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La gran Nación Peruana (página 4)

Enviado por alarconflores


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Defender nuestras identidades culturales

En el contexto de la globalización de los Medios de Comunicación, una tarea impostergable que deben efectuar quienes ejercen esta actividad es la defensa de la Identidad Cultural de nuestras comunidades, sin exclusiones. Esto no implica sólo el fortalecimiento de las lenguas más importantes de nuestro país, como el castellano y el quechua, sino de una serie de otras lenguas nativas.

La tarea que ha realizado España, desde el advenimiento de Internet, en cuanto a la defensa del castellano ya alcanzó resultados positivos.

Así, el castellano es una de las lenguas más usadas en la red, luego está el inglés precedida por el japonés, alemán y francés.

Sin embargo, los más importantes servicios de Internet en castellano no están en América Latina y el Caribe, sino en los Estados Unidos, particularmente en Miami. Según Inktomi Corp., la WEB comprende hoy unos 6.400.00 servidores, con 5.000.000 de sitios y alrededor de 1000 millones de documentos que, en un 86.6% están escritos en inglés. Sólo uno de los buscadores de recursos, el conocido Yahoo, tiene 750.000 enlaces diferentes y recibe un promedio de 37 millones de consultas diarias.

LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Los cambios acelerados que se han venido produciendo en el contexto internacional condicionan los esfuerzos de desarrollo del Perú, y exigen adaptaciones en la política exterior y en la manera en que el país se vincula al resto del mundo. Este contexto puede considerarse como el bastidor en el cual debemos reconstituir el tejido social peruano durante los próximos veinte años, entrelazando las hebras de la trama, que corresponden a las líneas estratégicas, y las hebras de la urdimbre, que corresponden a las reformas institucionales asociadas con la gobernabilidad democrática.

Tal como muestra el diseño de la cubierta de este libro, cada uno de estos conjuntos de hebras sobrepasa el marco del bastidor y se proyecta hacia el mundo externo, al mismo tiempo que algunas hebras provienen del exterior y se introducen en la trama y en la urdimbre del tejido social que debemos reconstituir.

Para estructurar el conjunto de vinculaciones con el entorno mundial es necesario tener una apreciación adecuada de la evolución del contexto internacional, que se ha caracterizado por · Tomado del libro "Perú. Agenda y Estrategia para el Siglo 21" de Agenda: Perú.

La emergencia de un orden global fracturado y por la gravitación que han adquirido los planteamientos ideológicos asociados con la globalización. A partir de esta apreciación es posible identificar las líneas maestras para una gestión de la inserción internacional del Perú, así como los lineamientos para el diseño de una política exterior.

EL ORDEN GLOBAL FRACTURADO

La multiplicidad de cambios y tendencias que se han manifestado durante los últimos tres decenios indica que somos testigos de un proceso acelerado, segmentado y desigual de globalización. La expansión a escala mundial de las actividades productivas y de servicio, el crecimiento del comercio internacional, la importancia decreciente de las fronteras nacionales, y el intercambio masivo de información y conocimiento por todo el planeta coexisten con la concentración de actividades "globales" en ciertos países, ciudades y aun distritos, y también con la concentración de dichas actividades al interior de unos pocos cientos de corporaciones transnacionales.

La simultánea integración y exclusión de regiones, países y grupos sociales son dos aspectos estrechamente interconectados del proceso multidimensional de globalización y fragmentación en marcha que está configurando un orden global fracturado.

Se trata de un orden global, pero no integrado; un orden que nos pone a todos en contacto los unos con los otros, pero al mismo tiempo mantiene profundas divisiones entre diferentes grupos de países y de personas en estos países; un orden que está beneficiando a una pequeña parte de la humanidad y segregando a la mayoría de la población mundial.

La conformación del orden global fracturado tiene antecedentes históricos muy antiguos. Las fracturas que acompañan a la globalización empezaron a surgir en los siglos 15 y 16, desde los inicios de la expansión mundial de Europa Occidental. Sin embargo, los procesos acelerados de cambio político, económico, social, ambiental, cultural, científico y tecnológico que tuvieron lugar a partir de la Segunda Guerra Mundial han creado un contexto radicalmente nuevo para la evolución de los seres humanos. Los avances de la ciencia y la tecnología han alterado profundamente las interacciones entre las personas, las concepciones de la naturaleza humana y las posibilidades para la evolución futura de nuestra especie.

El fin de la Guerra Fría y las nuevas preocupaciones de seguridad internacional (conflictos étnicos y religiosos, posibilidad de guerras químicas y bacteriológicas, terrorismo, proliferación de armas nucleares en pequeña escala, crimen organizado, tráfico de drogas, disputas ambientales) exigen nuevos arreglos para la seguridad internacional y regional, así como las nuevas doctrinas de defensa nacional. La creciente interdependencia económica y financiera, unida a los cambios en las relaciones económicas internacionales, exige nuevas estrategias para la inserción de las economías y empresas en un escenario internacional cada vez más volátil y competitivo, en el cual la globalización de las finanzas juega un papel de primer orden.

Las condiciones sociales y las desigualdades persistentes plantean enormes desafíos para mantener la cohesión social. Los desequilibrios demográficos entre países ricos y pobres; el rápido crecimiento de las demandas de alimentos, salud, educación, vivienda y saneamiento en el mundo en desarrollo; la pobreza generalizada asociada a la exclusión económica, social y política; y los problemas de empleo y subempleo, que afectan tanto a los países ricos como a los pobres, requieren de respuestas imaginativas y prácticas, tanto en el ámbito internacional como en el de las estrategias y políticas nacionales y locales.

En forma similar, los cambios significativos que se han dado en las relaciones de género-producto de la capacidad que han adquirido las mujeres para regular su propia fertilidad con mayor facilidad- tienen gran importancia en el mundo de trabajo y de la familia, y exigen una perspectiva diferente de la división convencional de responsabilidades entre hombres y mujeres, tanto en el mundo laboral como en el de crianza de los niños.

La toma de conciencia sobre la importancia de la protección del medio ambiente y del uso sustentable de los recursos naturales, asociada a la aparición de problemas ambientales de carácter regional y global, exige respuestas para asegurar que el proceso de desarrollo no restrinja las oportunidades de las generaciones futuras.

La creciente importancia de los factores religiosos, culturales y éticos en la conducta de los asuntos de gobierno añade nuevas demandas a una recargada agenda pública y pone sobre el tapete temas como la tolerancia religiosa, el respeto a los derechos humanos, y las tensiones entre la homogeneización y la afirmación de la identidad cultural. Asimismo, la generalización de las prácticas democráticas y el colapso de los sistemas totalitarios de partido único en Europa del Este y en la antigua Unión Soviética han llevado a cambios significativos en las estructuras institucionales de los Estados y gobiernos, y han puesto de manifiesto la importancia que tienen el capital social y las instituciones en el desempeño político y económico de las naciones.

Por último, los avances científicos y tecnológicos, asociados al crecimiento exponencial del conocimiento, a la aceleración de los procesos de innovación y a la transición hacia la sociedad de la información, han transformado los procesos productivos en las economías avanzadas y presentan desafíos extremadamente difíciles para la gran mayoría de los países en desarrollo.

Las desigualdades en la capacidad de generación y utilización de conocimientos científicos empequeñecen cualquier otro indicador de desigualdad entre países ricos y pobres: a principio de los noventa el gasto per cápita en investigación y desarrollo de las economías de altos ingresos fue unas 220 veces mayor que el gasto correspondiente de los países de bajos ingresos, mientras que el ingreso por habitante del primer grupo de países fue una 50 veces mayor que el del segundo. Estas diferencias se han mantenido por decenios y aun siglos, y debido al carácter acumulativo de progreso científico y tecnológico, dificultan enormemente los esfuerzos para cerrar la brecha del conocimiento entre países ricos y pobres.

Sin embargo, algunos países de reciente industrialización han logrado establecer capacidades científicas y tecnológicas significativas en el lapso de una generación (por ejemplo, Corea del Sur, Taiwán y Singapur), lo que indica que es posible tender puentes a través de la fractura del conocimiento. Pero esto requiere de un esfuerzo muy grande por parte del Estado el sector privado y la comunidad científica y tecnológica, esfuerzo que debe ser sostenido a través de varios decenios.

