El Éxodo: un aporte a la concreción del reino de Dios en la historia latinoamericana
Enviado por Héctor Amado Martínez
- El éxodo como parangón de la evolución histórica
- El juicio destructivo y el acercamiento al reino
- Conclusiones
- Notas
- Bibliografía
RESUMEN
El Éxodo es una salida y una fundación histórica. Es una salida desde un estado de negación de la condición humana y la salida de tal condición hacia una tierra promisoria que, por su historicidad, trasciende en el espacio y en el tiempo para convertirse en una situación en y para la salvación del ser humano sufriente, que exige un requisito trascendente: la necesidad individual y social de la conversión. Y es un camino precisamente porque el desenvolvimiento de la historia de esa humanidad sufriente, presa de la esclavitud y sometida a la adoración de falsos dioses políticos, económicos e ideológicos, desemboca en una alteración del orden social lleno de contradicciones de difícil resolución precisamente por la implantación de soluciones "logificadas" que vistas desde su diseño, rebasan los cimientos del derecho natural llegando a ideologizarse y convertirse en prácticas legitimadas y tenidas como "buenas" desde la perspectiva de quien la sostiene y defiende.
Este enfoque sociológico pretende ser un análisis comparativo entre el acontecimiento veterotestamentario mosaico, y la alianza contraída entre Dios hecho Hombre y la humanidad entera en la búsqueda de un orden donde se concreticen las posibilidades sociales para llegar a encontrar una vía posible hacia la felicidad del ser humano. Y se resume así, un estado de las cosas preñado de contradicciones sociales que impiden alcanzar las aspiraciones más simples y más naturales y que, sin embargo se perpetúa de tal manera que la desesperanza pareciera tocar a las puertas de la humanidad, sin encontrar una salida histórica; no al menos en los relativismos ideológicos tal como el socialismo y el liberalismo lo han planteado.
Por ello es menester volver la mirada hacia la Alianza entre Dios y el Hombre en la persona de Jesús (1), en la propia liberación manifiesta, tanto a nivel individual como a nivel social, dentro de una dinámica dialéctica, interdependiente e interactiva que nos lleve a mejores derroteros. Desafortunadamente la presencia real de Dios y el Hijo en la historia está ligada íntimamente a la cronología descrita en los tratados históricos sin recibir a cambio nada más que el reconocimiento influyente en la espiritualidad de la congregación humana en la institucionalidad eclesial. No se sale de estos parámetros ni de este círculo que impide ver la trascendencia de Dios en la historia y la fuerza concreta que pueda tener en la edificación de una mejor sociedad, sin llegar a ser por ello una mera utopía como lo han querido ver incluso ciertos defensores de la Teología de la Liberación misma. Muy lejos estamos desde el punto de vista empírico de subsumir la historia basada en la salvación y la entronización del Reino de Dios en la historia de la humanidad en cuanto eje central de la evolución y la búsqueda de un mundo caracterizado por la justicia y la liberación humana, entendida ésta, como una situación social en que las condiciones de vida de la población de cualquier sociedad particular satisfagan las necesidades más elementales tanto biológicas como espirituales y sociales.
La posición radical de los relativismos como el marxismo y el liberalismo (económico), así como de las teorías sociológicas, los planteamientos filosóficos y teológicos (Teología de la Liberación); la posición científico-social sobre la evolución humana, no hace más que demostrarnos la sujeción de Dios y su Plan a los planteamientos meramente antropocéntricos, dejando en un segundo plano esta prioridad de la salvación. Lejos estamos de vincular, desde el punto de vista teórico y práctico, la historia dentro de la Salvación. Los filósofos como Karl Jasper pretendían precisamente plantear un eje central de la historia, vista empíricamente como la guía de la humanidad, incluyendo una validez teórica para la cristiandad.
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