-distinción entre agresividad y violencia, tanto desde un plano socio-político, particularmente lo que refiere a lo postulado por Foladori; tanto desde un plano psicoanalítico, particularmente lo que refiere a las primeras concepciones de Lacan en su lectura de Freud. Esto permite abordar el problema en cuestión desde Castel, distinguiendo los planos intraanalítico y extraanalítico, en relación a la neutralidad psicoanalítica. Por último se desarrolla el problema de la violencia, concluyendo con las nociones de Piera Aulagnier al respecto.

    AGRESIVIDAD Y VIOLENCIA: NECESARIA DISTINCIÓN METODOLÓGICA

    Siguiendo a Foladori (2006) es posible distinguir con bastante claridad, sin dejar de comprender la complejidad del fenómeno, agresividad de violencia.

    La agresividad se juega en un plano instintivo que supone esencialmente una relación entre pares, es decir, una relación entre iguales. De esta forma la agresividad se enmarcaría en un plano adaptativo siendo inhibida al dejar de cumplir la función particular que le pertenece. Por ejemplo, un macho que ataca a otro macho por el dominio sobre un territorio y el consecuente derecho a reproducción con las hembras de dicho territorio, cesa su ataque agresivo una vez que el otro se ha rendido reconociendo su derrota. Esto supone la inhibición de la agresión por ser esta innecesaria funcionalmente. Por otra parte ante la agresión de un par existe la posibilidad de enfrentar al agresor o huir de este, tal y como ocurre al inicio y comienzo del ejemplo recién descrito. Foladori anuda el origen de la agresividad en el plano de lo humano a la vida intrapsíquica por medio del concepto de pulsión en la obra de Freud. Esta dimensión se retomará más adelante problematizando el carácter individual y no social de la agresividad.

    La violencia por su parte remite a un plano socio-político en la medida que no se enmarca en una relación de igualdad sino que en una relación de desigualdad, en donde tal jerarquía es determinada por las relaciones de poder. Sin embargo se debe entender que, siguiendo la tesis de Foucault, el poder no supone una dimensión puramente represiva susceptible de localización estatal (al modo marxista), sino que supone un marco de relaciones sociales que posibilita y regula la relación entre los individuos, con efectos de saber y la consecuente creación de discursos (Albano, 2005). Para Foladori la violencia acontece cuando un individuo o un grupo de individuos se encuentran a merced de un OTRO, en tanto este puede disponer del ejercicio de un poder total sobre dichos individuos. Esto supone que la relación de desigualdad es sostenida en la medida que le es delegado a este OTRO, por medio del investimento de su lugar, un poder particular; en otras palabras se le atribuye un saber hacer. De esta manera el OTRO deviene ejercicio del poder total, ante el cual, a diferencia de lo que ocurre con la agresividad, no hay posibilidad de huida. Esto supone una particular organización de la estructura social y sus relaciones de poder.

    La paradoja denunciada por Foladori es la del poder en su dimensión de ‘delegación-apropiación’. La dimensión socio-política supone la organización de individuos de manera tal que estos delegan poder en ciertos ‘representantes’, sin embargo una vez delegado este es ejercido por los representantes quienes se apropian del poder en la medida que son avalados por la investidura que los individuos han hecho sobre su lugar de delegados; por tanto el poder es ejercido sobre los mismos individuos de los cuales partió la delegación sin consideración de sus particularidades. En este sentido el Estado supone un grado máximo de representatividad de los individuos ubicados en dicho marco institucional siendo la Ley vigente el modo por el cual se ejerce y autolegitima, en tanto saber sobre lo social, el ejercicio del poder. Por tanto desde esta perspectiva el acto institucional, por ejemplo la defensa de un estado de derecho, supone per se un acto de violencia en la medida que se sustenta en dos condiciones esenciales: una relación de jerarquía, que sustentada en el poder y control social excluye la dimensión afectiva; y la imposibilidad de escapar a la situación, en tanto no existe respuesta ni defensa ante este acto total. En consecuencia se aprecia que la relaciones de poder y saber se organizan de tal forma que los mismos individuos pueden llegar a justificar tal operación, sin embargo existen bastantes excepciones en donde la violencia de tales actos queda expuesta siendo más difícil dicha justificación.

    En conclusión se polariza la relación agresividad-violencia en los planos instintivo y social, pudiéndoselas distinguir aunque estas aparezcan en diversas ocasiones entrelazadas. ¿Es posible, sin embargo, pensar en este contexto la agresividad y la violencia en el marco del psicoanálisis? Vamos por partes.

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