El impacto económico, social y político de la globalización se manifiesta también a través de "desregulación competitiva", que consiste en ofrecer cada vez más ventajas al capital extranjero para que coloque sus inversiones en el país. Esto ha llevado a suprimir regulaciones ambientales, liberalizar el mercado de trabajo, otorgar monopolios a inversionistas extranjeros y a eliminar las regulaciones que afectan el flujo de capitales.

En algunos casos extremos, convenios de estabilidad tributaria y otras garantías ofrecen al capital extranjero mejores condiciones que a los capitales de origen local, y el Estado destina recursos públicos a obras de infraestructura para traer a la inversión extranjera.

La globalización financiera exenta de regulación ha puesto en peligro el acuerdo social que llevó al Estado de bienestar en Europa, América del Norte y Japón, y está agudizando la crisis de las políticas sociales que encontraban ya bajo presión debido a los cambios demográficos y el envejecimiento de la población. Además, la excesiva movilidad de los capitales está creando serios problemas en los países en desarrollo y en las economías en transición, ya que limitan severamente el papel que pueden jugar los Estados, los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil para apuntalar las instituciones y programas que mantienen la cohesión social.

Es preciso acotar que nadie esta dirigiendo en forma consciente y deliberada los procesos que llevan hacia el orden global fracturado. No existe un coordinador supremo que decide sobre el curso de los procesos contradictorios de globalización y fragmentación. Sus diversos componentes operan de acuerdo a su propia lógica y a sus turbulentas interacciones, sin que exista un plan maestro o un designio oculto. Sin embargo, esto no significa que los procesos que están llevando el orden global fracturado carezca de una orientación general.

Esta orientación se deriva del modo de pensar predominante al finalizar el siglo 20, que privilegia a las fuerzas del mercado, promueve la liberación comercial y financiera, y busca disminuir el papel que juegan los Estados en el desarrollo económico y social. Desde esta perspectiva, quizás el desafío más importante para la comunidad internacional en la transición al siglo 21 es evitar que la multiplicidad de fracturas en el orden global lleve a la creación de sociedades aisladas que desconfían las unas de las otras, y que ignoran y abrigan sospechas acerca de sus respectivas motivaciones, aspiraciones y capacidades.

GLOBALIZACIÓN, IDEOLOGÍA, ESTADO Y POLÍTICA EXTERIOR

La experiencia de los esfuerzos para promover el desarrollo durante el último medio siglo demuestra que no es posible lograr la prosperidad y el bienestar aislándose de la comunidad internacional. Pero esto no implica en modo alguno una aceptación pasiva de todas y cada una de las manifestaciones del orden global fracturado.

Por el contrario, una de las principales responsabilidades de los líderes gubernamentales, empresariales y de la sociedad civil en los países en desarrollo es encontrar respuestas creativas a los desafíos del nuevo contexto internacional. No se trata sólo de poner en evidencia las múltiples fuerzas y los intereses que están forjando el orden global fracturado, ni mucho menos de declararle la guerra a la globalización. Se trata de adaptarse a ella en forma creativa, de administrar sus consecuencias y, en la medida de lo posible, de gobernarla.

La primera tarea para contrarrestar las amenazas del orden global fracturado, y ara aprovechar las oportunidades que ofrece, consiste en examinar y entender la naturaleza y la lógica de las múltiples fuerzas que los configuran, dejando de lado el pesimismo que ha caracterizado a muchas interpretaciones ofrecidas por analistas de los países industrializados. Una de las dificultades para apreciar adecuadamente las características del nuevo orden internacional es que su emergencia ha venido acompañada de un conjunto de ideas preconcebidas y de recomendaciones de política aparentemente incontrovertibles y de validez universal.

Esto no es nada nuevo. En distintos momentos del último medio siglo han prevalecido diferentes puntos de vista acerca de las políticas y estrategias "correctas" para promover el desarrollo, y también para orientar la acción de los organismos financieros internacionales, las agencias de cooperación para la mayoría de las interpretaciones del orden global fracturado, que pertenecen a estudios os de los países industrializados, son pesimistas acerca de las perspectivas futuras de los países en desarrollo -a las que califican de "sombrías" y "desoladoras". Sin exagerar demasiado podría decirse que los habitantes del Sur corren el peligro de convertirse en consumidores pasivos de los futuros globales ideados para ellos en el Norte.

El historiador Paul Kennedy y muestra una de las expresiones más claras de este pesimismo: "A medida que avanzamos hacia el próximo siglo, las economías desarrolladas parecen tener todas las cartas de triunfo en sus manos –capital, tecnológico, control de comunicaciones, excedente de alimentos, poderosas compañías multinacionales -, y, en todo caso, aquellas ventajas están creciendo porque la tecnología erosiona el valor de la mano de obra y de los materiales, los principales activos de los países en vías de desarrollo."

Un cierto fatalismo optimista mitiga el desaliento de Kennedy: "En el improbable caso de que los gobiernos y las sociedades se decidan a transformarse, debemos reconocer que nuestros esfuerzos podrán tener sólo un efecto marginal sobre las profundas fuerzas impulsoras del mundo actual.

Nada es cierto salvo que afrontamos innumerables incertidumbres; pero el reconocimiento mismo de aquel hecho nos ofrece un punto de partida vital, debido al tamaño y complejidad de los desafíos globales que afrontamos, resulta demasiado sencillo y demasiado pronto llegar a la triste conclusión de que nada puede hacerse.

Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional adoptaron en los últimos años interpretaciones más balanceadas de las políticas del Consenso de Washington. Las que complementaron con medidas para reformar las instituciones públicas, eliminar la corrupción, promover el respeto a los derechos humanos, y reforzar la participación ciudadana y la gobernabilidad democrática. Es preciso indicar que algunos países de América Latina no aceptaron las versiones rígidas de las ideas del Consenso en los años ochenta y las adaptaron a su propia situación, y que en ciertos casos también se adelantaron a poner en práctica reformas de segunda generación.

En forma similar, el fin de la Guerra fría dio lugar a interpretaciones superficiales acerca de la superioridad del modelo económico y político de Occidente que, llevadas al extremo, presentaron a su expresión anglosajona de los ochenta-asociada a las políticas neoliberales del presidente norteamericano Ronald Reagan y de la primer ministro británica Margaret Thatcher- como única vía hacia la prosperidad y el bienestar.

La amplia diseminación de estas ideas a través de los medios de comunicación, agencias de cooperación internacional y los circuitos académicos dejó la impresión de que era inútil explorar opciones alternativas, y que sólo quedaba adaptarse pasivamente a las fuerzas que están configurando el orden global fracturado. Sin embargo, un decenio más tarde los líderes políticos en Norteamérica y Europa han rechazado la idea de modelo único y han propuesto una "tercera vía" pluralista que combina, en diferentes medidas de acuerdo a sus distintas versiones, la liberación económica con un papel más activo para el Estado.

Las tendencias globales imponen restricciones a todos los actores en el escenario internacional y en especial a los menos poderosos. Sin embargo, el margen de maniobra disponible para el diseño de estrategias y políticas en los países en desarrollo es mucho mayor que el que sugieren las interpretaciones pesimistas de la globalización.

Sin caer en el voluntarismo que confunde los deseos con las posibilidades reales, es preciso evitar la pasividad asociada con una visión fatalista del futuro global. Todo esto sugiere la conveniencia de adoptar una perspectiva crítica sobre las ideas, los esquemas conceptuales y las recomendaciones de política que acompañan a la globalización.

Al mismo tiempo, para diseñar estrategias y políticas de desarrollo viables y creativas es necesario elaborar, desde nuestra propia perspectiva, marcos conceptuales que permitan apreciar y comprender en toda su complejidad los procesos que están configurando el nuevo contexto internacional.

Uno de los aspectos más importantes de la inserción económica es la estructura del comercio internacional y su evolución a través del tiempo. A lo largo de la historia los países en desarrollo han sido principalmente exportadores de materias primas e importadores de productos manufacturados que producen los países industrializados.

Desde mediados del siglo 20- principalmente gracias a los trabajos de Raúl Prebisch y Hans Singer- se ha tomado conciencia de que este tipo de vinculación comercial está fuertemente sesgado a favor de los países ricos. El "deterioro de los precios de intercambio" se caracteriza porque a lo largo del tiempo el precio promedio de las materias primas que exportan los países pobres pierde terreno en relación con el precio promedio de los productos manufacturados que exportan los países ricos.

