Resumen
Se reflexiona sobre algunas de las dificultades que afronta el profesional en general para ejercer con la prudencia exigida. Entendidos como obstáculos para ser prudente, se analiza la brevedad de los tiempos que el profesional tiene para realizar sus tareas, los intereses cruzados que pueden presentársele como profesional y como persona, el desconocimiento del que debe responsabilizarse y las situaciones nefastas que obligan a decidir entre una u otra pérdida.
Prefacio
Introducción
A pesar de la vertiginosidad a la que cualquier profesional debe atenerse para realizar su labor dentro de la sociedad actual, necesita ser prudente en cada decisión que toma, ya que las consecuencias que pueden devenir de un mal resultado de su trabajo, no solo afecta a quienes se relacionan a su labor, sino también a su propia carrera, su economía y hasta sus objetivos profesionales y personales.
Continuamente, el profesional se ve presionado a tomar decisiones que van desde la operatividad directa hasta juicios de valor, afectando a una amplia diversidad de destinatarios, entre los que se encuentran objetos, aplicaciones, materiales, pruebas, relaciones con terceros, animales y personas, siendo responsable de todas las consecuencias surgidas, tanto buenas como malas.
La dificultad de ser prudente en este ámbito radica en distintos aspectos que han de ser tenidos en cuenta en forma permanente.
El presente documento intenta abordar distintos inconvenientes a los que se enfrenta el profesional, entendidos como obstáculos para ejercer la virtud cardinal madre, la prudencia.
El abordaje separará cada obstáculo sin que esto signifique que son los únicos, describiéndolos e intentando contraponer el punto de vista para entender la dificultad que cada obstáculo presenta.
Obstáculos para la prudencia del profesional
Avances técnicos de la disciplina, mejora en rendimiento de las herramientas utilizadas, incremento de la velocidad y calidad de las comunicaciones y acceso cada vez más fácil a la información. Los distintos avances del entorno en el que se desenvuelve el profesional, apuntan a facilitar las distintas tareas que desarrolla. Pero lejos de facilitar el total del trabajo, hacen que en el mismo tiempo se puedan incluir más tareas.
Indudablemente, a mayor cantidad de tareas, mayor cantidad de decisiones y en consecuencia menor tiempo para tomarlas, afectando considerablemente el análisis de los riesgos que un profesional debe hacer para ser prudente.
Si se incorporan y evolucionan medios para hacer que las tareas sean más sencillas para el profesional, el mismo deberá estudiarlos y practicarlos, exigiendo así que en su tiempo no incorpore más tareas, sino que las haga de otro modo y mejor.
Por otro lado, la incorporación y evolución de los medios se facilita en entornos más desarrollados donde la mano de obra es más costosa y el costo de vida es mayor, por lo que el costo del tiempo es compensado según el entorno en el que se encuentre.
Como representación de lo expuesto, pueden compararse las ciudades de Londres y Buenos Aires, las que según la encuesta realizada por Mercer Human Resource Consulting, en 2007 figuran en 2º y 142º lugar respectivamente. Donde, por ejemplo, un equipo informático representa en la primera ciudad un 50% del salario mensual de un profesional, mientras que el mismo equipo para el mismo profesional en la segunda ciudad supera el 100% del salario mensual.
Sin embargo, los avances técnicos y comerciales van permitiendo disminuir las brechas, y provocando que la competencia entre los profesionales se torne global, aportando conocimiento a la disciplina con mayor velocidad y exigiendo que el aprendizaje se efectúe con suficiente rigor como para considerarlo otra tarea profesional más, que también requiere prudencia de análisis, es decir, seleccionar lo que se va a aprender.
Salvar el obstáculo del tiempo
Por consiguiente, el profesional parece verse cada día más apresurado a aprender y ejercer las tareas de su labor, cada vez más para subsistir que para crecer. Naturalmente, todo tiene su límite, el día tiene 24 horas y cada ser humano tiene cuna capacidad máxima de aprendizaje, análisis y reflexiones en determinado lapsos de tiempo, por lo cual surge el permanente interrogante sobre el cómo evitar el "punto de ebullición", es decir el momento en cuando no se puedan soportar más las tensiones.
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