Al surgir la televisión se creyó, poco menos, que había llegado el final de la era del cine. Se pensaba que la gente ya no se interesaría en las películas, prefiriendo quedarse en sus hogares disfrutando de las imágenes gratuitas ofrecidas en la pantalla chica. Cundió el temor en la industria cinematográfica, ante la eventualidad que el negocio se les viniera abajo. Y no era para menos, cuando en las ciudades se empezaron a cerrar infinidad de salas, fundamentalmente, cines de barrio, los que casi terminaron por desaparecer por completo. Sin embargo, fuimos testigos de cómo la producción cinematográfica, que parecía condenada a morir, renacía cual ave fénix, hasta llegar a ser una floreciente industria, hasta el día de hoy.
¿Qué pasó, en el intertanto, para que la producción cinematográfica siguiera aumentando, a pesar del surgimiento de la televisión y el consiguiente cierre masivo de las salas de cine? Las respuestas son entrecruzadas y múltiples, las que intentaré sintetizar brevemente.
Primero que nada, la T.V., respecto del cine, se remitió a pasar películas norteamericanas de la peor calidad, copias de archivos, antiguas, ya desechadas, la mayoría mediocres, incluyendo mucha basura y bodrio también. Un fenómeno que aun persiste, lo que se comprueba haciendo zapping con la intención de poder cazar una buena película. Sólo muy de cuando en vez, la TV pasa alguna película que valga la pena verla, pero ello sólo a modo de excepción. Esto derivó a que los cinéfilos, y los no tanto, pronto volvieran a volcarse nuevamente en las salas de cine, buscando encontrar allí satisfacer sus necesidades tanto culturales como de entretención.
Sin embargo, tuvo que surgir un hecho eminentemente tecnológico para que la producción cinematográfica repuntara definitivamente. En efecto, la revolución tecnológica, que cubre todas las actividades, no podía dejar de alcanzar con su largo brazo a la producción cinematográfica.
En este orden, se inventaron nuevas cámaras de filmación las que permitieron trabajar con cintas en formatos menores a las tradicionales de 35mms. Este cambio permitió, por una parte, una mayor facilidad de trabajo para el realizador y, por otra, producir películas a un más bajo costo de producción. Junto con ello, los realizadores empezaron a trabajar en forma más independiente, muchos de ellos, incluso, desligándose de las grandes productoras de las que antes dependían. Así, surgieron infinidad de pequeños grupos, o pequeñas compañías e, incluso, realizadores aventurándose en solitario, para dar origen al llamado "cine independiente". En este cuadro, resulta lugar común encontrarse hoy con películas, en las que el realizador es, a la vez, su propio productor, rubricando así el surgimiento y auge del cine independiente.
Pero, el cambio tecnológico no sólo favoreció el trabajo del realizador, sino más revolucionario aún, resultó ser el hecho de la aparición de videos caseros, primero, en formato Betamax, reemplazados después por los VHS, permitiendo ver películas cómodamente instalados en nuestros hogares. ¿Cuándo habrían imaginado, los de nuestra generación, que algún día pudiéramos ver películas de nuestro gusto cómodamente sentados en nuestras propios hogares? Ahora, si consideramos que las cintas de videos han sido reemplazadas por discos digitales (DVDs), la facilidad para ver películas aumentó mucho más aún.
El cine digital, entre otras bondades, permitió a los realizadores usar pequeñas cámaras, en reemplazo de aquellos pesados armatostes, de cuyo peso apenas si podían sostener sobre sus hombros. Si a ello agregamos la proliferación de academias e institutos, dedicados a la enseñanza del cine, nos encontramos frente a un cuadro propicio para producir un nuevo giro en la realización de la producción cinematográfica. Incluso, la incorporación de la carrera de cine en prestigiosas universidades, ayudó a mejorar también, las condiciones para el surgimiento de nuevos realizadores con una mayor preparación técnica y profesional para enfrentar los nuevos desafíos.
Hito importante en este nuevo orden, fue implementar los adecuados sistemas de distribución para que los films, ahora en formatos caseros, llegaran al gran público. Surgen así las cadenas de locales de venta y arriendo de películas ubicadas, generalmente, en los centros comerciales de las ciudades. Más aún, el surgimiento de un activo y prolífico mercado informal, ha permitido acceder a todo tipo de películas, incluso, recién estrenadas, a tan sólo dos dólares por unidad. La distribución de películas, a través del mercado informal, pese a su demonización y persecución, fundamentalmente, por compañías que compran derechos, ha servido bastante para la difusión del cine. Un hecho reconocido, incluso, hasta por prestigiosos cineastas. En efecto, reunidos en México, en el "I Congreso Internacional de la Cultura Iberoamericana" (2008), varios realizadores confesaron que la piratería es una de las pocas opciones que le queda al cine iberoamericano para alcanzar al gran público, porque ha sustituido a los cines de barrio en las ciudades.
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