Por último, no es posible desligar las políticas sociales y los mercados internacionales de trabajo de la acusación, cada vez más frecuente, de "dumping social" que se invoca para proteger a las empresas en los países ricos de las importaciones provenientes de los países en desarrollo. Si bien muchas de estas acusaciones tiene fundamento, ya que algunos productos de exportación se fabrican en condiciones deplorables de trabajo, empleando niños y ancianos, y pagando sueldos extremadamente bajos, estos argumentos podrían transformarse fácilmente en una nueva forma de proteccionismo –sobre todo en la medida de que lo que serían condiciones más o menos razonables de trabajo en un país pobre podrían aparecer como condiciones de explotación laboral desde la perspectiva de un país rico.

Utilizar el argumento del dumping social para limitar importaciones, mientras que al mismo tiempo se restringe la inmigración es inconsistente. Si bien involucraría algunos sacrificios de los trabajadores en los países ricos, la liberalización del mercado laboral ayudaría a equipar condiciones de trabajo entre países y a subsanar los problemas del dumping social.

Vista desde la perspectiva de la equidad, integración y justicia social, la migración internacional y la liberalización de los mercados de trabajo son mecanismos para ampliar las posibilidades de desarrollo individual, y permitirían ejercer el derecho a buscar mejores oportunidades en cualquier parte del mundo. Las contradicciones entre la movilidad del capital, los conocimientos, la información y las imágenes, por un lado, y las trabas a la migración al libre desplazamiento de las personas y a la posibilidad de trabajar en cualquier lugar, por otros, son una característica intrínseca del nuevo orden global fracturado.

Para resolver estas contradicciones se podrían combinar políticas de apertura laboral internacional con políticas de transferencia de ingresos entre países ricos y países pobres, como lo hizo la Unión Europea al incorporar nuevos miembros durante el decenio de 1980.

Si bien estos temas generan gran controversia deben empezar a considerarse como parte de la gestión activa de la inserción internacional para los países en desarrollo, e incorporarse en la agenda de negociaciones con los países de altos ingresos. La dimensión internacional de gestión del medio ambiente

Durante los últimos tres decenios han surgido un conjunto de problemas ambientales regionales y globales que no pueden ser enfrentados sin la cooperación entre los Estados, y entre las redes transgubernamentales, transcorporativas y transasociativas. Problemas como la lluvia ácida, la contaminación de ríos y cuenca, la reducción de la capa de ozono y el calentamiento global (o efecto invernadero) han puesto de relieve la importancia de las acciones conjuntas para proteger el medio ambiente, y también han dirigido la atención hacia la posibilidad de que las actividades humanas estén causando daños ambientales irreparables.

Pese a las dificultades en predecir las características y el impacto del calentamiento global, el aumento en la temperatura promedio del planeta –que viene acompañado de grandes variaciones en las condiciones climáticas prevalecientes en regiones y zonas especificas, puede causar graves daños a los ecosistemas.

Por ejemplo, los glaciales y las nieves permanente en los Andes peruanos se han venido retirando cientos de metros durante los últimos tres decenios, lo que puede afectar seriamente la captación, el almacenamiento y las descargas de agua en algunas partes de la costa. Además, las Naciones Unidas estiman que los problemas causados por la escasez de agua dulce afectarán a dos terceras parte de la humanidad hacia 2025, lo que puede dar lugar a disputas y conflictos sobre el uso de este recurso.

El Perú es un punto de encuentro natural entre América del Sur y la cuenca del Pacifico, así como un lugar desde donde se puede llegar con cierta facilidad a todos los países sudamericanos. La ubicación geográfica del Perú permitiría crear un gran centro de distribución para el transporte de personas y carga, lo que requeriría de grandes inversiones y obras de infraestructura (capitulo 6). En particular, sería necesario establecer corredores de transporte multimodal, combinando carreteras, ferrocarriles y puertos, así como expandir las facilidades y servicios para el transporte aéreo. Esto permitiría que el Perú sirva de nexo entre Brasil, Bolivia, el noreste de Argentina y Paraguay, por un lado, y los países asiáticos, por otro.

Asimismo, sería posible articular el comercio fluvial en la cuenca del Amazonas con el litoral del pacífico mediante une red de carreteras que conecte los departamentos de Amazonas, Cajamarca y San Martín con los puertos de la costa norte. Por otra parte, Lima es un centro natural para las conexiones aéreas a toda América del Sur.

Esto sugiere la posibilidad de proponer proyectos de infraestructura física a los principales países de la región y de la cuenca del Pacifico, buscando atraer inversión extranjera para financiar grandes obras en sistema de transporte terrestre, marítimo, fluvial y aéreo.

El fortalecimiento de los espacios económicos regionales en las zonas de frontera, que incluiría el diseño y la ejecución de proyectos conjuntos de inversión con países vecinos, es otro aspecto de la proyección internacional de la línea estratégica de ocupación del territorio e infraestructura física. Las deficiencias en las condiciones de vida, los servicios de apoyo y en la infraestructura en muchas de estas zonas exigen medidas para superarlas y para reafirmar una ocupación efectiva de estos territorios por parte de agencias gubernamentales, empresas privadas y organizaciones de la sociedad civil.

El acuerdo de paz con Ecuador firmado a fines de los noventa, que ha dado lugar a una serie de proyectos de integración económica fronteriza, y los circuitos económicos en el sur del país, que están más integrados a las economías de Bolivia y del norte de Chile, muestran la importancia de visualizar las actividades productivas y de servicios en estas regiones considerando su proyección a los países vecinos.

El desarrollo de las telecomunicaciones es fundamental para una gestión activa de la inserción internacional del Perú. La proyección de las actividades desde el dominio de lo local hacia el dominio de las redes y el de lo global exige una capacidad de seguimiento de lo que sucede fuera del país, que a su vez depende de que se cuente con un adecuado sistema de telecomunicaciones para intercambiar información en forma instantánea con le resto del mundo.

Los enormes avances en las tecnologías de comunicación y la información han llevado al crecimiento explosivo de Internet, la telefonía inalámbrica, la comunicación vía satélite, los sistemas de transmisión de datos e imágenes a alta velocidad, entre muchas otras innovaciones. A su vez, esto ha producido un cambio radical en la manera de enseñar y aprender, generar y difundir conocimientos, y de producir, consumir y hacer negocios.

También ha alterado significativamente los patrones de comunicación interpersonal, reforzando la tendencia hacia la multiplicación y fragmentación de los contactos humanos. Algunas consecuencias para la Política Exterior La política exterior peruana debe evolucionar para hacer frente a los nuevos desafíos del orden global fracturado y para gestionar activamente la inserción internacional. Pese a las vicisitudes que ha experimentado el servicio diplomático durante el decenio de los noventa, el Perú cuanta con una tradición de servicio exterior y con profesionales calificados en la Cancillería que están a la altura de estos desafíos. Desde hace mucho tiempo los diplomáticos peruanos han hecho importantes contribuciones a la teoría y práctica de las relaciones internacionales.

La designación de Javier Pérez de Cuellar como Secretario General de las Naciones Unidas, así como los numerosos diplomáticos que han ocupado altos cargos en otros organismos internacionales, son expresiones del reconocimiento internacional que ha recibido el servicio exterior peruano. En el nuevo contexto del orden global fracturado la política exterior ocupa un campo mucho más amplio que la noción convencional y restringida de diplomacia.

Si bien las funciones de representación e intercambio de información que han sido tradicionales en el servicio diplomático conservan su importancia, la exigencia de una gestión activa de la inserción internacional expande considerablemente el ámbito de acción de la política exterior. La proliferación de redes transgubernamentales, transcorporativas y transasociativas, unida a la proyección internacional de las líneas estratégicas y al impacto de los sucesos externos en el ámbito local, hacen necesario que los responsables de la política exterior actúen más como coordinadores de las iniciativas de otros actores, que como protagonistas de las vinculaciones internacionales.

La ejecución de una política exterior que vincule adecuadamente al Perú con el resto del mundo requiere de una participación activa de entidades peruanas en el ámbito internacional, de la obtención, procesamiento y difusión de formación sobre el contexto regional y global, y de la proyección de la imagen del Perú para motivar el interés de los inversionistas, turistas y de la comunidad internacional en el país.

