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Antropología filosófica

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    Un desarrollo in extenso de la noción de ciudadanía del mundo lo encontramos en el artículo "Idea de una historia universal en sentido cosmopolita

    "Cualquiera sea el concepto que, en un plano metafísico, tengamos de la libertad de la voluntad, sus manifestaciones fenoménicas, las acciones humanas, se hallan determinadas, lo mismo que los demás fenómenos naturales, por las leyes generales de la Naturaleza." Aquí la primera de las afirmaciones del pequeño escrito de Kant, afirmación cuya presencia no deja de insistir a lo largo de todo el texto La historia que le interesa a Kant no es la de los individuos, sino la historia del hombre como especie. En ese sentido, la reflexión kantiana interroga lo propio del hombre no en tanto ser racional, sino en tanto que totalidad. El hombre como especie, el hombre como totalidad: por lo tanto, el hombre que no se mueve ni por el puro impulso dictado por sus inclinaciones sensibles ni con arreglo a un plan puramente racional.

    El problema mayor para una Antropología filosófica nos conduce a la articulación entre el supuesto ético kantiano básico, según el cuál cada ser humano es un fin en sí mismo, y la  consecución del empeño que la naturaleza tiene puesta en el hombre, esto es, el desarrollo de las disposiciones que lo distinguen como especie. Dicha articulación gira entorno a la justificación kantiana del poder político en tanto supone la necesidad de instituir una sociedad civil que encuentre su propia legitimidad en la idea misma de razón práctica, esto es, en la condición de posibilidad trascendental de la realización efectiva de la libertad humana, ante todo, como sometimiento de las acciones de los ciudadanos a leyes objetivas de validez universal.

    La antropología se pregunta por el hombre empírico, por el hombre en tanto totalidad. Y este hombre tiene una característica que lo distingue del resto de los seres: en la posibilidad del hombre de representarse su yo reside, en términos de Kant, la singularidad que hace del hombre un ser infinitamente superior que los demás seres que viven sobre la tierra. Es esta posibilidad de representarse su yo, donde su mismidad se le vuelve transparente a sí mismo, lo que constituye al hombre en persona. En virtud de que el hombre se encuentra facultado para tematizar su yo como objeto de pensamiento, como unidad de la conciencia en medio del fluir incesante de representaciones, que el hombre es una y la misma persona, esto es, un ser distinto de todas las cosas.

     

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