¿Por qué la importancia de la felicidad en el quehacer educativo? y ¿qué es la educación holista? Son dos preguntas obligadas que nos conducen a dos términos que por años han estado divorciados cuando de pronto relacionamos felicidad con educación.
Desde 17 años de experiencia como fundadora, docente y directora de una escuela de educación básica, puedo decir que la felicidad es parte de la esencia de cualquier ser humano, exteriorizada naturalmente en la infancia, y por tanto indispensable dentro de la educación
La raíz etimológica de educar, significa "hacer salir, extraer, dar a luz, conducir desde dentro hacia fuera". En cuanto al término "felicidad" de acuerdo a la Real Academia Española, es el "estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien", Marías (1988), agrega que no existe un verbo que exprese la felicidad, al expresarla como acción, siempre estará acompañada por adjetivos o con los verbos "Ser" o "tener.
Tener" nos coloca en el centro de la filosofía materialista que como señala el Dr. Ramón Gallegos Nava, nos encamina hacia una filosofía propia del término, que en tres siglos ha conducido a los estudiantes al hedonismo, a la pérdida de sentido, a apegos e insatisfacción y por lo tanto al sufrimiento, es decir una cultura basada en la acumulación de bienes finitos.
Respecto al "Ser" las definiciones de felicidad y educación tienen en común que ambas hablan de la interioridad del ser humano: la felicidad, alude al Ser y el término educación nos habla de extraer de adentro hacia afuera, lo que lleva a suponer que dicha interioridad está implicada naturalmente en la educación y en la felicidad, aunque esto no siempre se ha considerado así.
Nuestra historia educativa está llena de abusos hacia los niños, es un tema muy actual como lo señalan publicaciones sobre maltrato infantil pero también muy antiguo, podemos remontamos a épocas de los egipcios o hebreos y su enseñanza de la escritura (considerada como "exasperante") a través de golpes y garrotazos; o a los mismos griegos base de nuestra cultura, que aunque identifican el fin de la educación con la felicidad a través de la virtud, no vinculan los dos aspectos en la práctica educativa. (Cherobim, 2009).
Se tienen noticias de que la educación helenística por demás avanzada aplica severos métodos de sanción a los estudiantes y los antiguos romanos imponen rigurosos castigos corporales como parte de los procedimientos pedagógicos. (Homet, 1978).
En cada período pareciera que en los procesos educativos la felicidad se esconde, inclusive dentro de los monasterios medievales que prometen la felicidad a través del contacto divino pero que aplican disciplinas rígidas unidas a la culpa, al abuso, al sacrificio y al pecado. (Jaume Trilla, 2002). Surge la Europa renacentista con ideas como las de Lutero que lucha contra un sistema inquisidor católico que busca recuperar la supremacía sobre los hombres.
Y en este contexto nace precisamente desde dentro de la iglesia la teoría heliocéntrica de Copernico, que coloca a la tierra como centro del universo y que rompe con la visión tradicional del mundo (Russell,2001) influenciando a educadores como Comenio que por analogía con dicha teoría, derrumba al maestro del pedestal y coloca al alumno como eje.
Posiblemente por sus penosas experiencias personales como estudiante dentro de un contexto de caos y guerra Comenio fue el primero que cambia la vara de castigo por una sonrisa, cimentando el fundamento de una nueva visión educativa. Comenio y su contemporáneo Descartes con la "razón" como punto de partida, encaminan a occidente hasta la edad moderna. (Jaume Trilla, 2002).
Pero también en estos momentos de la historia, surge la necesidad política, social y económica de atender a muchos estudiantes con un reducido número de maestros. El desorden en las aulas pretende transformarse con el "reto" de que un solo preceptor atienda a grupos numerosos, sin embargo lo que se logra es "lo que Focault llama "máquinas de enseñar y disciplinar, como un artilugio para formar individuos dóciles, uniformes y por lo tanto útiles" (Jaume Trilla, 2002).
De acuerdo al Dr. Gallegos Nava es en este período donde el hombre en su afán por deshacerse del pensamiento supersticioso eclesiástico desconoce su genuina espiritualidad (Gallegos, 2001), coloca su interioridad fuera de él, el hombre queda dividido y condenado al mismo tiempo a vivir sin espiritualidad e inhábil para alcanzar la genuina felicidad.
La relación que se da entre maestro y alumno en esta época es totalmente despersonalizada y fría, el maestro considera al estudiante como una vasija vacía que se debe llenar con conocimientos por memorizar. (Gallegos, 2001)
Proliferan escuelas como las fundadas por el Padre La Salle, aplicando sobre todo orden y control. El aprendizaje exitoso es obligación personal del estudiante y la educación es alejada de la diversión o la felicidad, incluso es mal visto por las escuelas religiosas que los niños se diviertan o vivan momentos de gozo, porque el placer está relacionado con el pecado. (Varela y Álvarez Uría,1991; Pineau Dussel y Caruso, 2001).
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