Es necesario estimular y facilitar la participación de organizaciones públicas, privadas y de la sociedad civil en actividades internacionales, proporcionando información sobre oportunidades comerciales, profesionales y educativas en el exterior, promoviendo la participación en eventos, y apoyando la incorporación de profesionales peruanos en las empresas, organismos y asociaciones internacionales. Una adecuada inserción internacional exige una alta capacidad de recopilar, procesar, elaborar y utilizar información sobre el cambiante contexto externo, lo que a su vez requiere de marcos conceptuales para ubicar y relacionar los diversos elementos de información, valorándolos en su correcta dimensión.

En la transición mundial hacia la sociedad del conocimiento, la producción de información ha crecido en forma explosiva; el problema ya no es tanto lograr acceso a ella, sino definir áreas prioritarias, identificar fuentes confiables, interpretar correctamente su significado y poner la información procesada a disposición de quienes toman decisiones.

Esto exige la creación de unidades especializadas en el seguimiento de tendencias, elaboración de esquemas interpretativos, integración de información proveniente de una diversidad de fuentes, y en presentar los resultados de estas actividades de una manera sencilla y fácil de asimilar por dirigentes políticos, funcionario público, empresarios, profesionales y usuarios de la información en general. El Ministerio de Relaciones Exteriores y la Secretaría de Estado de Planeamiento Estratégico en la oficina del primer ministro tendrían a su cargo la organización de estas unidades, que debe coordinar sus actividades con centros de estudios, universidades, gremios empresariales y otras organizaciones de la sociedad civil.

La proyección internacional del Perú es un aspecto muy importante de la gestión activa de la inserción internacional. Se trata de crear una imagen atractiva para las inversiones y el turismo, una disposición favorable en los medios masivos de comunicación, una aceptación en la comunidad de naciones. Durante la segunda mitad del decenio de los noventa se avanzó significativamente en organizar una amplia gama de actividades destinadas a mejorar la imagen del Perú en el extranjero a través de PROMPERÚ, pero está claro que no es posible proyectar una imagen favorable mientras se enfrentan una serie de problemas institucionales, políticos, sociales y económicos que afectan la gobernabilidad democrática.

En un mundo cada vez, más global y transparente, no es posible proyectar hacia el exterior una imagen distinta de lo que sucede en el país. En este sentido, la articulación de una visión de futuro por consenso, así como el diseño y puesta en práctica de una estrategia de desarrollo y de reformas institucionales, son condiciones necesarias para poder proyectar una imagen positiva del Perú en el extranjero.

Por último para lograr una adecuada inserción internacional, la política exterior debe promover la formación de ciudadanos que participan activamente en los procesos y actividades que se desenvuelven en el dominio de las redes y en el dominio de lo global. Es preciso superar una actitud receptiva y pasiva frente a las influencias que vienen del exterior, para responder a ellas proyectándose lo que sucede en el dominio de lo local en el Perú hacia el resto del mundo. Esto está estrechamente vinculado a la política educativa y a la política cultural, que deben dotar a todos los peruanos de los elementos de juicio para percibir, entender y evaluar los diferentes aspectos del orden global fracturado que afectan nuestra calidad de vida y nuestras opciones futuras.

Además, debemos ser capaces de contribuir con nuestras propias interpretaciones e influencias a moldear el entorno en el cual nos encontramos inmersos. La educación debe conectarnos, no sólo con nuestra realidad, sino también con lo que sucede en el mundo en que nos rodea. Entre otros aspectos, esto implica la enseñanza intensiva y obligatoria de idiomas extranjeros (ingles, en particular), y de cursos de historia y de realidad contemporánea internacional, que deben apoyarse en una infraestructura de comunicaciones que ponga al alcance de todo el acceso a las fuentes de información que provee la Internet.

El tejido social que debemos reconstituir durante los próximos veinte años en el Perú se ubica en el marco de un nuevo contexto internacional, cuya característica central es la emergencia del orden global fracturado.

LAS GUERRAS DEL FUTURO

Si preguntáramos a unos adultos instruidos que guerras se han producido desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, les costaría poco Trabajo mencionar la de Corea (1950-1953), la de Vietnam (1957-1975), las guerras árabes-israelíes (1967-1973 y 1982), la del Golfo Pérsico (1990-1991) y quizá varias más.

Sin embargo, serían pocos los que sabrían que, desde que surgió la "paz" en 1945, el mundo ha conocido entre 150 a 160 contiendas armadas y conflictos civiles. O que en este proceso perecieron unos 7.200.000 soldados, sin tener en cuenta a los heridos, los torturados o los mutilados.

Tampoco se incluyen en esta cifra a los civiles sacrificados en un número muchísimo mayor, ni a los que perecieron tras los combates. Irónicamente, en toda la Primera Guerra Mundial el número de soldados muertos fue sólo algo superior, cerca de 8,400.000. Esto significa sorprendentemente que, en términos de muertes en combate e incluso admitiendo un amplio margen de error, el mundo ha librado desde 1945 casi el equivalente de la Primera Guerra Mundial.

Si se suman las muertes de civiles, el total llega a las astronómicas cifras de 33 o 40 millones, sin contar tampoco a las víctimas de tiendas, violaciones, desplazamientos, enfermedades y empobrecimiento.

Los hombres se han matado con armas blancas y de fuego, bombas, gases y por diversos otros medios en Burundi y Bolivia, en Chipre y Sri Lanka, en madagascar y Marruecos. En la actualidad, la ONU cuenta con casi doscientos miembros, y se han librado guerras en más de sesenta de los países que constituyen esta organización. Sólo en 1990, el SIPRI (Instituto internacional de Estocolmo para la investigación sobre la Paz) señaló la existencia de 31 conflictos armados.

De hecho, durante las 2340 semanas transcurridas entre 1945 y 1990, la Tierra disfruto únicamente de tres en las que verdaderamente no guerra. Así pues, denominar era de la "posguerra", a los años que median entre 1945 y el presente es combinar la tragedia con la ironía. Si se examina retrospectivamente toda esta horrenda brutalidad se puede descubrir una trama específica.

UNA PRIMA DE UN BILLÓN DE DÓLARES

Hoy en día resulta claro que el equilibrio nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante las últimas décadas sirvió realmente para estabilizar el mundo a partir de los años cincuenta.

Los países se encontraban integrados en dos campos muy definidos, y cada uno sabía más a o menos encajaba en el sistema global.

A partir de la década de los sesenta. Una guerra directa entre las superpotencias nucleares hubiera supuesto una "segura destrucción mutua". La consecuencia fue que mientras podían estallar guerras en Vietnam, Irán/ Irak, Camboya, Angola, etiopia o en regiones incluso más remotas del Tercer Mundo, no se libraran en el territorio de las grandes potencias ni resultaban cruciales para la existencia económica de estas.

En los últimos tiempos los gastos militares han alcanzado cada año casi un billón de dólares, principalmente a asumidos por las superpotencias y sus aliados. Cabe concebir estas vastas sumas como la "prima del seguro" abonada por los grandes para mantener la guerra fuera de sus propias fronteras.

Las dos superpotencias, Estados Unidos y la antigua Unión Soviética alentaron claramente ciertas contiendas de sus clientes, delegados, satélites o aliados, proporcionándoles armas, ayuda y munición ideológicas, pero la mayoría de las veces actuaron también como supergendarmes estabilizadores: reprimieron conflictos entre los suyos, mediaron en las disputas locales o las moderaron y, en general, mantuvieron su campo en orden en razón de los peligros de una escalada nuclear ilimitada.

En 1983, en una maniobra titulada, Previews and premises, nosotros señalamos que algún día nuestros hijos "contemplarían retrospectivamente la gran pugna mundial entre capitalismo y socialismo con cierta condescendencia, comoahora consideramos el conflicto entre golfos y gibelinos" durante los siglos XIII y XIV. El término "guerra fría" posee ya una curiosa connotación.

La Unión Soviética es desde 1991 un recuerdo de lo que fue y se han desplomado al mismo tiempo la estructura militar bilateral impuesta al mundo por las dos superpotencias nucleares. Lo que ha seguido después ha sido extraordinario.

