Aspectos de la vida y la muerte en las antiguas religiones de Egipto, Grecia y Mesopotamia
Enviado por Alejandra Agustina Orozco Segatori
- El mundo de los vivos
- El mundo de los muertos
- El contacto entre ambos mundos
- Conclusión
- Bibliografía
Introducción
El presente trabajo estará dedicado a la realización de un análisis comparativo entre ciertos aspectos relevantes de las religiones del Antiguo Egipto, la Antigua Mesopotamia y la Antigua Grecia. Una comparación de estas características es posible partiendo de la base de una estrecha interrelación entre estas tres culturas, lo cual permite poner en evidencia aspectos que resultan idénticos o similares en sus respectivos sistemas de creencias.
La realidad histórica reconoce una pluralidad de religiones y no una religión única, pero cada una de las religiones individuales que conforman esta pluralidad religiosa posee elementos originales y rasgos de creatividad que les son propios y peculiares. Sin embargo –y desde el momento en que ha sido posible el desarrollo de una historia comparada de las religiones- no puede pasarse por alto la existencia de numerosos temas que a través de la difusión han llegado a hacerse presentes en diversos sistemas de creencias alrededor del mundo.
De esta manera, ya sea a través del reconocimiento de mitos, deidades o prácticas de lo sagrado, que resultan comunes a más de una cultura, pueden reconocerse influencias y evidenciarse lazos de contacto –directos o indirectos- entre grupos humanos cuya distancia espacial y aun temporal resultan significativas. Con más razón aún, puede pensarse que debería resultar posible hallar temas comunes entre civilizaciones muy cercanas entre sí –como fueron Egipto, Mesopotamia y Grecia- y sobre las cuales constan además relaciones de contacto atestiguadas por fuentes independientes.
Es en tal sentido que se pretenderá a través de este trabajo poner en relevancia algunos aspectos religiosos comunes vinculados al mundo de los vivos, al de los muertos y –finalmente-, al contacto entre ambos. Se entenderá en tal sentido que el mundo de los vivos está conformado por el espacio de las divinidades que gobiernan sobre la tierra y que el de los muertos corresponde a aquel en que habitan los hombres ya fallecidos, con sus respectivas divinidades específicas. El contacto, por su parte, estará referido a las relaciones entre ambos mundos y a las peculiaridades inherentes a dichas relaciones.
El mundo de los vivos
Si, tal como afirma Aristóteles, "los hombres imaginan que tanto las formas de los dioses, como también su conducta, son semejantes a la propia"[1], se torna inevitable la necesidad de profundizar el análisis de las religiones egipcia, mesopotámica y griega a partir de las respectivas sociedades humanas que las sustentaron. Es en tal sentido que resulta posible destacar, como principio de exploración, dos aspectos inherentes a la sociedad humana que hallan claro reflejo en las manifestaciones religiosas; son éstos los conceptos de familia y Estado.
En lo que respecta al primer aspecto –la familia como principio organizativo del mundo divino- es posible observar que tanto en el caso griego como en el mesopotámico y egipcio se torna evidente la presencia de una gran familia cósmica, estructurada en una dualidad hombre–mujer a partir de un vínculo matrimonial y organizada a partir de generaciones sucesivas en las que los más jóvenes dioses son presentados como efectivamente nacidos de la unión de sus antecesores.
En lo que se refiere al caso egipcio, puede pensarse que el mito cosmogónico que refleja de modo más claro el vínculo familiar de los dioses es el correspondiente al sistema heliopolitano. Se presenta en éste, precisamente, una estructura dual y generacional completa y clara, en la cual Atum-Re –el demiurgo y por ende el primero y mayor de su linaje- creó a la primera pareja divina, el dios Shu y la diosa Tefnut, de quienes nacieron Geb y Nut, quienes a su vez engendraron cuatro hijos: Osiris, Isis, Seth y Neftis, que formarían a su vez parejas[2]De Osiris e Isis surgiría una quinta generación, a partir del nacimiento de Horus.
Si bien por su estructura y su claridad en los vínculos establecidos este sistema cosmogónico resulta el mejor ejemplo de organización familiar en el universo egipcio, no por ello deben dejarse de lado otras cosmogonías. En el sistema hermopolitano se hace evidente, a través de la Ogóada, el mismo principio de dualidad divina –cuatro parejas formadas por un macho y una hembra: Nun y Nunet, Heh y Hehet, Kek y Keket, Amón y Amaunet -, a quienes, según las versiones alternativas, se consideró tanto descendientes como padres de Re o de Shu, e incluso del niño demiurgo que habría nacido del loto en la isla de Hermópolis[3]
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