El alma del teatro No japonés (Revista esfinge)
Enviado por Rosario del Castillo
El canto, la danza y la poesía se conjugan en un espectáculo en el que lo artístico se aúna con lo ceremonial para formar un todo armónico. Actores y espectadores entran en una concepción diferente de tiempo y espacio.
Cuentan las antiguas crónicas que la diosa del Sol, Amaterasu (de la cual se suponen descendientes por línea directa los emperadores), ofendida con su hermano el príncipe Susanoo Mikoto, huyó y se escondió en una cueva. La noche eterna vino entonces a la Tierra. Para hacer salir a la diosa y librar al mundo de la oscuridad, los dioses decidieron reunirse delante de la entrada de la cueva y bailar una danza con mímica y música. Atraída así su atención y curiosidad, la diosa salió de su escondite, volviendo nuevamente a alumbrar al mundo.
La música y la danza se suponen, pues, del agrado de los dioses, y las primeras compañías teatrales en Japón tuvieron su origen en las representaciones de los templos sintoístas. Posteriormente se fueron sucediendo diversas formas artísticas, en algunos casos concebidas para entretenimiento de la Corte, y en otros como divertimentos rústicos de la comunidad agrícola.
A principios del siglo XIV, aquel conjunto de entretenimientos varios, que era llamado "arte de monos" o Sarugaku, empezó a convertirse en verdaderas representaciones teatrales en las que se desarrollaba un tema definido. Unas veces conservaban un talante cómico, otros eran de carácter jocoso, satírico, y algunas, muy especiales, unían un tema dramático a la música y a la danza, dando vida a un género nuevo de fondo filosófico-religioso, el drama No.
El teatro No es una forma simbólico-musical que se representa por dos actores principales y unos pocos secundarios, en un escenario sencillo, con intervención coral y algunos instrumentos musicales.
De estilo plenamente simbólico, más que evidenciar lo que se quiere transmitir, pretende desarrollar la imaginación de quien lo contempla y despertar capacidades de comprensión más sutiles y cercanas al mundo de las ideas.
Surge en Japón en una sociedad feudal, con fuerte presencia de lo militar, y está mucho más cercano al rito que al puro entretenimiento. Con una tradición histórica aún viva en nuestros días al haberse conservado las técnicas de actuación, hoy podemos contemplar espectáculos similares a los creados hace cientos de años.
EL ALMA DEL TEATRO NO
El japonés es un pueblo pragmático que ha sabido sintetizar las diferentes tradiciones filosóficas y espirituales con las que ha tomado contacto, extrayendo de cada una de ellas elementos prácticos para su forma de vida. Sintoísmo, Budismo, Confucionismo y Taoísmo han dejado profundas huellas en el alma de este pueblo que se han visto reflejadas también en el teatro No.
El Sintoísmo o Camino de los Dioses es la religión autóctona del Japón. Por medio de ritos y ceremonias se mantiene el culto a los Kami o misteriosas Fuerzas de la Naturaleza que vendrían a representar la parte luminosa de las cosas. Esto les lleva a sentir una profunda reverencia por la Naturaleza y a valorar especialmente la armonía y la pureza.
En las obras No denominadas Kami-Mono el personaje principal es un dios sintoísta. Generalmente aparece representado por el segundo actor, en la forma de un hombre anciano. Éste se dirige al personaje que llega a la escena, que generalmente es el recinto de un templo, y le explica la historia o la leyenda de algún árbol sagrado. En la segunda escena, el dios entretiene al visitante con una danza.
El Budismo también dejará su impronta y sus manifestaciones artísticas en Japón. La idea de la reencarnación y de la pervivencia del alma más allá de la muerte se puede apreciar en el argumento de muchas obras No, especialmente en las denominadas Shura Mono. En éstas aparece generalmente un héroe de la familia de los Minamoto, que fueron las dos facciones principales el Japón del siglo XII. La palabra Sura Mono viene de Asura, nombre del infierno a cuyo tormento son destinadas las almas de los difuntos en las batallas. En estas obras se describe cómo el espíritu de alguno de estos guerreros trata de escapar de tal destino. Para ello se evade del infierno y vuela hacia la tierra apareciéndose a alguien.
El teatro No florece en un momento de inestabilidad política en Japón, en la era Muromachi. En un movimiento del péndulo se había pasado de la relajación de las costumbres de la época de la Corte imperial de Kyoto, a la austeridad y disciplina propias de la vida del samurai, que había adoptado el código de conducta reflejado en el bushido.
Estos guerreros van a encontrar su identidad ideológica en el Budismo Zen, el cual les va a proporcionar un profundo sentimiento de confianza en el propio destino, sumisión tranquila a lo inevitable y amable acogida de la muerte. Se exaltó una ética guerrera de heroísmo, de la lealtad y de la disposición a morir por el señor, a través de narraciones épicas como el Heike Monogatari, de donde se extraen muchos argumentos para obras No.
Imbuido por el espíritu de la filosofía Zen, el actor de NO debe adentrarse, para la perfecta ejecución de su arte, en una vía de perfeccionamiento interior denominada Do, un camino o sendero que se puede encarnar en diferentes actividades humanas, pero siempre impregnadas por el espíritu del Zen.
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