LA COMPETICIÓN IMPULSA EL GATILLO

Tras la impulsión soviética, resonaron de nuevo las predicciones de una paz definitiva y se pudo súbitamente de moda una nueva teoría (en realidad vieja aunque presentaba bajo otra apariencia). Un coro creciente de intelectuales occidentales, sobre todo norteamericanos, empezar a decir que la conformación del mañana estaría determinada esencialmente por el enfrentamiento económico y no por el militar.

En fecha tan temprana como 1986 y en the rise of the trading state, Richar rosecrance, del Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad de California en los Angeles, declaró que las naciones estaban volviéndose tan económicamente interdependencia que menguaría su tendencia a luchar entre sí. El comercio, y no la fuerza militar era la vía hacia la supremacía mundial. En 1987 Paúl Kennedy contrapuso de manera similar la fuerza económica y la militar en The rise an fall of the great powers Kennedy subrayó los peligros de una "hipertrofia militar". Luego el estratega Edward Luttwak comenzó a señalar la posibilidad de que lo militar redujera su significado en una nueva era de "geoeconomía". C. Fred Bergsten, director del instituto de economía Internacional de Washington, repitió la canción, afirmando la "primicia" de las cuestiones económicas sobre las de seguridad en el nuevo sistema global. El economista lester Thurow sumó su voz al coro:" Constituye un paso adelante sustituir una confrontación militar por un enfrentamiento económico".

En adelante la auténtica competencia entre los países giraría en torno de quien fuese capaz de fabricar los mejores productos, elevar los niveles de ida y desarrollar la "fuerza laboral mejor instruida y más diestra".

Se empleó la teoría geoeconómica en calidad, de munición que ontribuyera a la elección de Clinton como presidente de Estados Unidos. De ser cierta, rguyeron quienes la postulaban, sería posible reducir el presupuesto militar y financiar programas sociales muy necesarios sin incrementar el gran déficit norteamericano.

Mejor todavía, una Administración de Clinton podría centrar el interés de Estados Unidos en sus problemas internos (su predecesor, denunciaba Clinton, había dedicado demasiado atención a los exteriores). Por añadidura, si el auténtico campo de batalla del futuro iba a ser la economía global, Estados Unidos precisaba de un Consejo de Seguridad Económica para liberar una guerra de este carácter.

Los actuales titulares ensangrentados han callado al coro de roedores, la geoeconomía comenzó a resultar cada vez menor convincente a medida que la violencia estallaba a nuestro entorno. Parece que los líderes políticos nacionales no son contables.

Como el pasado y antes de lanzarse a la guerra, los belicistas no se limitan a calcular las ventajas y los inconvenientes económicos; estiman, por el contrario, sus posibilidades de conseguir, aumentar a conservar el poder político, incluso cuando penetra en la margen un minucioso cálculo económico, la mayoría de las veces resulta erróneo y equívoco y se halla mezclado con otros factores, Han surgido guerras por irracionalidad, un cálculo falso, xenofobia, fanatismo, extremismo religioso y simplemente por mala suerte cuando todos y cada uno de los indicadores económicos "racionales" puntaban que la paz hubiera sido una política preferible para todos.

Peor aún, la guerra geoeconómica no reemplaza al conflicto militar.

Con demasiada frecuencia constituye un preludio o tal vez una provocación de la auténtica contienda, como sucedió con la rivalidad económica entre Estados Unidos y Japón que en 1941 conduce al ataque nipón sobre Pearl Harbor. Al menos en aquel caso, la competición impulsó el gatillo.

Por alentador que pueda ser, el razonamiento neoeconómico resulta inadecuado por dos razones aún más fundamentales: es demasiado simple y está anticuado; simple, porque trata de explicar el poder mundial sólo en términos de dos factores, el económico y el militar; anticuado, porque desdeña el creciente papel de los conocimientos incluyendo la ciencia, la tecnología, la cultura, la religión y los valores, que constituyen hoy en día el meollo de los recursos de toda economía avanzada así como de la eficacia militar. La teoría ignora, en consecuencia, el que puede ser factor más crucial de toda potencia mundial del siglo XXI. La humanidad no está penetrando en la era geoeconómica, sino en la de la geoinformación.

No es sorprendente por todas estas razones que cada vez se oiga hablar menos de esta averiada teoría de la geoeconomía. Y tras la última oleada de éxtasis colectivo sobrevino la resaca matinal. El mundo pereció a punto de estallar en una erupción de "guerras locales". Pero incluso ahora persiste en peligroso equívoco: la nación ampliamente difundida de que las guerras del futuro, como las del medio siglo anterior, continuarán confinadas a pequeños países de regiones más o menos remotas.

Declaración típica al respecto es la de un personaje como el subsecretario de Defensa de Estados Unidos: "Hemos logrado en Norteamérica Europa occidental y Japón una zona de paz" de la que cabe decir que en su seno la guerra es verdaderamente impensable". Que se lo pregunten a los ciudadanos de Sarajevo.

Tal vez porque resulta demasiado horrible su contemplación, todavía se tiende a desestimar la posibilidad de que estallen guerras dentro del territorio de las mismas grandes potencias o de que se produzcan conflictos locales que arrastren a estas contra su voluntad. Sin embargo. La verdad aterradora es que puede estar llegando a su fin la era del homicidio marginado, cuando todas las contiendas eran libradas por pequeños Estados en lugares lejanos. De ser así, habrá que revisar los supuestos estratégicos más básicos.

LA GUERRA DE LA PRIMERA OLA

A lo largo de la historia, el modo en que los varones y las mujeres hacen la guerra ha constituido un reflejo del modo en que trabajan. Pese a la romántica creencia de que la vida en las primeras comunidades tribales era armoniosa y pacifica, se sucedían ciertamente choques violentos entre grupos preagrícolas, nómadas y pastoriles.

En su libro the evolution of war, Maurice R. Davie se refirió a la "incesante hostilidad entre tantas tribus primitivas". Estos pequeños grupos luchaban para vengar muertes, raptar mujeres o acceder a una pieza de caza ricas en proteínas. Pero la violencia no es sinónima de guerra y sólo más tarde cobró este conflicto el verdadero carácter de guerra como tal, un choque sangriento entre estados organizados.

Cuando la evolución agrícola lanzó la primera ola de cambio en la historia humana, condujo gradualmente a la formación de las primeras sociedades premodernas. Dio paso a asentamientos permanentes y a muchas otras innovaciones sociales y políticas. Entre éstas fue la guerra con seguridad una de las más importantes.

La agricultura se convirtió en matriz de la guerra por dos razones. Permitía a las comunidades producir y almacenar un excedente económico por el que valía la pena combatir. Y apresuró el desarrollo del Estado. Ambas circunstancias proporcionaron de consumo las condiciones previas de lo que hoy denominamos actividad bélica.

Desde luego no todas las contiendas premodernas tuvieron fines económicos. La literatura sobre las causas de la guerra la atribuye a todo, desde el fanatismo religioso a una innata agresividad de la especie. Más, en palabras del difunto Kenneth Boulding, distinguido economista y activista de la paz, la guerra es "completamente distinta del simple bandidaje, de la algara y de la violencia casual. Requiere un excedente de víveres agrícolas recogidos en un lugar y puestos a disposición de una sola autoridad".

RITOS, MÚSICA Y FRIVOLIDAD

Este vínculo entre la guerra, y el suelo resultaba perfectamente claro a los estrategas y guerreros del pasado. El gran señor Sthan preparó en. La antigua China un manual para estadistas, tal como haría Maquiavelo 1800 años después. Allí declara shang: "Para su paz, en país depende de la agricultura y de la guerra". Shang sirvió al Estado de la dinastía China desde 359 a 338 a.c.

En su manual político-militar advierte una y otra vez al gobernante que mantenga en la ignorancia al pueblo, que proscriba ritos. Música y cualquier frivolidad que pueda apartar sus mentes de la labranza y de la guerra. "Si quien administra un país es capaz de desarrollar al máximo la capacidad de la tierra y lograr que el pueblo combata hasta la muerte, acrecerá al unísono fama y beneficios".

