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Don Juan Santiago: Recuerdos del tren local

Enviado por Benjamin Negron


    Don Juan Santiago: Recuerdos del tren local – Monografias.com

    Don Juan Santiago: Recuerdos del tren local

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    Durante mi niñez soñaba con viajar ya fuera en barcos, aviones o trenes. En ese deseo sobresalía el viajar por las campiñas de nuestros pueblos y observar de cerca sus plazas, su gente, su paisaje. Ningún medio mejor para ello que el tren en su paso lento, monótono, acompasado.

    Los cuentos del tren en su viaje hasta Dorado avivaron mi imaginación de niño en las historias que me narraron los maestros de los grados primarios. A través de ellas volvieron a revivirse las figuras pueblerinas en espera de la máquina en la estación, como si yo fuera partícipe de aquellos viajes alegres en dirección al pueblo vecino y de allí a la Capital.

    Los maquinistas y empleados del tren eran mis héroes que rivalizaban con lo vaqueros de las películas del sábado en el cine Chapel y en la que todo se resolvía a favor del bien y donde la maldad siempre perdía.

    Conocí a algunos de aquellos maquinistas del tren local luego que este cesara allá para 1946 al cerrar la Central Carmen. Entre ellos a Don Salustiano Rivera, Don Tomás Cepeda, Don Ambrosio Soler, todos vecinos durante mi temprana niñez. Tuve el placer de conocer a Don Juan Santiago, otro de ellos hace unos pocos años. Ya mi deseo de viajar en tren había sido satisfecho en urbes más pobladas y en las que en vez de campiñas solo veía edificios, pobreza y rostros tristes caminando de prisa sin destino fijo; New York.

    Don Juan fue residente en la urbanización Santa Rita. Compartió sus últimos años con su hija de crianza Margarita, su yerno Toño García y unos nietos a los que adoraba y que lo cuidaban y admiraban con la devoción de un santo.

    Sus momentos de ocio los pasaba en la Ferretería Santa Rita ayudando en el despacho de artículos de plomería. Su trato cortés, su sentido del humor y su alegría de vivir lo hacieron un personaje único. A los 93 años de edad (nació el 24 de julio de 1890 en Ponce) todavía se desplazaba en su bicicleta desde calle 1 hasta la ferretería o a cualquier hogar que necesitase su ayuda o consejo en plomería.

    En 1905 llegó a Vega Alta por gestiones de don Juan Cepero, esposo de una pariente suya. Este señor era jefe del taller de locomotoras de la Central Carmen. A los 15 años de edad, Don Juan comenzó a trabajar en el tren local como guardafrenero; al año era fogonero y dos años más tarde tomó el examen para ejercer como maquinista.

    Desde el siglo XIX la central había establecido un sistema de acarreo de la caña por medio de las vías férreas.

    Desde las diferentes colonias azucareras era llevada hasta la Central para la molienda. Entre ellas San Antonio, Maricao, Santa Elena y la cercana al pueblo. Una pequeña máquina a vapor arrastraba unos 18 a 20 vagones por las estrechas vías levantadas en esa temporada de corte en dirección a la Central Carmen. Estas rutas fueron las primeras que probó don Juan para adiestrarse en su labor como maquinista.

    El 27 de octubre de 1905 el Consejo Ejecutivo concede a la Central permiso para construir una línea desde la su fábrica hasta la zona urbana de Vega Alta. Y para "construir, conservar y explotar un trozo de ferrocarril cerca de Dorado en conexión con el de Vega Alta".

    Poco tiempo después don Juan se inició como maquinista en la ruta hasta Dorado. Unas máquinas de mayor tamaño traían en sus vagones a Vega Alta desde el vecino pueblo, la carga para el comercio local y la Central. Un vagón de buena calidad con cabida para 48 pasajeros transportaba los pasajeros que hacían escala en la estación de Dorado en su ruta hacia San Juan o a Vega Baja.

    El costo del pasaje a Dorado era en su inicios era de 3 centavos por kilómetro (4.08 centavos por milla). Los niños viajaban a un precio reducido y los oficiales de la Policía Insular y del Ejército cuando estuvieran en uniforme, así como los alguaciles federales viajarían de gratis.

