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El edipo, concepto universal de la humanidad (página 2)

Enviado por José Gonález


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Pero, para fines de nuestro trabajo nos detendremos en el registro simbólico, que es, donde Lacan desarrolla su teoría del sujeto. Para Lacan el complejo de Edipo se desarrolla en tres tiempos, de los que el estadio del espejo constituye el primero. El devenir psíquico transcurre desde la identificación narcisista, en el orden imaginario, a la identificación simbólica con la Ley del padre, al concluir el Edipo. Entre estos dos puntos se sitúa un momento en que la relación diádica con la madre marca al niño y define su identificación con el otro, o mejor dicho, con el deseo del otro. En el estadio del espejo la criatura se identifica con una imago anticipatoria de sí misma. En un segundo momento, lo hace con el deseo de la madre. AL final, al asumir la castración y comprender que ni él ni su padre son el falo,que solamente pueden transmitirlo de generación en generación, ingresará al orden simbólico, aceptará la ley. Esta última fase, es a lo que se le llama disolución del complejo de Edipo.

En la psicología comparada, no encontramos en ninguna otra especie, excepto el hombre todo este proceso identificatorio con el Otro. Y es a partir de esto que se constituye como sujeto. De ahí que no podemos encontrar en los animales, todas las patologías que padece el hombre, tales como: neurosis, fobias, parafilias, histerias, paranoia y esquizofrenia. Lacan propone que tanto la psicosis como las perversiones se asientan sobre un estilo identificatorio del orden imaginario, más que del orden simbólico.

Cuando el sujeto ingresa al orden de lo simbólico, significa que reconoce la castración. Pero no la castración en el sentido de la falta de un pene. Constituye más bien una referencia a la función del padre como mediatizador entre la madre y el niño. Esa función paterna se interpone en la relación diádica, imaginaria, especular, que se verifica entre el bebé y la madre. Esto es la castración.

Cuando se dice que el hombre o la mujer, entra en la castración, entendemos que, hay una prohibición, pero una prohibición al incesto; a la cópula con las figuras paternas, esto es lo que nos distingue de las demás especies; el paso de la endogamia hacia la exogamia, representa un proceso de evolución, que el animal no ha podido alcanzar, mientras que el hombre sí. Diríamos en términos darwinianos, hay un eslabón perdido, en donde ni la biología ni la psicología han podido encontrar.

Un intento por explicar este paso; el de los instintos hacía las pulsiones, estas últimas que le son propias al ser humano, lo encontramos en un ensayo de Freud en el esquema del psicoanálisis (1940-1938). En este trabajo, nos plantea la idea de que el estado anímico del hombre, está localizado en una zona o provincia psíquica muy antigua, donde se encuentran toda la información heredada de generación en generación y en que las primeras pulsiones tienen su origen en lo corporal; el ello, es la primer instancia donde todos los estímulos exteriores y originados en el cuerpo, se conforman como una representación psíquica. Bajo el influjo de toda esta estimulación objetiva y real, el ello va sufriendo una metamorfosis y convirtiéndose en otra entidad psíquica, denominada "yo". El "yo" por su parte cumple funciones de auto conservación, sometiendo al ello a sus exigencias pulsionales y acomodando toda estimulación exterior bajo sus condiciones,

También nos menciona, en este ensayo que, una prolongada dependencia en etapas infantiles con los progenitores se va formando otra instancia psíquica que él la denomina "Super yo". Pero, es evidente que no solo esta convivencia entre padres e hijos convocan a conformar este estado psíquico de placer-displacer, sino que, también influyen en gran medida; las tradiciones familiares, la raza, las costumbres y el pueblo, de la misma manera que todas las condiciones sociales de crianza, educación, convivencia etc…

Al final de este ensayo concluye, "este esquema general del aparato psíquico habrá de considerarse válido también para los animales superiores semejantes al hombre en lo anímico. Cabe suponer un superyó siempre que exista un período prolongado de dependencia infantil, como en el ser humano. Y es inevitable suponer una separación del yo y el ello. La psicología animal no ha abordado todavía la interesante tarea que esto plantea".

 

 

Autor:

José González

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