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Un reto para la reflexión filosófica: El enfoque complejo en el estudio de las relaciones cultura – educación superior

Enviado por fvarona


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    En medio de la profundidad, novedad y aceleración de los cambios que experimenta la vida humana a principios del siglo XXI no resulta descabellado volver a formular preguntas que han estado presentes desde la Antigüedad, con mayor o menor insistencia en determinados momentos, como qué es reflexionar filosóficamente, cuáles son sus particularidades y diferencias con respecto al pensamiento que responde a otras modalidades del saber humano. Muchas respuestas y variedad de matices puede haber ante esas interrogantes.

    A mi modo de ver, la universalidad es esa cualidad esencial, sin la cual la filosofía ya habría cedido ante los ataques sucedidos contra ella a lo largo de siglos y que aún existen, incluso provenientes de quienes se autodenominan filósofos.

    La modalidad filosófica del pensar, no al alcance de cuantos quieren llegar a disfrutarla, aún cuando la reduzcan a una simple concepción de cualquier objeto, hecho o fenómeno, facilita y hace posible ver y entender un todo con sus componentes, tomarlo en la mano y acercarlo a los ojos o apartarlo lo suficiente para observarlo desde la lejanía, en todos los casos con la belleza y la sublimidad incluidas, sin que ellas lleguen a afectar el grado de objetividad y profundidad.

    La universalidad, con la multiplicidad de vínculos que posibilita construir entre todos los saberes, no es una facilidad o ventaja, es un desafío. Lo es, porque la grandeza puede ahogar a quien no sepa servirse de ella o no la entienda, a quien no piense que las ideas generales no sólo aparecen como resúmenes, pues impulsos y acicates suelen ser. Con esa óptica me acerco a la cultura y la educación superior, ámbitos estos no pocas veces considerados como ajenos a la reflexión filosófica, porque ciertos antropólogos, sociólogos, pedagogos y otros especialistas, quienes tienen a ambos universos como espacios o terrenos exclusivos para sus especialidades.

    Con esa misma visión universal llego al pensamiento complejo, asunto que hoy acapara la atención de no pocos estudiosos, no para reflexionar específicamente sobre él, sino para tomarlo como un lente y mediante sus dimensiones pensar en torno a las relaciones entre la cultura y la educación superior en un mundo que cada vez exige mayor apertura mental, la cual no sólo se forma por si sola, sino sobre todo con la acción consciente de los seres humanos. Esta se incrementa y diversifica en la medida que todos, hombres y mujeres, comprendamos la complejidad de cuanto somos y cuanto nos rodea.

    Vale destacar que la palabra complejidad comenzó a ampliar su acepción durante la segunda mitad del siglo XX al referir las ciencias que se orientan hacia campos como las dinámicas no lineales y de autoorganización y los procesos emergentes de la interacción de diferentes formas de la existencia, entre otros. Dicha ampliación ha tenido lugar asimismo con la alusión a una modalidad de producción del saber y un tipo de pensamiento, ambos relacionados con ese desarrollo científico.

    En cuanto a la producción de conocimientos, la complejidad puede ser entendida como un enfoque, en tanto es un modo de dirigir la atención y el interés de los estudiosos hacia un asunto o problema desde determinados supuestos, para tratar de entenderlo, explicarlo y trasformarlo acertadamente.

    Al usar el enfoque de la complejidad, los postulados de las ciencias y el pensamiento complejos devienen principios y derroteros de la atención e interés cognoscitivos de los estudiosos. Con él cobran relevancia, o la aumentan, hechos, procesos, cualidades, modos. Así ocurre con los sistemas abiertos y la multiplicidad de perspectivas para conocer, valorar y transformar la realidad, a fin de utilizar todo ello en beneficio humano.

    Los sistemas abiertos son aquellos que tienen un continuo intercambio con su entorno. Entre ellos figuran los organismos biológicos, pero también la sociedad humana y la cultura. A la luz de este enfoque sobresalen como características suyas sus múltiples relaciones y sobre todo el carácter impredecible, efímero e incluso irreversible de muchas de ellas.

    Para entender la cualidad de abierto de un sistema, es preciso comprenderlo como "ser real que, en parte en virtud de su propia ordenación, en parte a causa de las condiciones ambientales, mantiene su identidad en medio de un ambiente extremadamente complejo, en mutación, y que en su conjunto no resulta dominable". (Luhmann, 1983: 10) Esta modalidad de comprensión facilita concebir su condición de componente de otro sistema más amplio y el despliegue de múltiples relaciones entre ambos.

    Según esta visión, lo exterior no sólo es un simple contexto, es un todo con "cualidades o propiedades que no se encontrarían en las partes si éstas se separaran las unas de las otras y ciertas cualidades o propiedades de las partes pueden ser exhibidas por las fuerzas que salen del todo". (Morin, 1999: 40) Con este enfoque se le otorga esmerada atención a la capacidad de los sistemas abiertos de autonomía, auto-organización, auto-reproducción, auto-regulación y auto-recuperación, así como sus posibilidades de evolución y creación.

    Este enfoque posibilita recalcar las interacciones, la multiplicidad, la organización en redes, sobre todo las no estructuradas inicialmente y los procesos emergentes, como ruptura con estructuras establecidas o con constreñimientos impuestos. Es una vía para hallar la racionalidad dentro del aparente caos irracional y perseguir la integración de los saberes y la transdisciplinariedad.

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