Por María Zambrano
Enviado por Lourdes Rensoli Laliga
- Historia y delirio: homenaje a María Zambrano
- El hombre como ser y como historia
- Delirio, temporalidad, amor
- La "historia secreta" y el saber poético
Se cumplen 10 años del viaje de María Zambrano hacia la Casa del Padre. Esa región de lo Divino o Einsoft, en la que indagó constantemente, hacia la cual tendió sus brazos cada día, la acoge ahora. Poco importan los escasos homenajes. Ha habido algunos muy sentidos. Nada significan las omisiones y menosprecios. Su nombre y sus ideas seguirán vivos cuando las figuras de ocasión, que acaparan oropeles y relumbrones, hayan sido olvidadas para siempre.
Ello no justifica el constante desgarramiento que sacudió la vida de María, lo mucho que las privaciones materiales de la última etapa de su exilio, las injusticias e ingratitudes humanas y las circunstancias socio-políticas la hicieron sufrir, la soledad que le impusieron las mezquindades de quienes ignoraron la inmensa fortuna que el destino les había ofrecido al conocerla personalmente, y que ellos ignoraron o rechazaron. Ella fue mucho más generosa: los trató, "mejor de lo que se merecían", consejo de su padre que ella gustaba de citar.
El dolor no es el precio de la genialidad; quien ha sido tocado por la mano de Dios no tiene por qué "pagarlo" con el sacrificio de la legítima dicha, de una posible vida normal y equilibrada. Tal sacrificio es, por el contrario, resultante de la incomprensión, de los obstáculos, de las inútiles posposiciones y de todo el daño que pueden causar las guerras, dictaduras y migraciones forzosas, de la cobardía y torpeza de los posibles compañeros de viaje, o mejor, de la pequeñez de corazón. Y por supuesto, de la envidia, esa hambre del alma incapaz de saciarse ni siquiera con la muerte del envidiado.
El exilio socio-político (pues María Zambrano se refería a otra dimensión del exilio, parte inseparable de la condición humana) no suele poseer homogeneidad, y a menudo aun sus rasgos comunes provienen más bien de la acogida–positiva o negativa–que se les da en los países en los que abunda. Muchos exiliados, sin vínculos afectivos con el país natal, el cual abandonan con alegría, encuentran su verdadera patria espiritual en lejanas tierras, a menudo en otras lenguas, aunque la discriminación y la xenofobia los hagan sufrir. A diferencia de ellos, María Zambrano amaba a España. La "Ultima Hesperia" nunca estuvo ausente de su corazón ni de sus escritos. ¿Tuvo (tiene) ese amor plena correspondencia? Los Premios Príncipe de Asturias y Cervantes parecen responder afirmativamente. Ojalá que así fuese. Muchos de los que se quedaron en España cuando ella tuvo que partir protestaron vergonzosamente, como si al marcharse, obligada por las circunstancias, María Zambrano hubiera dejado de ser española, y con ella muchos más. O de poseer dones inmensos y poco comunes, bien visibles desde su primera juventud, cuando se contaba entre los más brillantes discípulos de Ortega.
Pero nada de eso puede ya alcanzarla. Pertenece a la dimensión del "sueño creador". Por nosotros mismos entonces, es de desear que llegue pronto el día en que su nombre y su obra sean conocidos por todos, no sólo en el resto del mundo; también en su "sueño y verdad", España.
Lourdes Rensoli Laliga
8 de febrero de 2001.
HISTORIA Y DELIRIO: HOMENAJE A MARÍA ZAMBRANO
Un tema medular en la cosmovisión filosófico-poética de María Zambrano es la indagación en torno a la historia. No podría ésta convertirse en un cuerpo independiente de su reflexión sino relativamente, bajo la mirada del estudioso que disecciona para comprender, que clasifica y reorganiza lo que es una totalidad orgánica. Porque en principio, la vida es historia. Esta implica hombres reales, humanidad, y resulta por tanto inseparable de ellos. Ya la teoría orteguiana de la razón vital apuntaba hacia esta totalidad dinámica y viviente. A ella se vincula estrechamente la noción de la vida personal como historia al igual que lo es, más allá de los hechos, la existencia de la humanidad en su despliegue temporal.
En esta línea se inserta María Zambrano, cuya independencia filosófica no deja lugar a dudas. Con su tesis acerca de una razón poética(1) se dirige, no sólo al fenómeno poético en sí mismo, sino hacia las diversas dimensiones de lo humano, sus nexos con el ser, su carácter de entidad conformada en el tiempo, en un existir que trasciende sus hechos y vivencias particulares, y en el propio sentido de la relación hombre-ser como forma de vida, que en sentido diacrónico es historia. A este punto se dirigen las presentes páginas, que se centrarán en un período de la vasta obra de María, en este caso el comprendido entre 1934 (Hacia un saber sobre el alma) y 1955 (El hombre y lo divino).
El hombre como ser y como historia
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