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El placer, el cerebro y las nuevas drogas

Enviado por Enrique Soto

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    El placer es una expresión psíquica básica que se ha desarrollado a lo largo de la evolución y contribuye a la adaptación al medio ambiente. Placer y dolor forman un par indisoluble que constituye uno de los principales motores de la conducta, no es una dicotomía fácil, sobre todo cuando de humanos se trata: hay dolores placenteros (masoquismo) y placeres dolorosos (el amor del poeta o, más mundano, la comida picante). Los mecanismos neuronales que disparan esa sensación que llamamos placer contribuyen a actos tan básicos como el buscar el pecho de nuestras madres para amamantarnos. En parte gracias al reforzamiento positivo que producen las experiencias placenteras, o al negativo que producen las experiencias dolorosas, es que reconocemos a nuestras familias, comemos, aprendemos, nos reproducimos, etcétera.

    El comportamiento en los animales y, en parte importante, en el hombre, está dirigido en su forma más general a satisfacer necesidades básicas que se han sintetizado en las cuatro "C": comer, correr, combatir, copular.1 La primera y la última no requieren mayor aclaración. El correr y combatir se refieren a los actos de defensa de la integridad del animal en presencia de una agresión, como pudiera ser un predador, caso en que se combate o se huye. Las cuatro "C" están relacionadas con la expresión emocional y su activación puede ser sumamente compleja. Baste imaginar un animal hambriento –apetito– que busca desesperadamente alimentarse –consumación.

    Durante el proceso apetitivo, el animal despliega una conducta emocional intensa y agresiva, que en caso de presentarse obstáculos para su realización produce un alto nivel de agresividad y en caso de frustración, estrés. Durante la consumación se obtiene el refuerzo positivo, en este caso, la satisfacción del comer, que seguramente en los animales es tan intensa como en el humano. En el hombre las emociones se traducen no sólo en un impulso para la conducta, sino en procesos cognitivos: miedo para el correr, hambre para el comer, amor para el copular o reproducirse, furia para el combatir.

    Aunque nuestra especie lucha constantemente contra su animalidad y cuenta con una neocorteza bien desarrollada que le permite controlar sus emociones, inventar mitos, creencias y teorías que son la base para desarrollar su voluntad, sus opciones de vida y hasta la ilusión del libre albedrío,2, 3 el placer juega un papel clave en la determinación de nuestros actos, y son precisamente los procesos cerebrales que originan esta sensación de bienestar los que se ven afectados por diferentes sustancias adictivas. Se ha llegado a la conclusión de que la adicción se debe a que las drogas activan sistemas neuronales normalmente relacionados con la sensación de placer.

    La adicción es un mecanismo natural relacionado con el reforzamiento positivo que produce la consumación de los patrones conductuales que disparan las emociones; es un mecanismo de adaptación y su existencia es consecuencia natural de la operación de circuitos neuronales relacionados con las motivaciones.

    Por otra parte, las regiones cerebrales relacionadas con el dolor, o más bien, el displacer, para decirlo de forma más general, son también fundamentales en nuestra adaptación al medio, ya que nos permiten evitar aquellos comportamientos y condiciones que pudieran producir daño al organismo. De ahí que algo que nos ha hecho daño al comerlo produzca repugnancia; otro ejemplo es la aversión que sentimos los humanos a los sabores amargos o extremadamente ácidos, lo cual constituye una protección natural contra la acción de diversas sustancias tóxicas.4

    Sin los mecanismos cerebrales que generan el placer y el dolor, el hombre estaría completamente desmotivado y, tal como sucede en algunas patologías psiquiátricas, prácticamente inmovilizado y sin interés en atender a su medio ambiente ni a sí mismo. Cierto, se puede pensar en contraejemplos: actos generalmente heroicos que difícilmente pueden relacionarse con el bienestar del individuo. Para comprenderlos basta saber que el placer es uno entre muchos elementos que determinan la conducta y los gustos del individuo, pero hay circunstancias en que se ponen en acción procesos psíquicos superiores, especialmente desarrollados en el hombre, y que rebasan con mucho el determinismo de las conductas básicas (Figura 1).

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    FIGURA 1. Organización de la conducta. Las elipses representan zonas de reclutamiento neuronal durante la expresión emocional y la experiencia. Cada elipse muestra una categoría conductual, desde las que tienen un menor potencial para su modulación, como los reflejos que son patrones motores fijos, cuyo substrato neuronal tiene un potencial para su modulación sumamente limitado, por no decir nulo, hasta la cognición cuyo potencial de modulación es máximo. NTS: núcleo del tracto solitario; SGP: sustancia gris periacueductal; FR: formación reticular. (Modificado de Arbib y Fellous.21)

    Desde los años cincuenta se sabe que un conjunto muy importante de neuronas que forman el haz medial del cerebro anterior están íntimamente relacionadas con las sensaciones placenteras. Se ha llegado a la conclusión de que los compuestos que afectan la actividad de este haz neuronal del cerebro anterior, así como también de otras regiones que dependen principalmente de la concentración de dopamina, son los que producen efectos adictivos.5

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