Las prescripciones de Shang acerca del mantenimiento de la disciplina militar poseen el sabor de su pensamiento. En el combate cinco hombres constituyen una escuadra; si uno muere, los otros cuatro serán decapitados". Por otra parte a los oficiales victoriosos se les premiará con grano, esclavos o incluso" un población contribuyente de trescientas familias". Shang fue aproximadamente contemporáneo de Sun-tzu, cuyo, Arte de la guerra se convirtió en una obra clásica de la literatura militar, Samuel B: Griffith escribe en su introducción a una reciente edición de ese texto, "Durante la primavera y el otoño los ejércitos eran reducidos, se hallaban ineficazmente organizados, por lo común mal mandado, equipados y adiestrados y se les avituallaba de manera fortuita.

Muchas campañas concluían en un desastre solo porque las tropas no podían encontrar nada que comer. Los conflictos solían zanjarse en un día. Claro está que se registraban asedios de ciudades y que a veces los ejércitos se mantenían en armas durante períodos prolongados. Pero no eran habituales operaciones".

OCUPACIÓN DE TEMPORADA

Siglos más tarde y al otro lado del mundo, las cosas no eran muy diferentes en la antigua Grecia por lo que a los víveres y a la agricultura se refería. La producción de las sociedades agrarias era tan baja y tan reducidos los excedentes alimentarios que simplemente en la labranza se necesitaba más del 90 por ciento de toda la mano de obra. La partida de un hijo para el servicio militar podía significar en su familia una catástrofe económica.

De esta manera, según el historiador Philip m. Taylor, cuando griegos combatían entre sí la guerra era "Una ocupación de temporada, librada por soldados voluntarios que precedían sobre todo de predios que no requerían atención durante los meses invernales". Volver pronto a la hacienda resultaba esencial. Las exigencias de la traída de la agricultura griega, el olivo, la viña y el creal, dejaban apenas un mes o dos durante los cuales esos pequeños agricultores podían hallar tiempo para combatir, escribe el erudito clásico Víctor hanson en The western way of var.

En ocasiones se ordenaba a los soldados griegos que, cuando se presentaron a cumplir sus obligaciones militares, trajesen víveres para tres días, Después tenían que vivir de lo que encontraban. Según el historiador John keegan, en las guerras entre las ciudades estado, "el peor daño que una población podía inferir a otra, tras matar a sus ciudadanos soldados en el campo de batalla. Era devastar su agricultura".

El hecho seguiría siendo el mismo siglos más tarde, mucho tiempo después de que las ciudades – Estado gruesas hubieran sido engullidas por la historia. En todas las sociedades de la primera ola la actividad bélica se concentraba en la agricultura.

Como sucede con cualquier, generalización histórica existen excepciones notables a la idea de que los ejércitos y mandados. Nadie consideraría a las legiones romanas en su apogeo como una fuerza improvisada y mal organizada, Pero el comentario de Griffith acerca del carácter variopinto de los ejércitos a de la época de Sun-tzu; puede aplicarse también a gran parte de la historia humana y a otras regiones del mundo.

Esto era sobre todo cierto en las sociedades agrarias descentralizadas de predominio feudal. Allí el rey tenía que recurrir generalmente a sus nobles con el fin de complementar sus fuerzas para cualquier campaña importante. Pero el apoyo de éstos solía estar estrictamente limitado. En su estudio magistral oriental despotismo, el historiador Karl A. Wittfogel escribe: "El soberano de un país feudal no poseía un monopolio de la acción militar.

Por regla general, sólo podría movilizar a sus vasallos durante un período limitado, al principio quizá por tres meses y más tarde por cuarenta días, mientras que los titulares de los feudos pequeños a menudo servían nada más que veinte o diez e incluso menos.

Más aún, el vasallo no entregaba habitualmente al soberano todas sus fuerzas sino tan solo una fracción. Con frecuencia esta ni siquiera estaba obligada a seguir luchando por el rey si la guerra la llevaba fuera del país. En suma el monarca únicamente ejercía pleno control de sus propias tropas. El resto de sus fuerzas era por lo común un, centón de unidades temporales de destreza, equipo y lealtad dudosos. Un señor feudal europeo que fuese atacado, escribe Richard Shelly Hartigan en una historia del paisano en la actividad bélica, "sólo podía imponer a sus vasallos unas obligaciones militares hasta que el invasor fuese rechazado; pero un señor que acometiera una guerra ofensiva únicamente conseguiría mantener a sus hombres en campaña durante cuarenta días de cada año… "Como a los griegos y chinos de la antigüedad, se les necesitaba en la labranza.

AUSENCIA DE SALARIOS

Por añadidura, en la mayoría de los ejércitos de la primera ola, la plaga del soldado era irregular, por lo común en especies más que en metálico (aún se hallaba en sus inicios el sistema monetario). No infrecuentemente, como en la antigua China, los generales victoriosos eran remunerados con tierras, recurso crucial de la economía agraria. Claro está que los oficiales salían mucho mejor librados que los soldados rasos.

En su descripción del ejército romano, el historiador tácito menciona a un soldó, quejoso deque, tras toda una vida de "golpes, heridas, duros inviernos, pestíferos hastíos, una guerra horrible o una paz miserable", un humilde legionario reciba al ser licenciado poco más que una parcela encharcada o un monte de algún lugar. En la España medieval y en Sudamérica incluso a comienzos del XIX los combatientes todavía recibían tierras en vez de una soldada.

Consecuentemente, las unidades militares de la primera ola variaban mucho en tamaño, capacidad, moral, calidad y adiestramiento. Abundaban las dirigidas por mercenarios y hasta por cabecillas sediciosos. Como sucedía en la economía, las comunicaciones revestían un carácter primitivo y la mayoría de las ordenes eran orales en lugar de escritas.

El ejército, como la propia economía, vivía de lo que daba la tierra. Al igual que los ásperos de labranza, las armas carecían de uniformidad. El trabajo manual agrario se correspondía con el combate cuerpo a cuerpo. Pese al empleo limitado de armas a distancia como hondas, ballestas, catapultas y los primitivos cañones, durante miles de años el modelo bélico básico supuso matar cara a cara y los soldados estaban provistos de armas, picas, espiadas, lanzas y arietes, que pretendían de la fuerza muscular humana y se hallaban concebidas para el combate cuerpo a cuerpo.

En el famoso tapiz de Bayeux, Guillermo el Conquistador aparece empuñando una clava, y un período tan tardío como el que va desde 1650 a 1700, hasta de los jefes militares superiores se esperaba la participación en la lucha a corta distancia. El historiad or martín VAn Credeld advierte que Federico el Grande "fue probablemente el primer comandante en jefe al que se describe regularmente vistiendo un traje de paño en vez de una armadura". Es posible que las condiciones económicas y militares difiriesen en las que Wittfogel denominó "sociedades hidráulicas", donde la necesidad de grandes obra de regadío condujo a la movilización en masa de la mano de obra, a una burocratización temprana y a institución es militares más formalizadas y permanentes.

Aún así, el combate auténtico siguió siendo en buena medida en empeño personal cara a cara.

En resumen, las guerras de la primera ola llevaban la impronta inconfundible de las sociedades agrarias de la primera ola que las suscitar, no sólo en sus condiciones tecnológicas, administración, estructuras de remuneración, estilos de mando y supuestos culturales.

A partir de la invención misma de la agricultura, cada revolución en el sistema de producción de riqueza desencadenó una revolución correspondiente en el sistema de hacer la guerra.

LA GUERRA DE LA SEGUNDA OLA

La revolución industrial lanzó la segunda ola de cambio histórico. Esa ola transformó el modo de ganarse la vida de millones de personas. Y la contienda reflejó una vez más los cambios en la creación de riqueza y en el trabajo. Del mismo modo que la producción en serie era el principio nuclear de la economía industrial, la destrucción masiva se convirtió en el principio nuclear de la actividad bélica de la era industrial. Sigue constituyendo el símbolo distintivo de la guerra de la segunda ola.

A partir de siglo XVII, cuando se introdujo la máquina de vapor para bombear agua de las minas británicas, cuando newton transformó la ciencia, Descartes escribió la filosofía, las fábricas comenzaron a puntear el paisaje y en Occidente la producción industrial en serie empezó a reemplazar a una agricultura basada en el bracero, también la guerra se tornó progresivamente industrializada. La producción en serie tuvo su paralelo en el reclutamiento masivo de ejércitos pagados por el Estado y leales a él y no al terrateniente local, al jefe de un clan o al cabecilla de una banda. El alistamiento no era nuevo, pero la idea de toda una nación en armas – Aux armes, citoyens- fue un producto de la Revolución Francesa que aproximadamente coincidió con la crisis del antiguo régimen agrario y el ascenso político de una burguesía modernizadora.

