El presente trabajo fue realizado a partir de la indagación realizada para dos proyectos de investigación en el marco del Programa Nacional de Incentivos a la Investigación Docente, denominados:
"LAS HUELLAS DE LA MEMORIA EN LOS ESPACIOS PÚBLICOS"
"INNOVACIÓN EN LA ENSEÑANZA DE LOS LENGUAJES ARTÍSTICOS"
La distancia y diferenciación entre arte y ciencia se instaló en el imaginario social del hombre occidental como parte de un paradigma dominante que –a pesar de haber perdido su hegemonía– aún perdura. Me refiero al paradigma de la modernidad.
El propósito de este trabajo es reflexionar sobre las características de ese paradigma y las transformaciones que ha experimentado su esquema normativo y figurativo acerca del arte y la ciencia. Pienso que ese es un buen punto de partida para -como resultado de algunas ideas direccionales- ir construyendo una nueva concepción del arte y, -en correspondencia con esa concepción- , la resignificación total o parcial del rol que le cabe a la especificidad del hacer artístico en la sociedad actual.
Perspectiva histórica
Remitiéndonos al pensamiento de Max Weber podemos caracterizar a este paradigma como un ámbito de tres dimensiones diferentes. La delimitación de las mismas fue el resultado del criticismo kantiano: ciencia, moralidad y justicia, arte. Cada una de esas dimensiones se concibió regida por un principio: la verdad, la justicia y la belleza, respectivamente.
La manifiesta tendencia a la claridad y la precisión presente en la época, llevó a fragmentar la misma subjetividad en facultades bien diferenciadas como la razón, la afectividad y la voluntad. Este hombre y sus actividades: cognitivas, morales y artísticas, estaba inserto en un proyecto de racionalización de la vida cotidiana tendiente a lograr la comprensión del mundo, el progreso moral, la justicia y hasta la felicidad de la humanidad .
Según Habermas, la institucionalización de estos compartimentos estancos significó que el tratamiento profesional de la tradición cultural, se convirtiera en cosa de especialistas. Lo cual trajo como consecuencia un corte con el legado cultural y, por tanto, un empobrecimiento del hecho cultural mismo.[1] Para aclarar esta idea recordemos la visión del Iluminismo sobre el mundo medieval.
Esta cosmovisión concibe una connotación legalista en la cual "pareciera -como dice Prigogine- que la naturaleza está obligada a seguir ciertas leyes.[2]
Nos preguntamos -son las leyes las relaciones necesarias que derivan de la naturaleza de las cosas y de los hombres? La respuesta a esta pregunta fue lo que escindió al arte de las ciencias; aún de las ciencias sociales. Tomemos como ejemplo a la disciplina histórica -una de las más antiguas -, la que deja de ser arte y se aleja de la retórica cuando se establecen reglas para el análisis de la historia.
Concebir una legalidad en la naturaleza supone una temporalidad reversible, o lo que es lo mismo, una atemporalidad, pues elimina la "flecha del tiempo" En este paradigma se evidencia una paradoja respecto del tiempo en la medida en que, el pasado y el futuro representan un diferente papel en todos los fenómenos que observamos.
El problema que se plantea puede formularse así: ¿ La experiencia subjetiva del tiempo es una mera ilusión de la mente, la cual no puede ser expresada objetivamente? ¿Hay en la naturaleza un proceso temporal real?
Para Prigogine existe por doquier una flecha del tiempo, la cual es comprobada a partir de inferencias que le marcan la 2da. Ley de la Termodinámica formulada por Clausius en 1865, vinculada con la "entropía"; el experimento conocido como de "difusión térmica"; el de la "distribución aleatoria de las trayectorias", etc. Al trabajar con haces de trayectorias comprueba que tiene una descripción de probabilidades, con lo cual se rompe la simetría temporal.
Gracias a los aportes de Poincaré y su teoría de las resonancias, comprueba que los sistemas no son isomórficos sino que presentan divergencias, disipaciones. A partir de la teoría KAM ( Kolmogorov-Arnold y Moser), Prigogine concluye que las trayectorias que involucran resonancias, conducen a trayectorias aleatorias impredecibles.
Por eso se -pregunta – cómo del no-tiempo propio de la visión de las leyes de la naturaleza del paradigma positivista, puede emerger una flecha del tiempo?
Los lenguajes son formadores de los fenómenos y no sólo instrumentos para describirlos. Así pues, se puede decir que el lenguaje científico, a pesar de nombrar el tiempo en su explicación de los fenómenos, en realidad se manejaba con una concepción de tiempo reducida a "duración". Es el concepto de tiempo físico introducido en la Filosofía Natural por Galileo. Es un concepto geométrico del tiempo basado en el concepto "entre". Esta noción es reversible, porque si B está entre A y C, está también entre C y A.
Página siguiente |