El desarrollo del adulto se ha discutido desde varios aspectos, no siempre con términos compatibles o afines. Algunos estudiosos del desarrollo del adulto se refieren a éste de acuerdo con los cambios que se generan con la edad del individuo.
Otros autores, por el contrario, no establecen alguna relación entre el desarrollo del adulto y una etapa específica de su vida (Langer, et al., 1990). Levenson y Crumpler (1996) proponen que el desarrollo del adulto se estudie a partir de tres categorías que con este propósito han formulado para agrupar las teorías existentes. Las tres categorías que se han establecido son: las perspectivas ontogenética, la sociogénica y la liberalizadora (Levenson y Crumpler, 1996). En cada una de esas categorías se han agrupado las diversas teorías existentes en torno al desarrollo del adulto.
En términos generales, en la primera categoría, se incluyen los teorizantes que reflejan la perspectiva ontogenética. Para los ontogeneticistas como Erikson (1963), el desarrollo del adulto se limita a los cambios que ocurren con la edad. A su vez, autores como Baltes y Nesselroade (1984) señalan que existen ciertas fuerzas sociales que afectan los logros individuales desde la secuencia invariable del desarrollo del adulto.
En esta teoría se analiza el desarrollo humano mediante ciertas etapas o fases secuenciales. Estas etapas representan la evolución humana como un patrón intrínseco en el cual existe un estatus de subordinación entre cada una de ellas (Levenson y Crumpler, 1996).
La segunda categoría, descrita por Levenson y Crumpler (1996) es la que refleja una perspectiva sociogénica. Los defensores de esta teoría enfatizan una serie de veredas o pasajes en la vida que dependen del contexto social del individuo y facilitan su desarrollo (Dannefer, 1984). Las implicaciones de esta teoría del desarrollo del adulto se relacionan con una posibilidad para considerar que las tradiciones sociales forman parte del proceso de desarrollo.
Levenson y Crumpler (1996) enfatizan que el desarrollo del conocimiento en el individuo depende de sus creencias, preferencias y antipatías. Señalan estos autores que tanto las creencias, las preferencias y hasta las antipatías que poseen los adultos son resultado de su proceso de desarrollo e influyen en todos los aspectos de su vida.
Finalmente, la tercera categoría se denomina como la perspectiva liberalizadora. Los estudiosos de esta categoría proyectan el desarrollo del adulto como la acción que liberaliza al ser humano (Loevinger, 1977). De acuerdo con Maslow (1970), Freire, (1970) y Loevinger (1977), el ser humano no debe percibirse tan sólo como un ente social o biológico, por las características innatas que posee. Estos autores presentan el desarrollo del adulto como el estado que determina la liberalización del individuo y por ende su pleno desarrollo.
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