Veamos ahora, algunos ejemplos que nos permitan tomar alguna posición en relación a la posibilidad o imposibilidad de la construcción del espacio en ciegos congénitos.
Recordemos a aquel joven paciente de Cheselden que luego de ser operado de cataratas no distinguió por mucho tiempo tamaños, distancias, situaciones, ni siquiera figuras, razón por el cual el joven anduvo a ciegas durante dos meses. Dos siglos más tarde, todos los pacientes descritos en la literatura sobre el tema se han encontrado, tras la operación, con grandes dificultades a la hora de percibir el espacio y la distancia, dificultades que se prolongaron meses e incluso años.
Veamos ahora algunos testimonios relatados por Oliver Sacks. Se trata de tres pacientes nacidos ciegos y que luego de haber vivido, aproximadamente 50 años de sus vidas como ciegos, fueron operados logrando ver. Al poco tiempo de ser operado un paciente es llevado por su neurólogo al Museo de la Ciencia de Londres para que viera una magnífica colección: El episodio más interesante fue su reacción ante una pieza exhibida en una vitrina de cristal especial. Le pidieron que diga qué había en ella. Fue incapaz de decir nada. A continuación pidieron al guarda del museo que abriera la vitrina y al paciente se le permitió tocar la pieza. El resultado fue asombroso. La recorrió ávidamente con los dedos, cerrando los ojos. A continuación retrocedió un poco, abrió los ojos y dijo: "Ahora que la he tocado, puedo verla".
Otro paciente relata que cuando le quitaron los vendajes oyó una voz delante de él: se volvió hacia la fuente del sonido y vio una "mancha". Comprendió que debía de ser una cara. Parecía convencido de que no habría sabido que eso era una cara de no haber oído previamente la voz y de no haber sabido que las voces procedían de las caras.
Durante esas primeras semanas siguientes a la operación no percibía la profundidad ni la distancia, las luces de las calles eran manchas luminosas pegadas a los cristales de las ventanas, y los pasillos del hospital, agujeros negros. Cuando cruzaba la calle el tráfico lo aterraba, incluso cuando iba acompañado. Este paciente decía que antes de la operación tenía una idea completamente distinta del espacio y sabía que un objeto podía ocupar sólo un lugar identificable al tacto. Sabía también que si había un obstáculo o un escalón, este obstáculo acaecía después de cierto período de tiempo, al cual él estaba acostumbrado. Tras la operación, después de muchos meses, ya no pudo coordinar las sensaciones visuales con la velocidad de su paso. Tenía que coordinar tanto su visión como el tiempo necesario para cubrir la distancia, cosa que encontraba muy difícil. Si el paso era demasiado lento o demasiado rápido, tropezaba.
Lacan nos recuerda que en la misma época en que la meditación cartesiana inaugura en su pureza la función del sujeto se desarrolla una dimensión de la óptica, que para distinguirla llamó geometral. Y es de esta dimensión geometral de la que nos hemos ocupado ampliamente. Esta construcción pasa completamente por alto lo que está en juego en la visión. Pues el espacio geometral de la visión -aún incluyendo en él las partes imaginarias del espacio virtual-, un ciego lo puede perfectamente, reconstruir, imaginar. Entonces, existe cierta óptica que pasa por alto lo propio de la visión. Es una óptica que está al alcance de los ciegos. Hemos intentado demostrar hasta qué punto el ciego es capaz de dar cuenta, de reconstruir, imaginar, todo cuanto del espacio nos procura la visión. La perspectiva geometral es asunto de demarcación del espacio, no de la vista. Hemos visto posiciones diferentes, adherimos, la experiencia nos da sobradas pruebas de ello, a aquella posición que sostiene que el ciego puede perfectamente concebir que el campo del espacio que él conoce, puede ser percibido a distancia y de manera simultánea. Le basta aprehender una función temporal: la instantaneidad. Hemos llevado las cosas al extremo, ver cómo imagina y construye el espacio el ciego congénito para comprobar, tal como nos anuncia Lacan, que la dimensión geometral nos permite vislumbrar cómo el sujeto está atrapado, capturado en el campo de la visión.
Publicado en revista Psyche Navegante Nº 75 / Diciembre de 2006.
www.psyche-navegante.com
Autor:
Cristina Oyarzábal
Profesora de ciegos y licenciada en Ciencias de la Educación. Master en Psicoanálisis. Coordina el Servicio de Apoyo Educativo de la Biblioteca Argentina para Ciegos.
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