La Generación Yoghurt o la Juventud en éxtasis que lanza un grito desesperado
Enviado por Juan Enrique Huerta Wong
Revista Razón y Palabra – Número 24
Cuando en mayo de 1997 investigadores nacidos en la década de los 60 se reunieron para compartir experiencias y reconocerse como una segunda generación del estudio de la comunicación en México, identificándose a sí mismos como la Generación McLuhan (Marques de Melo, 1997), también surgió la necesidad de identificar a una tercera edad entre los personajes involucrados en la acumulación de conocimiento en el área1, estudiantes de esos profesores de treintaitantos.
El resultado fue que aparentemente de una forma algo autoritaria, a estos jóvenes -que, justo es decirlo, se reconocen como generación quizá por ahora tan sólo a partir del mero nombre-, se les confirió el nombre de Generación Yoghurt. La primero que diferencia a esta generación, real o deseada, es que el mote les fue impuesto, a diferencia de sus profesores McLuhanianos, quienes sintieron que el tiempo por el que les tocó nacer, correspondiente al establecimiento de las ciencias de la comunicación como área de estudio, coincidió y en gran medida obedeció a las aportaciones del estudioso canadiense.
Este texto tiene como objeto revisar crítica pero también muy subjetivamente algunas de las características de esta aún muy emergente generación partiendo desde una perspectiva en principio más amplia a la estrictamente académica, tal como proponen Marques de Melo (1997) y Sánchez Ruiz (1995)2, hasta llegar a la enumeración de algunos de los problemas y retos principales que le corresponde abordar. Justo es decir que el texto, como un rasgo propio de la generación, no se toma demasiado en serio.
Resulta preciso reconocer dos grandes sesgos de origen. El primero de ellos es que esta visión está hecha desde el interior de la generación y por ende es necesariamente parcial y subjetiva, con la agravante de la carencia de que, contrario a lo que Fuentes Navarro expone como deseable, esta discusión no parte, por lo menos no de manera primaria, del ejercicio de la "autorreflexividad sobre las prácticas reales y concretas de investigación" (1997, p. 228). Valga decir aquí que al tratarse de un trabajo desde y sobre una generación emergente, las "prácticas reales y concretas de investigación" en las que se apoya no han encontrado aún las rutas de la publicación o se encuentran realizándose3. El segundo es que este texto recupera algunos de los muchos puntos propuestos sobre todo por Fuentes Navarro (1995, 1996a, 1996b, 1997, 1998, 1999ª, 1999b), pero también por otros autores de la suya y de la generación McLuhan y casi sin proponer nada más, los examina a la luz de este grupo emergente. De suyo quizá esta doble limitación haría innecesarias estas páginas, sino por la sutil invitación de Nimijean (1997) a que los estudiantes participen en la discusión de los procedimientos del conocimiento científico, reconociendo en principio su posición algo menor ante aquellos actores ya reconocidos. Es en esta lógica que estas breves líneas no pretenden convertirse en un Tratado de nuestra generación, sino, en el no menos ambicioso de los proyectos, introducir una discusión desde una perspectiva de profesores y estudiantes si, pero en términos horizontales, democráticos, inteligentes y no autoritarios, cerrados, verticales.
Entonces quizá sea necesario plantear en principio algunas preguntas como punto de partida, ¿cómo podemos definir a la Generación Yoghurt, cuáles son algunos de los rasgos de su contexto histórico, que importancia tiene discutir su existencia?, ¿cuál es el escenario que les toca habitar en el campo académico de la comunicación?, ¿qué tipo de compromisos ha de enfrentar?, ¿por qué es posible, incluso deseable, hablar de una tercera generación de investigación de la comunicación en México?.
Generación Yoghurt: escenario, retos
Una primera revisión de la literatura respecto al campo académico de la comunicación4 dificulta cualquier acercamiento a una definición de la Generación Yoghurt. El único autor que se encontró documentando el término fue Marques de Melo (1997) en un trabajo que fue catalogado como periodístico (Fuentes Navarro, 1997, p. 237). Partiendo de esa dificultad, valga un ensayo de definición, siempre incipiente e insuficiente, dados los motivos mencionados arriba. En principio este texto supone a la generación Yoghurt como aquella en la que sus componentes nacieron en los setenta, para distinguirla de la generación McLuhan, nacidos en los sesenta (Razón y Palabra, 1997, introducción). Por tanto se trata de jóvenes de edades entre 20 y 30 años, estudiantes de pregrado y posgrado o profesores noveles interesados en el quehacer académico y quizá con una formación doctoral en gestación, ya porque se esté gestando, ya porque forma sólo parte de sus buenos deseos. Desde otra perspectiva, supone también la última de la generación X, aunque el boom tecnológico que la generación Y parece vivir, los alcanza parcialmente. Otros la llaman La Generación de la Crisis (Mejía, 1998) y la ubican hasta los 32 años. Para seguir la lógica de la discusión de Marques de Melo (1997), el mundo que a lo largo de su crecimiento han observado estos jóvenes parece ser a grandes rasgos uno donde la guerra fría fue cuando mucho un muy ajeno emisario del pasado; uno donde las luchas ideológicas se confundieron con la mezcla espiritual del New Age; uno donde pocos cuestionan ya el poder de los medios -en el sentido de la facultad hegemónica de los medios, no de su capacidad para lograr cualquier efecto fijado- pero en donde también muy pocos pugnan por alejarse de él; uno en donde el conservadurismo ha vuelto a imponer su ley paulatina, silenciosamente, pasada la fiebre de las postrimerías de la guerra fría, bien representado en nuestro país con el voto primero y el aplauso callado después a los gobiernos de la derecha. Siguiendo a Mejía (1998) -y a los recientes acontecimientos mundiales-, este mundo es uno en donde las luchas han dejado de ser ideológicas y se han vuelto raciales, religiosas. Un mundo donde la confusión invade casi todos los escenarios, en crisis pero globalizados, posmoderno y autoritario, todo junto y separado al mismo tiempo.
Página siguiente |