"Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida". (Revelaciones 21:6)
El primer día de julio del año 1179, el héroe musulmán Saladín, cruzó, el Río Jordán, al mando de sus ejércitos, para atacar la ciudad de Tiberias. Bastión de la cristiandad.
Para cortar acceso del enemigo a las aguas vecinas. Saladín vivaqueó en Seforia donde había pasto y bebida en abundancia.
Saladín
En la batalla que se libró al día siguiente; los verdaderos enemigos de los defensores de la cristiandad fueron el verano riguroso y la escasez de agua — — Saladín alcanzó una victoria decisiva, cuando habiendo interpuesto sus tropas entre los defensores de Tiberia y el lago, les negó el precioso líquido para saciar su sed. Ansiosos de llegar al agua para beber, los campeones de la cristiandad, lucharon con desatino y desorganización, siendo aplastados; en la que fuera, una inesperada y orgullosa victoria, para la religión del Islam.
El mar de Tiberias, Israel… Es en realidad un lago, pero no existe palabra que designe "lago" en el idioma hebreo.
Los operativos, responsables por la derrota, fueron los Caballeros de la Orden del Templar; engreídos, poderosos y acostumbrados a actuar sin consultar a otros. Los Templares ignoraron las palabras del Rey Guy, quien les advirtiera que Saladín controlaba el agua, y que sin acceso a ese líquido esencial y precioso, la derrota sería cierta — urgiéndoles a esperar por condiciones mejores para confrontar al enemigo.
Ellos no escucharon.
Electo en el año 1198, el Papa Inocencio III (sin duda, uno de los hombres más notables que han usado la tiara papal en los dos mil años de historia de la Iglesia Católica), pudo reconocer el grado extremo de fuerza y autoridad que ejercía entonces la orden de los Templares. Una orden, que fuera instituida con el propósito explícito de guardar el Templo de Jerusalén, se había expandido a la conquista, al comercio, y a las artes marciales.
Inocencio reprendió los templares de esta manera:
"… los caballeros desobedecen mis legados, explotan el privilegio de decir misa en iglesias bajo interdicto pontifical, ordenando cualquier persona deseosa de pagar los costos esperados por todos los que se unen a su confraternidad — — aún, y a pesar, de la persona haber sido excomulgada. Con el resultado lamentable, que adúlteros y usureros pueden, de esa manera, aspirar a un sepelio cristiano. Esta orden exhala una codicia sin límites y un amor extremado por el dinero y las riquezas".
Sin duda, el pontífice hablaba, proféticamente, de los políticos, banqueros y economistas de todas las edades…
Inocencio III
Cuando yo estudio las funciones de los gobiernos cuyas actividades me despiertan curiosidad, me aguijonea el interés, cuando noto que algunos entre ellos, parecen adelantarse a eventos futuros, iniciando programas (sensibles, prácticos, y eficaces) para prevenir y remediar áreas potenciales de dificultades. Me refiero aquí a los esfuerzos que hacen los dirigentes de algunos países para prevenir la carencia inminente de agua potable, que inexorablemente, a todos quienes habitamos esta tierra nos aguarda.
En el área de Chandler, Arizona, hace unos diez años que se construyeron miles de casas y varios campos de golf los cuales tienen que ser suplidos, con agua proveniente de distancias muy remotas. Este es un ejemplo aislado de la construcción desenfrenada, que continúa en los Estados Unidos, de comunidades sin acceso a ríos.
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