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La juventud desplazada por la violencia en Colombia


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Monografía destacada

    1. Redimensionar la economía campesina: Una alternativa para el retorno
    2. Saltos cualitativos que producen saltos cuantitativos
    3. La disyuntiva de la juventud desplazada no puede ser morir como un campesino o morir como un marginado: siempre excluido!
    4. El libro blanco del viaje a pie por el retorno en Colombia
    5. ¿Hay alguien que nos escuche?

    De los aproximadamente dos millones de colombianos, que huyen de la muerte anunciada o real, el 40% son jóvenes entre los 15 y los 25  años,  es decir  800.000 son desplazados y de ellos casi 500.000 son mujeres jóvenes. 

    Los efectos del desplazamiento en salud, educación, disminución de la capacidad laboral, equilibrio mental, vida afectiva han sido demoledores. 

    Noticias de las oficinas especializadas internacionales basadas  en informes nacionales, indican que de los 800.000 desplazados jóvenes, 400.000 padecen alguna enfermedad y de ellos el 25% padece una enfermedad invalidante. 100.000 están fuera del registro de identidad, sin cédula, sin libreta militar, certificado laboral o cualquier otra señal de ciudadanía. Más de 300 mil son analfabetas funcionales y casi 100 mil son analfabetas absolutos; el 10% son padres o madres tempranos. Los abortos inducidos en las peores condiciones sanitarias alcanzan 20 mil anualmente y la mortalidad infantil, debida principalmente a desnutrición dobla el promedio nacional. 

    La participación de los jóvenes en el precario ingreso de cada familia desplazada, calculado en promedio  de 3 mil pesos diarios es de mas del 40% derivado de la actividad del rebusque; 30 mil jóvenes desplazados han sido judicializados y de ellos 2 mil están condenados por delitos propios del hurto famélico, el raponeo o la estafa. 15 mil jóvenes desplazados entre los 15 y los 20 años ejercen la prostitucion en las grandes ciudades. 

    Lo anterior revela la magnitud de una verdadera calamidad humanitaria, que proyecta sus consecuencias no solamente en las familias desplazadas sino también en todos los entornos de las comunidades receptoras, bien sea que estén en lugares de paso o donde hayan podido establecerse con carácter permanente. 

    El rechazo  social al desplazado se está convirtiendo en una característica cultural. 

    Para muchas personas el desplazado contemporáneo, inspira miedo, repulsión, desconfianza. Este drama se narra en una obra de teatro del director Carlos Satizabal, de La Candelaria, que describe el sufrimiento de una comunidad desplazada, que no puede encontrar en ninguna parte una habitaciones o  apartamentos para arrendar, porque está prohibido arrendar a desplazados. 

    El desplazado es visto como una carga transferida por un conflicto ajeno. 

    En las comunas de Medellín, se piensa que la vecindad con comunidades de desplazados desvaloriza la propiedad e incrementa la inseguridad.  En Cali, Barranquilla y Cartagena, la avalancha de desplazados está alterando la vida cotidiana en las zonas centrales, especialmente en el comercio informal y mutaciones considerables en los barrios receptores. 

    Los análisis sobre urbanismo y demografía, así como los de  economía campesina, no pueden seguir siendo los mismos antes de la presencia determinante del fenómeno del desplazamiento. 

    Pero también los desplazados, especialmente los jóvenes, son una fuerza de vida y esperanza. Son un ejemplo para el mundo del tesón y la creatividad que caracteriza a los colombianos, quienes han forjado técnicas de sobrevivencia en una sociedad agobiada por el conflicto desde hace decenas de años.   

    Con su trabajo y sus valores, los desplazados de la violencia de los años cincuenta contribuyeron a darle personalidad a Colombia, como país de ciudades.  

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