La nueva prensa rosarina en los años veinte, entre la modernidad y el chantaje
Enviado por Florencia Pagni – Fernando Cesaretti
La verdad como bandera y el honor como blasón.
Declaración de principios del diario LA REACCION
Introducción:
En un nuestro trabajo "De hoja facciosa a empresa periodística moderna. La transformación finisecular del diario LA CAPITAL", centramos nuestro análisis en las transformaciones finiseculares del diario La Capital, señalando que a principios del siglo XX este órgano periodístico rosarino "comienza (…) a redefinir su lugar como "prensa seria", y cuando en 1911 El Municipio deja de salir, acapara y monopoliza el negocio de los avisos clasificados y asegura su subsistencia económica. Los adelantos técnicos y editoriales aplicados significaron para La Capital el tránsito hacia una posición con la que ningún otro medio de la ciudad estaba en condiciones de competir. Las ventajas técnicas se tradujeron así en una diferenciación absoluta con el resto, que el diario interpreta como el resultado del reconocimiento del público, principal sostenedor a la vez que beneficiario de la empresa. (…) nuevas expresiones periodísticas harán su aparición como actores periféricos de este espacio virtual de posiciones e intercambio de intereses. Son desde un primer momento partícipes y productores de las nuevas lógicas. No intentan disputar la hegemonía a La Capital, sino que reconocen esa cualidad superior del diario de los Lagos, implícita o explícitamente. (…) La Capital comparte con estos órganos secundarios, su participación como miembro de un campo periodístico. Sin embargo, y a pesar de ciertas semejanzas en la redefinición de los criterios de legitimación, no pueden ocultarse notables diferencias entre estos diarios y La Capital. El carácter de empresa cultural de La Capital se construye y proyecta sobre un lector potencial diferente al de los demás diarios locales".
Nos aproximaremos entonces en este trabajo a "los demás diarios locales" y sus potenciales lectores.
Del conventillo a la "casita". O de cuando el proletario desarraigado deviene vecino.
Según los datos del Cuarto Censo Municipal del año 1926, Rosario alberga en ese entonces a unos 407.000 habitantes. La ciudad se afirma como gran urbe en ascenso. El marcado proceso de urbanización de los suburbios, así como la importante expansión en la construcción de viviendas da una idea de la magnitud de las transformaciones que estaban ocurriendo sobre el tejido social de la ciudad y su hinterland.
A principios de los años veinte, según un testimonio oral recogido medio siglo después por el escritor costumbrista Héctor Nicolás Zinni
"ir (a Fisherton) en el tranvía 14 bis era ir a la Luna, tomar el 5 (a Alberdi) era una aventura en las pampas, tomar el 8 era despedirse llorando porque iba al Saladillo, a otro mundo. Salías vos de la calle Ayolas, que ahora le han puesto otro nombre y ya se acababa la tierra. Era navegar… se navegaba por los rieles: yuyos a la izquierda, yuyos a la derecha. Lo único que había al comenzar era una quinta donde los muchachos grandes enseñaban a los más chicos a robar higos. Pero un poco antes vivía una vieja que no había querido abrir la calle Ocampo. Después de aquello venía el mar… el mar con olas".
Este navegar tranviario hacia suburbios cada vez más lejanos del centro indica una presencia poderosa en la dilatada geografía urbana: el barrio. Más allá de las inevitables reminiscencias tangueras que el término evoca, lo cierto es que las urbanizaciones que surgen extramuros entre la improvisación y la orfandad de planeamiento, hacen de la necesidad virtud. El proletario que abandona el inquilinato, "la sórdida pieza del convoy", por el lote comprado a largo plazo donde va edificando en más largo plazo su vivienda, opera en su identidad colectiva hondos cambios. Es un obrero en términos de clase, pero al mismo tiempo – propietario o inquilino-, es un vecino. Los años veinte encuentran a una parte considerable de los sectores subalternos rosarinos como protagonistas de un cambio fundamental. Es el que se verifica en ese actor social que comienza a priorizar lealtades y dedicación a la sociedad de fomento vecinal (o más frecuentemente al club del barrio) o a la cooperadora de la escuela fiscal a la que concurren sus hijos, antes que al ateneo libertario o al sindicato clasista al que una generación antes tributaba casi con exclusividad.
El análisis de esta evolución plebeya está aun subsumida en la oscuridad subalterna que le impuso la evidente visibilidad histórica del proceso de consolidación identitario de los sectores burgueses de la ciudad que a través del desarrollo de prácticas específicas y aparatos institucionales ad hoc, ha dificultado hasta tiempos recientes a los historiadores poder acercarse a la dinámica que en la misma dirección de ascenso social ocurría dentro de los sectores populares.
La consolidación estructural de la burguesía rosarina de la mano de la inserción del litoral agrícola-ganadero en el proyecto del 80´, le había permitido a esta impulsar exitosos procesos de producción de hegemonía. La construcción y posterior consolidación de una prensa "seria" en la ciudad, constituye para los sectores burgueses, uno de los más significativos logros. Su éxito en la consolidación de una palabra legítima, incontrastable en el ámbito local, permitirá que la proliferación de experiencias alternativas pudiera concretarse sin encontronazos de importancia.
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