- Fusión de cristianismo y paganismo
- Concilio ecuménico de Nicea
- Usurpación del mensaje de Jesús
- La Biblia de Constantino
- Libros sagrados y fe
- Los Evangelios Gnósticos
- La prostituta
- Hieros Gamos
- La sobrevaloración de lo masculino
- La devaluación de lo femenino
- La satanización de la palabra izquierda
Del libro CÓDIGO DA VINCI por Dan Brown.
Dan Brown. Novelista estadounidense, Exeter, Nuevo Hampshire, Estados Unidos, 22 de junio de 1964.
Fusión de cristianismo y paganismo
Constantino fue pagano toda su vida y lo bautizaron en su lecho de muerte, cuando ya estaba demasiado débil como para oponerse. En tiempos de Constantino, la religión oficial de Roma era el culto al Sol, al Sol Invictus, el Sol invencible, y Constantino era el sumo sacerdote. Por desgracia para él en Roma había cada vez más tensiones religiosas. Tres siglos después de la crucifixión de Jesús, sus seguidores se habían multiplicado de manera exponencial.
Los cristianos y los paganos habían empezado a guerrear, y el conflicto llegó a tal extremo que amenazaba con partir el imperio en dos. Constantino decidió que había que hacer algo. En el año 325 decidió unificar a Roma bajo una sola religión: el cristianismo. ¿Y por qué escogió un emperador pagano el cristianismo como religión oficial?. Constantino era muy buen empresario. Veía que el cristianismo estaba en expansión y, simplemente, apostó por un caballo ganador. Los historiadores siguen maravillándose de su capacidad para convertir, a la nueva religión, a unos paganos adoradores del sol.
Con la incorporación de símbolos paganos, fechas y rituales a la creciente tradición cristiana, creó una especie de religión híbrida que pudiera ser aceptada por las dos partes. Los vestigios de la religión pagana en la simbología cristiana son innegables. Los discos solares de los egipcios se convirtieron en las coronillas de los santos católicos.
Los pictogramas de Isis amamantando a su hijo Horus, concebido de manera milagrosa, fueron el modelo de nuestras modernas imágenes de la Virgen María amamantando al niño Jesús. Y prácticamente todos los elementos del ritual católico, la mitra, el altar, la doxología y la comunión, el acto de «comerse a Dios», se tomaron de ritos mistéricos de anteriores religiones paganas. Los simbologistas no acabarían nunca de estudiar la iconografía cristiana porque nada en el cristianismo es original: El dios precristiano Mitras, llamado «hijo de Dios y Luz del Mundo», nació el veinticinco de diciembre, fue enterrado en una tumba excavada en la roca y resucitó al tercer día. Por cierto, el veinticinco de diciembre también es el cumpleaños de Osiris, de Adonis y de Dionisos. Al recién nacido Krishna le regalaron oro, incienso y mirra. Hasta el semanal día del Señor de los cristianos es una idea que tomaron prestada de los paganos. Originalmente, los cristianos respetaban el sabath de los judíos, el sábado, pero Constantino lo modificó para que coincidiera con el día de veneración pagana al sol. Hasta nuestros días, la mayoría de feligreses acude a la iglesia los domingos sin saber que están allí para rendir su tributo semanal al dios pagano el sol.
Concilio ecuménico de Nicea
Durante esa fusión de religiones, a Constantino le hacía falta fortalecer la nueva tradición cristiana, y ordenó la celebración del famoso concilio ecuménico de Nicea. Durante ese encuentro, se debatió y se votó sobre muchos aspectos del cristianismo, la fecha de la Pascua, el papel de los obispos, la administración de los sacramentos y, por supuesto, la divinidad de Jesús. Hasta ese momento de la historia, Jesús era, para sus seguidores, un profeta mortal… un hombre grande y poderoso, pero un hombre, un ser mortal. No el Hijo de Dios. El hecho de que Jesús pasara a considerarse «el Hijo de Dios» se propuso y se votó en el Concilio de Nicea. La divinidad de Jesús fue el resultado de una votación. Y de una votación muy ajustada, por cierto. Con todo, establecer la divinidad de Cristo era fundamental para la posterior unificación del imperio y para el establecimiento de la nueva base del poder del Vaticano.
Al proclamar oficialmente a Jesús como Hijo de Dios, Constantino lo convirtió en una divinidad que existía más allá del alcance del mundo humano, en una entidad cuyo poder era incuestionable. Así no sólo se sofocaban posibles amenazas paganas al cristianismo, sino que ahora los seguidores de Cristo sólo podían redimirse a través de un canal sagrado bien establecido: la Iglesia católica apostólica y romana.
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