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Fracturas expuestas de la tibia y fijación externa tipo fesa


Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. Clasificación
    3. Principios de la fijación externa
    4. Complicación de los fijadores externos
    5. Objetivos
    6. Material y métodos
    7. Resultados
    8. Discusión
    9. Referencias bibliográficas

    Resumen

    Las fracturas expuestas de la tibia entre todas las lesiones traumáticas expuestas del esqueleto ocupan el primer lugar, por lo tanto, el conocimiento de estas lesiones y de los métodos de tratamiento de urgencia a utilizar son de gran importancia, en nuestro medio donde existe una alta incidencia de la lesión debido a los accidentes automovilísticos y por armas de fuego es preciso el manejo de la fijación externa de la fractura. En el presente trabajo hacemos alusión a nuestra experiencia con el fijador externo tipo FESA el cual nos ha reportado magníficos resultados, gracias a su fácil colocación y tolerancia de los pacientes, para lo cual se estudiaron las historias clínicas de 56 pacientes internados en el servicio de ortopedia y traumatología del hospital militar con lesiones de este tipo independientemente de su clasificación, en el periodo de tiempo desde julio 2008 a julio 2009. El 89.2% de los pacientes tuvo una evolución favorable llegando a la consolidación total de la fractura y curación definitiva de las partes blandas, solo el 10.7% de los mismos presentaron complicaciones diversas tales como osteomielitis, pseudoartrosis y retardo de consolidación, necesitando también en dos casos tratamiento quirúrgico de las partes blandas y una amputación. Gracias a los resultados obtenidos con esta forma de tratamiento utilizando este tipo de fijador lo consideramos ideal por lo que recomendamos su utilización no solo en las fracturas expuestas de la tibia sino también en la diáfisis de fémur y húmero para dar respuesta a estas complicadas lesiones del esqueleto.

    Introducción

    Se denomina fractura expuesta cuando existe comunicación directa del hueso lesionado con el medio ambiente a través de una herida en la piel y los tejidos blandos que lo circundan, debe considerarse siempre como una urgencia traumatológica (1,2).

    Las fracturas expuestas de la tibia ocupan el primer lugar entre las lesiones traumáticas expuestas del esqueleto. A pesar de los progresos en su tratamiento siguen siendo un grave problema quirúrgico. En las décadas pasadas las fracturas expuestas causaban con frecuencia la muerte y la pérdida de la extremidad o ambas cosas, Billroth, 1866 (3-7).

    Estudios recientes han proporcionado información adicional en la patogénesis de la lesión ósea y los avances en la farmacología y técnicas quirúrgicas, han contribuido a la habilidad para tratar estas lesiones. Aún con lo anterior, un proceso infeccioso se puede manifestar muchas años después del trauma o tratamiento inicial.

    La localización subcutánea de la tibia hace que sea más vulnerable a los traumas directos, resultando con frecuencia en fracturas expuestas y daño extenso de tejidos blandos.

    Diariamente el Servicio de Urgencias Quirúrgicas del Hospital Militar Principal de Luanda, atiende una cantidad considerable de pacientes politraumatizados por accidentes automovilísticos, caídas y lesiones con arma de fuego que se asocian con fractura de tibia en forma cerrada o expuesta.

    De todas las fracturas tibiales, consideramos en forma especial la expuesta asociadas a una lesión de tejidos blandos, debido a la dificultad para su manejo y un largo período de hospitalización que amerita cada una de ellas.

    El tratamiento de las fracturas de tibia depende del momento de la evolución, es decir, el de urgencia del cual depende la evolución futura de la enfermedad y el definitivo.

    Dentro de los métodos de tratamiento de urgencia a utilizar en nuestro medio donde existe una alta incidencia de la lesión debido a los accidentes automovilísticos y por armas de fuego tenemos la fijación externa de la fractura.   El uso del Fijador Externo como tratamiento inicial y definitivo de las fracturas abiertas, constituye el arma que tiene todo cirujano ortopedista para el manejo de este tipo de lesiones que en nuestra especialidad conduce a grandes complicaciones y costos operativos.

    Los orígenes de la fijación externa se remontan a Francisco Malgaigne, quien en el siglo XIX, desarrollo los puntos de metal para fijación y las «pinzas» para estabilizar fracturas desplazadas Malgaigne y Connaissance 1853. Parkhill 1898 de Denver y Lambotte 1907 (8) de Brucellas construyeron el primer fijador externo de uso clínico hace alrededor de un siglo. Codivilla 1905 (9) y Putti 1918, combinaron clavos y yeso para los alargamientos de miembros. La introducción alrededor de los años 30 de los clavos transfixiantes, los mecanismos de distracción y compresión longitudinal, y las articulaciones universales condujeron a unos aparatos más sofisticados como el de Anderson 1919 (10), Stader 1939 (11). Estos artículos promovieron un resurgimiento de la popularidad de los fijadores externos, lo que incitó al Comité de las Fracturas y Cirugía Traumatológica de la Academia Americana de Cirujanos Ortopédicos en 1950 a realizar una encuesta sobre la eficacia y la utilidad práctica de este método, para así poder determinar el lugar del mismo en el tratamiento de las fracturas. De 1968 a 1970 Vidal y Vidal y cols (12) modificaron el aparato original de Hoffmann 1954 (13) mejorando su rigidez. No fue hasta los años setenta cuando la fijación externa rígida recibió amplio reconocimiento en EEUU, Ilizarov et al 1972 (14) desarrollo un fijador circular muy complejo, pero versátil, que parecía tener unas buenas características para la corrección de las diferencias de longitud, deformidades y para el transporte segmentario después de una corticotomía. Al mismo tiempo, cirujanos e ingenieros en Europa del Oeste y Norte América se centraron en el desarrollo de un aparato simple y mecánicamente sólido, que se ha vuelto de inestimable valor en el manejo de las fracturas abiertas e infectadas. El estudio reciente de Meras 1983 (15) examina estos fijadores.

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