El destino de la sorprendente guajira nacida en el extremo oriental de Cuba resulta un caso bastante común en el derecho al uso.
Quien primero la sacó a pasear fue el pueblo. ¿Cuándo? Nada seguro se sabe hoy. ¿Cómo? Hay versiones contradictorias. ¿Dónde? Eso sí es indubitable: en Guantánamo. Lo proclama su mismo texto cantado: "Guantanamera, guajira guantanamera".
En este último punto todos -o casi todos- concuerdan con el menos común de los sentidos, y con los musicólogos, historiadores y pobladores del llamado Alto Oriente cubano. Ellos aseguran, cada uno por su parte, el origen de la hoy universal Guantanamera "en una tonada guajira de la zona de Guantánamo, es decir en una expresión de la cultura popular tradicional."
En esto sobra ya la discusión. Pero como la cuestión de derecho se ha enredado en multitud de egoísmos, errores de juicio y negligencias de las partes interesadas en la titularidad de la Guantanamera, la abogada Margarita Soto Granado, especialista cubana en derecho de autor, y quien suscribe la cita anterior, ha precisado que "las expresiones folclóricas [de origen popular tradicional [carecen de autor y por tanto de titularidad." Se entiende, pues, que son anónimas.
"Lo cierto -acota, no obstante, la especialista al respecto de la Guantanamera– es que la obra ´original´, según ha quedado demostrado, es una tonada campesina que forma parte de la cultura popular tradicional de la actual provincia de Guantánamo, Cuba."
Pese a tan sólido reconocimiento, sin embargo, los estudios sobre el extenso conflicto de autorías y titularidades no subrayan con frecuencia este origen popular guantanamero. Tampoco, por supuesto, es admisión resulta en que se adjudiquen beneficios de derecho público a favor del pueblo creador de tal original.
¿Y qué se habrá creído la guajira guantanamera esta?
Este pueblo, aparte de sufrir la injusticia que en ese sentido permanece, es víctima del despojo de los grandes dividendos que la obra sigue generando por la recaudación mundial de derecho de autor, figura que sólo reconoce las personas individuales que la inscriben, pero nunca al conglomerado que, en este caso, se admite sin dudas como verdadero creador.
El polemista Reinaldo Cedeño Pineda, en su artículo TIERRA DEL DIABLO, publicado el viernes 14 de diciembre de 2007, en su blog La espina y la isla, adelanta que mientras para unos el tema de la autoría de La Guantanamera quedó sellado, para otros vivirá envuelta en una polémica, tal vez infinita. Y en este caso se trata de lo segundo, tal vez sólo por ahora.
Para el provecho personal y en detrimento del colectivo tampoco se enfatizó suficientemente nunca que quienes, fuera del pueblo de Guantánamo, cantaron aquella melodía, la grabaron e inscribieron como autores, en cualesquiera versiones, matices, adaptaciones y arreglos, se atribuyeron siempre indebidamente una obra original propia del acervo musical popular tradicional guantanamero, dicho sea con las reiteraciones propias del lenguaje forense.
Poner en tela de juicio, elogiar o denigrar a alguien preciso con nombres y apellidos parece a esos ojos y oídos más interesante, importante, urgente y lógico que ser justos con la propiedad colectiva reconocida. ¡Como si de justicia fuera que lo que es de todos o de muchos no es de nadie! Se trata en este caso -¿habrá que recordarlo?- de una tonada y del pueblo de una región: La Guantanamera, de Guantánamo.
Se llega así a acuñar mentiras como verdades, y a simplificaciones y disparates. Un ejemplo: "El son, La Guantanamera, como Joseíto Fernández, vino de Oriente", yerró enmarañadamente Guillermo Cabrera Infante (GCI) opinando en el periódico español El País, el 11 de abril de 1993, en su artículo Guantanamerías. Mejor él, pero casi todo el mundo debiera bien saber que el nombrado Rey de la Melodía nació en el barrio habanero de Los Sitios, en 1908, y en La Habana murió en 1979. "Siempre en La Habana he vivido,/ fuera de ella en ningún lado", le aclara cantando el mismísimo Joseíto a Beny Moré en una controversia grabada en Radio Progreso y que ha recibido una amplia difusión.
Joseíto, pues, no "vino" de Oriente, como quisiera GCI, aunque sí estuvo en esta región, específicamente en Guantánamo, al menos una vez, como prueba la foto. Hablando con total propiedad para el caso, el son y La Guantanamera tampoco "vinieron" de Oriente, como si llegaran del extranjero a la cultura cubana, sino que "vinieron" de Cuba para el mundo. Con justicia, el son, La Guantanamera y Joseíto son exacta e indiscutiblemente eso: cubanos. Sólo dentro de esa unidad cultural nacional, multirregional, y sólo dentro de ella, las reclamaciones son justas y legítimas. Dicho sea de paso, el propio GCI se "fue" de Cuba, murió en Londres, nació en Gibara, crió su "perversa" imaginación en La Habana, y es un escritor cubano.
La adjudicación legal de autoría en el caso de La Guantanamera no debiera ser óbice para destacar mucho más el verdadero origen guantanamero de la sorprendente guajira internacional. Incluso para asumir la posibilidad, aún dentro del marco del "estrecho horizonte del derecho burgués", como diría Carlos Marx, de que la titularidad podría exhibirla alguien "venido" de la zona de Guantánamo, origen indiscutido -dicho sea una vez más, por si las moscas- de La Guantanamera.
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