Después de largos y concienzudos exámenes vamos a arriesgar una respuesta directa: "… constituye una vía de expresión sublimada, inocua y, en cierta medida, terapéutica a los instintos agresivos del ser humano hacia sí mismo y hacia los demás" . Pérez Franco José. Cine de Horror y Psicoanálisis.
Según una vieja práctica de los cirujanos -creada por los descuartizadores- ‘iremos por partes’.
Ante todo hay que hacer una diferenciación entre terror y horror. Ambos son relatos destinados a provocar miedo (‘thrillers’), pero los dos de manera diferente, con una profundidad y una trascendencia diversa.
El terror remite a una situación humana extrema, en la que la supervivencia misma del sujeto se encuentra amenazada; no es casual que el término alemán que significa espanto, terror, pánico, entsetzen, signifique asimismo destrucción. El horror, en cambio, remite a lo ajeno a lo humano. El horror es una emoción que produce aversión, definida por el diccionario como repugnancia u odio. Nos horroriza lo antinatural. Esta cualidad es la que lo sitúa en el universo de lo "otro", del lo que forma parte lo sobrenatural y lo divino. De aquí que, a pesar del efecto desorganizador sobre el organismo que produce la horroroso –náusea y repugnancia intolerables – el sujeto se sienta deslumbrado, fascinado, en una experiencia que, en su conjunto, resulta incomunicable. Por ello, los personajes de ficción no vacilan en atribuirle una condición divina a las criaturas que le horrorizan. No en vano le hacen sentir el misterium tremendum y la fascinación que Otto Rank atribuye a la experiencia del contacto con la divinidad vivida por los pueblos primitivos.
Para precisar un poco más los dos conceptos vamos a reproducir el cuadro presentado por Jesús María Biurrum en su libro "Hacia una Psicopatología del miedo":
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