Después de 1972, escribe el historiador del yale, R.R. Palmer, una ola de innovación "revolucionó la actividad bélica, reemplazando la guerra "limitada" de tiempos subsiguientes. Hasta la Revolución Francesa la guerra era esencialmente un choque entre dirigentes. Después este acontecimiento se convirtió cada vez más en un choque entre pueblos". Se convirtió también en medida creciente en un choque entre ejércitos tomados por la conscripción.

BAYONETAS Y DESMONTADORAS DE ALGODÓN

En Estados unidos el alistamiento forzoso no se impuso (en ambos bandos) hasta 1862-1863, durante la guerra civil, cuando el Norte que se industrializaba denotó al Sur agrario. Medio mundo más allá y de modo similar, la introducción del reclutamiento en Japón se produjo al país en la vía hacia la industrialización. El samurai, guerrero feudal, fue reemplazado por el recluta. Tras cada guerra, aliviadas las tensiones y reducidos los presupuestos, los ejércitos podían volver a ser una vez más de voluntarios, pero en las crisis era común el alistamiento en masa.

Los cambios más espectaculares en la guerra sobrevinieron a partir del nuevo armamento uniforme, obra de los métodos de producción en serie. En 1798, en los nuevos Estados Unidos, el inventor de la desmotadora de algodón. Eli Whitney, solicitó un contrato oficial para "acometer la fabricación de diez a quince mil equipos de armamento", constituido cada uno por un mosquete, una bayoneta, una baqueta, sacatrapos y destornillador. Whitney ofreció también fabricar cajas de cartuchos, pistolas y otros artículos, empleando "máquinas para forjar, tornear, revestir, perforar, vaciar, pulir, etc,

Era una propuesta sorprendente para su tiempo. "Diez o quince mil equipos de armamento", escriben los historiadores Jeannette Mirsky y Allan Nevins, representaban "una idea tan fantástica e improbable como la aviación antes de Kitty Hawk". La guerra aceleró el propio proceso de industrialización, difundiendo, por ejemplo, el principio de las piezas intercambiables. Pronto se puso en práctica esta innovación industrial básica para la producción de todo, desde armas personales a las poleas empleadas en los buques de guerra propulsados a vela. Parte de la primitiva mecanización del Japón tuvo también como destinataria la producción de armas.

El otro principio industrial clave – la estandarización- fue asimismo aplicado pronto no sólo a las propias armas, sino también al adiestramiento, la organización y la doctrina militares.

La Transformación industrial de la guerra fue así más allá de la tecnología. Los ejércitos temporales e improvisados que mandaba nobles quedaron reemplazados por ejércitos permanentes dirigido por oficiales profesionales adiestrados en academias militares. Lo franceses crearon el sistema del Estado Mayor con el fin de dar sus oficiales una preparación formal para ocupar puestos superiores de mando. En 1875 Japón creó su propia academia tras estudiar la francesa. En 1881 Estados Unidos estableció en Fort leavenworth Kansas, la Escuela de Aplicación de Infantería y Caballería.

FUEGO DE MORANDOS

La división del trabajo en la industria se reprodujo en el terreno militar con la aparición de nuevas ramas especializadas. Al igual que en el mundo empresarial, creció la burocracia. En los ejércitos se desarrollaron los estados mayores. A muchos fines, las órdenes escrita reemplazaron a las orales. Proliferaron los memorandos, tanto en el mundo económico como en el campo de batalla.

En todas partes se puso a la orden del día una racionalización de estilo industrial. Y Meirion y Susie harris escriben así el Soldiers o the sun, su impresionante historia del ejército imperial japonés. 'La década de los ochenta del pasado siglo fue de los años en que el ejército evolucionó y se afirmó como institución, formular una política, planificar y dirigir operaciones y reclutar, adiestrar, equipar, transportar y administrar una fuerza armada moderna.

La "era de las máquinas" dio a luz la ametralladora, la guerra mecanizada y un tipo enteramente nuevo de potencia de fuego que a su vez condujo inevitablemente, como veremos, a nuevos tipos de táctica. La industrialización determinó el mejoramiento de las carreteras, los puertos, el suministro de energía y las comunicaciones. Proporcionó a la moderna Nación-Estado medios más eficaces para el cobro de impuestos. Todas estas evoluciones ampliaron considerablemente la escala de potenciales operaciones militares.

Cuando irrumpió en la sociedad la segunda ola, las instituciones de la primera quedaron socavadas y fueron eliminadas. Apareció un sistema social que vinculaba la producción en serie, la educación universal, los medios de comunicación, el consumo y los espectáculos de masas de destrucción cada vez más masiva.

LA MUERTE EN LA CADENA DE MONTAJE

Apoyándose en su base industrial para el logro de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no sólo envió a la contienda a quince millones de hombres sino que fabricó en serie casi seis millones de fusiles y ametralladoras, más de trescientos mil aviones, cien mil carros de combate y vehículos blindados, setenta y una mil unidades navales y cuarenta y un mil millones de cartuchos.

La Segunda Guerra Mundial reveló el terrible potencial de la industrialización de la muerte. Los nazis asesinaron a seis millones de judíos en un auténtico estilo fabril, creando las que fueron en efecto cadenas de montaje para la muerte.

La propia contienda condujo a la matanza de quince millones de soldados de todo el país y de casi el doble de civiles. De este modo, e incluso antes de que las bombas atómicas aniquilasen Hiroshima y nagasaki, la guerra alcanzó en 1945, por ejemplo 334 bombarderos norteamericanos B-29 se lanzaron contra Tokio en un solo ataque que destruyó 267,171 edificios y mató a 84,000 civiles (e hirió a cuarenta mil más), arrasando más de cuarenta kilómetros cuadrados de la ciudad.

Bombarderos masivos afectaron también a Covnetry, en Inglaterra, y a Desde en Alemania, por no mencionar aglomeraciones urbanas más pequeñas de toda Europa.

A diferencia de Sun-tzu, quien sostenía que el general más afortunado era el que lograba sus fines sin combatir o con pérdidas Karl Von Clauswit (1780-1831), padre de la estrategia moderna, enseñaba una lección diferente. Aunque en escritos posteriores formuló numerosas puntualizaciones y hasta llegó a contradecirse, su afirmación de que "la guerra es un acto de violencia llevada a sus límites extremos" se reflejó a través de las contiendas de la era industrial.

MAS ALLÁ DE LO ABSOLUTO

Clausewitz hablaba de "guerra absoluta". Esto no bastó sin embargo, a algunos de los teóricos anteriores. Así, tras la Primera Guerra Mundial, el general alemán Erich Ludendorff formuló el concepto de "Guerra total", que superaba al de Clausweitz.

Este consideraba la guerra como una prolongación de la política y lo militar como un instrumento. Ludendorff afirmó que para que la guerra fuese total, el propio orden político tenía que estar subordinado al militar.

Después los teóricos nazis ampliaron todavía más las nociones de Ludendorff sobre guerra total, negando la realidad de la propia paz, e insistieron en que esta era simplemente un periodo de preparación bélica. "la guerra entre guerras". En su sentido más amplio, la guerra total había de librarse política, económica, cultural y

propagandísticamente, y toda la sociedad tenía que convertirse en una sola "máquina bélica". Suponía la racionalización del estilo industrial llevada a sus últimas consecuencias.

El resultado militar de tales teorías era logro de una destrucción máxima. Como escribo B.H. Lidell hart en su historia del pensamiento estratégico: "Durante más de un siglo el canon fundamental de la doctrina militar ha establecido que "la destrucción de las principales fuerzas del enemigo en el campo de batalla" constituye el único y verdadero propósito de la guerra. Esto se aceptaba universalmente, figuraba en todos los manuales militares y se enseñaba en todos los colegios de los estados mayores. Una regla tan absoluta habría sorprendido a los grandes jefes y a los profesores de la teoría bélica de tiempos anteriores al siglo XIX.

