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El lugar de Rulfo

Enviado por Gustavo Fares


Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. Desarrollo

    Resumen:

    El texto narra un viaje a la "zona rulfiana", en Jalisco, México, y traza las relaciones entre esta área geográfica y la obra del escritor Mejicano Juan Rulfo (1917-1986)

    Desarrollo

    El sentido de ubicación de un autor es uno de los parámetros fundamentales en la obra literaria. Y la ubicación a la que me refiero lo es tanto en el espacio físico donde se desarrolla la obra y al que la misma da creacion, asi como el espacio que un determinado autor ocupa en las letras del contienente, en Latinoamerica en el caso de Juan Rulfo. El lugar de Rulfo, en las páginas que siguen, se refiere a aquél, al espacio a partir del cual se gesta su obra y que, a la vez, ella crea. Es imposible, me parece, una vez leída la novela Pedro Páramo no ver los espacios que la misma crea y evoca, con diferentes ojos. Me interesa entonces llevar al lector al lugar de donde Rulfo toma elementos para crear su Comala, con la ilusión, la misma que guiaba a Juan Preciado, de que Comala se encarne en los lugares y gentes que tuve la fortuna de visitar cuando me hallaba en busca de la memoria de Juan Rulfo.

    La así llamada "zona rulfiana" comprende la parte sur oeste del estado de Jalisco y se centra en los pueblos que rodean a Sayula, la ciudad más importante del área. Si bien algunos autores opinan que el área referida por Rulfo en su obra son los Altos del estado de Jalisco, ubicados al noreste de Guadalajara, la toponimia que el propio Rulfo utiliza en sus historias, con excepción de "Talpa", se encuentra situada en la región primero mencionada.

    El conjunto de nombres comprende, por ejemplo, Tuxcacuesco, el pueblo al que se dirige Juan Preciado inmediatamente después de la muerte de su madre en la primera versión de la novela de Rulfo, llamada entonces Los murmullos; Tonaya, la aldea adonde el padre lleva a su hijo a curar en "No oyes ladrar los perros"; San Gabriel, según algunos el lugar que inspiró Comala, según otros solamente un proveedor de nombres para el pueblo imaginario y el lugar, asimismo, del relato "En la madrugada"; y la misma Sayula, nombrada en Pedro Páramo por Juan al referirse al itinerario que lo condujo a Comala, y caracterizada como el sitio en donde se pueden oír los gritos de los niños y ver el volar de los pájaros. Estos sitios señalan la región donde nació y se crió Juan Rulfo, donde aún se lo tiene presente y a donde su familia todavía suele ir a pasar algún fin de semana cuando decide salir del Distrito Federal. Tuve la fortuna de visitar la zona de Rulfo hace unos años; las páginas que siguen dan testimonio de ese viaje.

    Se llega Sayula desde Guadalajara en autobús. En unas dos horas se atraviesan algo así como cincuenta años de historia, hacia atrás, hacia el pasado no tan inmediato, hasta que aparece el pueblo. La ruta toma un desvío desde la carretera principal, el autobús pasa unas casas bajas y bien cuidadas, y se detiene en la plaza de armas, conocida como "el jardín." Con la torpeza propia del recién llegado pregunto a un chico dónde está la plaza, y con un gesto que abarca el pueblo me dice que "Es todo aquí." Miro y enfrente está el mercado. El edificio ocupa una manzana, viejo y sucio y, hoy viernes por la tarde, también está cerrado, como el resto de los negocios. Los comerciantes se han tomado la tarde libre. Casi todos. Lo que primero me llama la atención es encontrar el nombre de Juan Preciado en una placa conmemorativa en una de las paredes del edificio del mercado. La leo, y según parece, es en homenaje a un presidente municipal llamado como el héroe rulfiano. Las señales empiezan a hacerse más claras entonces y, a partir del nombre de Preciado, me empiezo a sentir dentro de un relato de Rulfo.

    Desde la plaza se ve el hotel del pueblo, el "Díaz." Es un edificio que seguramente antes era una casa de familia numerosa, con un patio en el medio y una fuente, las habitaciones a los lados, todo bien cuidado y limpio. No se cuantos días me quedaré, de modo que pago por unos cuantos y salgo a andar un poco, a recorrer las calles, repitiéndome las palabras con las que la novela describe a Sayula, y comprobando que pueden ser ciertas:

    Era la hora en que los niños juegan en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la tarde. Cuando aún las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol.

    Al menos eso había visto en Sayula, todavía ayer, a esta misma hora. Y había visto también el vuelo de las palomas rompiendo el aire quieto, sacudiendo sus alas como si se desprendieran del día. (10-11)

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