    Los pasajeros eran recogidos desde la central. Desde allí viajaban en un auto Ford de vía que conducía don Miguel Reyes. Venían estudiantes, maestros y empleados de la central. La estación local se ubicaba donde está el Supermercado Méndez Class (hoy Econo). El tren que llegaba a Dorado lo hacia a las 7:30 de la mañana para conectar con el tren de la American Railways Co.

    Esta compañía transportaba pasajeros y carga hasta la capital o la ciudad de Ponce. Esa ruta existía desde 1891.

    La estación local del tren tuvo inicialmente una llamada "la provisional" en una modesta casa de madera que luego fue residencia de la familia Navarro- Pabón, en la carretera estatal número 2, frente al Centro de Gobierno. El viaje a Dorado se realizaba en reversa ya que no existían vías de viraje para la máquina que acarreaba la carga y pasajeros. De Dorado regresaba de frente en su ruta por Dorado Pueblo, Higuillar, Maguayo, Monterrey, Santa Ana, Parcelas Carmen y Ponderosa.

    La labor del maquinista era compartida con el conductor quien establecía la ruta, supervisaba la carga y pasajeros. El fogonero mantenía alimentada la máquina con leña y agua y el guardafrenos, que viajaba en el último vagón, era responsable de la seguridad y de parar los vagones individualmente si fallaban los frenos de la máquina.

    Una vez los pasajeros llegaban al Dorado cambiaban al tren de la PR Railways hasta su destino final que acababa en Ponce. La duración del viaje hasta la Perla del Sur tardaba unas 9 horas, llegando cerca de las 5 de la tarde.

    El trayecto entre los cañaverales, pequeñas comunidades rurales y pueblos costeros era alegrado por los vendedores que venias maví (Dorado), quesitos(Isabela) , guarapo (Vega Baja), chicharrones y pan de la patita echá (Bayamón), crispé, maní tostado, pasteles y otros antojos. Como en toda empresa humana se habilitaban asientos de primera clase y de segunda. La diferencia en precios y vagones, comodidad y localización separaba unos de otros, aunque fueran al mismo destino.

    Hasta el año 1936 trabajó Don Juan en la ruta hasta Dorado. Como ferviente seguidor del Partido Socialista y de los obreros, participó en sus campañas políticas, caminatas y labor proselitista. Esto llegó a oídos de Don Jaime Sifre, administrador que era Republicano; quien le cogió ojeriza.

    Un día don Jaime le llamó la atención a don Juan porque era" un bandido, alborotoso y pendenciero socialista". A estos epítetos le respondió preguntando si don Jaime era policía o administrador. Por contestación recibió otra andanada de insultos. A los que don Juan enfrentó valientemente y complementó con una mandada al carajo porque primero era "socialista y si sobraba tiempo era empleado de la Central". Nuestro maquinista recogió sus herramientas y abandonó el trabajo.

    Trabajó un tiempo en la American Railways Co. en la ruta de Río Piedras a Caguas. Regresó a la Central Carmen y a su vieja amiga, la maquina #1 cuando don Jaime cesó como administrador. Más tarde fue bombero y en 1946 se embarcó para los Estados Unidos; por avión hasta Florida y como "castigo" viajó en tren por 18 horas hasta Washington y de allí a New York.

    Don Juan recordaba con cariño a sus compañeros de faena Ambrosio, Salustiano, Don Tomás, Marcos Martínez, y Francisco Fermaint. Como último sobreviviente de aquellos que con su humilde labor contribuyeron al desarrollo de nuestro pueblo, todavía es recordado por algunos en la copla que simulaba el ruido de la máquina #1 y que en su trayecto a Dorado iba cantando:

    "Juan Santiago, Juan Santiago; y a medida que adquiría velocidad cambiaba a "la cuchara, la cuchara, la cuchara".

    La memoria colectiva no olvida aquello que dio sentido a nuestra vida de pueblo. Don Juan, mi gran amigo Ambrosio, Don Tomás, Marcos, Salustiano y don Isaac Landrón, esclavo de mi tatarabuelo, convertido en maquinista luego de su liberación; he cumplido con ustedes y llevado su obra para perpetuarla para siempre.

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    Autor:

    Benjamin Negron Rodriguez