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El sentido de Babel

Enviado por Djamel Toudert

Partes: 1, 2

    1. Abstract

    Nuestro estudio se centra en la presencia de la información y, en concreto, de la literatura en Internet (entendido también como una gran biblioteca). Para ello, se ha realizado un análisis de varias páginas web.

    "…basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible"

    2. Desarrollo

    Comenzaba Borges su Biblioteca de Babel diciendo que "El universo (que otros llaman biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales…", y qué gran parecido encontramos si llamamos a esa biblioteca Internet, compuesta por un número casi indefinido, y cada vez más cercano al infinito, de páginas web.

    "Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza". Un sin fin de páginas de todo tipo aparecen en esa biblioteca no táctil en donde, a pesar de la multitud de contenidos que abarca y de que, aparentemente, podemos encontrar desde las cosas más notorias y graves hasta las más insignificantes y superficiales, una sensación de vacío e impotencia nos inunda al comprobar que de todo hay de todo y así hasta casi el infinito, y que la única forma de interactuar es a través de unos bibliotecarios particulares que realizan el trabajo por nosotros, y que han cobrado vida propia dentro de esta red de redes: nos referimos a los motores de búsqueda, sin los cuales caeríamos irremediablemente en un pozo sin fondo del que difícilmente saldríamos, a menos que la benevolencia de alguien que ya encontró a otro alguien que ya encontró a otro alguien… que hubiera pasado por ese problema nos sacara de esa caída hacia el vacío y nos mostrara el camino, o parcialmente el camino, para encontrar la puerta que nos lleve a la galería adecuada, a su vez compuesta por más galerías y éstas por otras galerías… en las que encontraremos aquello que buscamos.

    En esa biblioteca la literatura, entre las muchas materias ofertadas, también tiene su lugar, instalado en un sin fin de galerías dispersas y multilingües cuya cantidad casi es interminable, infinita. Miles y miles de textos podemos buscar, y miles y miles encontrar, y cuando encontramos el que buscamos nos damos cuenta de que la mitad de éste se perdió en otra galería durante la búsqueda, y que la mitad de esta mitad a su vez estaba en otra y que la mitad de la mitad de la mitad… Una vez que recopilamos todas las partes o que encontramos el todo que buscábamos podemos observar que no se especifica la galería de la que proviene, es decir, que ese texto no tiene ningún criterio de edición y no se especifica la fuente. Otras veces nos indican que ese texto ha sido copiado de una galería, la cual nos remite a otra galería y ésta a otra y así sucesivamente.

    Para solventar este problema se recurrió a la puesta en marcha de portales o galerías que recogieran de una forma seria textos literarios, o de otra índole, considerados de alguna importancia y en los que se especificaran los criterios de edición seguidos, las fuentes consultadas, o, por lo menos, que remitiesen a la fuente original de dónde provenían, para en el caso de querer contrastar algo no volvernos a perder dentro del laberinto. Esta serie de galerías, que, en muchos casos, recibieron y reciben el nombre de "bibliotecas virtuales", nos ayudan en nuestra búsqueda facilitándonos textos de confianza, hechos por personas de confianza, es decir, especializadas. Lo que ocurre es que estos casos son los menos. Por otro lado, nos encontramos en esta biblioteca llamada Internet con "dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma". Conclusión, salvo excepciones, la gran mayoría de los textos que encontramos en Internet no son de fiar, por lo que nos vemos obligados a recurrir al papel. "A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable". Hemos salido de la biblioteca.

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