Pero aquellos tiempos aún eran en buena medida preindustriales, Los conceptos de guerra total y de destrucción en masa fueron adoptados generalmente tras la revolución industrial porque encajaban en el ethos de una sociedad de masas, la civilización de la segunda ola.

En la práctica, la guerra total enturbió o eliminó por completo la distinción entre objetivos militares y civiles. Como todo contribuía supuestamente a un esfuerzo bélico total, todo era un objetivo legítimo, desde propósitos de armas a varios obreros, desde polvorines a imprentas.

Curis le May, el general que dirigió el ataque sobre Tokio y más tarde fue jefe del Comando Aéreo Estratégico de Estados Unidos, era el perfecto apóstol de la teoría de la destrucción en masa. Si sobrevenía la guerra, insistía, no había tiempo para establecer prioridades en los objetos ni tecnología para precisar el blanco: "Según Le May escribe Fred Kaplan en The wizard of Armageddon; la demolición completa constituía la única manera de ganar una guerra. Todo lo que importaba en un bombardeo estratégico era que fuese masivo". En manos de Ley May estaban los bombardeos nucleares de Estados Unidos.

Hacia la década de los sesenta, frente a frente en Alemania las fuerzas soviéticas y la OTAN, se añadieron el arsenal de las superpotencias "pequeñas" armas nucleares para el campo de batalla. Los planes bélicos concebían el empleo de estas armas y el despliegue de "vastas formaciones de carros de combate" que, en una concluyente guerra de desgaste, avanzarían sobre una "alfombra nuclear y química".

Desde luego y a todo lo largo de toda la guerra fría que siguió a la Segunda Guerra Mundial, lo concluyente en lo peor de destrucción en masa, las armas nucleares, dominó la relación entre las dos superpotencias.

CONTRAFIGURA MORTAL

Cuando la civilización industrial alcanzó su apogeo en le período que siguió a la Segunda Guerra Mundial, la destrucción en masa llegó a desempeñar en la doctrina militar el mismo papel que la producción en serie en la economía. Fue la contrafigura mortal de la producción en serie.

Pero a finales de la década de los setenta y a principios de la de los ochenta comenzó a soplar una fresca brisa cuando las tecnologías, ideas y forma sociales de la tercera ola empezaron a desafiar a la sociedad de masas de la segunda ola. Como hemos visto, un pequeño grupo de reflexión de militares y el Congreso de Estados Unidos vio claro que algo fallaba fundamentalmente en la doctrina militar norteamericana.

En la carrera por ampliar el radio de acción, la velocidad y la mortalidad de las armas ya se habían alcanzado, conforme a todos los fines prácticos, los topes últimos. La pugna contra el poder soviético había quedado en tablas por lo que se refiere a las armas nucleares y las demenciales amenazas de una "seguridad de destrucción mutua". ¿Existía algún modo de derrotar a la agresión soviética sin bombas atómicas?

El desarrollo de la contienda moderna – la guerra de la época industrial había llegado a su contradicción última. Se requería una auténtica revolución en el pensamiento militar, una revolución que fuese un reflejo de las nuevas fuerzas económicas y tecnológicas desencadenadas por la tercera ola de cambio.

LA GUERRA DE LA TERCERA OLA

Durante 1991, en los cielos nocturnos y en las arenas del desierto de Oriente próximo, ocurrió algo que el mundo no había visto desde hace trescientos años; la aparición de una nueva forma de guerra que reflejaba nítidamente un sistema innovador de creación de riqueza. Una vez más se pudo constatar que una y otro se hallan inextricablemente relacionados.

Las sociedades tecnológicamente más avanzadas del mundo actual poseen economías de dos niveles: en parte basadas en la declinante producción en serie de la segunda ola y en parte en las tecnologías y servicios de la tercera. Ninguna de las naciones de tecnología punta, ni siquiera Japón, ha completado la transición al nuevo sistema económico.

Hasta las economías más adelantadas -Europa, Japón y Estados Unidos siguen divididas aún entre el trabajo muscular en declive y el trabajo mental en auge. Esta dualidad se reflejó agudamente en la manera en que se libró la guerra del Golfo de 1990-1991. Sea como fuere el modo en que la historia evalúe el conflicto en términos de moral, economía y geopolítica, la auténtica forma en que se libró la contienda tuvo –y todavía tiene- profundas consecuencias para los ejércitos y los países de todo el mundo.

Lo que no se ha entendido con demasiada claridad, ni siquiera ahora, es que Estados Unidos y sus aliados libraron al mismo tiempo dos guerras muy distintas contra el iraquí Saddam Hussein. Más exactamente, aplicaron dos formatos bélicos, uno de la segunda ola y otro de la tercera, La efusión de sangre en le Golfo comenzó el 2 de agosto de 1990, cuando Saddam Hussein atacó Kuwait y no, como se ha dicho a menudo, el 17 de enero de 1991, cuando la coalición encabezada por Estados Unidos replicó a Bagdad.

Saddam fue el primero en verter sangre. En los meses que siguieron, mientras Estados Unidos y la coalición de la ONU debatían cómo responder; Saddam se jactó de que los aliados acabarían destrozados en la "Madre de todas las Batallas". Su afirmación recogida por los mentores de los medios de comunicación los políticos e occidente, que predijeron grandes pérdidas aliadas, de hasta treinta mil muertos según algunos. Hubo incluso analistas militares que coincidieron en estas apreciaciones.

TECNOFOBIA

Algunos de los que se oponían a la guerra lanzaron simultáneamente en los medios de comunicación occidentales una especie de campaña contra la propia tecnología avanzada. La prensa mundial pronto les hizo eco con una retórica tecnofóbica. Los helicópteros de Estados Unidos serían derribados por las tormentas de arena. Las lentes de visión nocturna no funcionarían. Las armas contraatacar Dargon y TOW resultarían inútiles, frente a los "blindados iraquíes de fabricación soviética". El carro de combate M-1 se revelaría ineficaz y se averiaría frecuentemente.

¿Es un espejismo nuestra tecnología militar avanzada?, se preguntaba the New York times. Un relevante columnista militar rechazó por completo la idea de que la tecnología pudiera decidir el resultado de la guerra. Eso, informó a sus lectores, era un "mito" y los norteamericanos erraban profundamente al otorgar más importancia al material que a los efectivos humanos.

Algunos "reformadores militares" del Congreso, repitiendo una cantilena familiar, tacharon al armamento avanzado de ser "demasiado complejo para funcionar". Afirmaron, como habían dicho durante años, que lo que Estados Unidos precisaba eran masas de aviones, carros de combate y cohetes más simples en vez de un número menor de armas más complicadas.

Todo esto se sumó al temor creciente del público a las grandes perdidas aliadas. Al fin y al cabo Saddam contaba con un ejército de un millón de hombres, adoctrinado y abastecido por los soviéticos. A diferencia de las fuerzas aliadas, había sido puesto a prueba en combate en la reciente guerra de ocho años contra irán. Había dispuesto además de seis meses para situarse en posición, construir fortines, parapetos y trincheras y montar mortíferos campos de minas.

Se predijo que los iraquíes incendiarían zanjas repletas de petróleo y crearían una barrera de llamas impenetrable. En apoyo de sus tropas de primera línea, los iraquíes habían desplegado de forma masiva escalón tras escalón de soldados y blindados (como los sitios ante los altos del Golán o los soviéticos en Europa central). Si las tropas terrestres aliadas se decidían a atacar, quedarían diezmadas.

Pero esto presuponía que la guerra del Golfo sería una contienda típica de la era industrial. Aunque las ideas básicas del Combate aeroterrestre (y sus revisiones ulteriores) eran ya moneda corriente en los círculos militares de todo el mundo, Saddam, pese a su pretendida pericia militar, parecía ignorarlas por completo. Jamás entendió que una forma enteramente nueva de guerra estaba a punto de cambiar toda la naturaleza de la actividad bélica. La guerra dual comenzó con los primeros ataques aéreos aliados.

LA CONTIENDA DUAL

Desde el principio hubo dos campañas aéreas, aunque se hallaban integradas y pocos las concibieron por separado. Una empleó los métodos familiares del estilo de la moderna guerra de desgaste, es decir de la segunda ola.

Flotas de aviones de treinta años atrás bombardearon implacablemente a los iraquíes en suf rotines. Del mismo modo que en contiendas anteriores, dejaron caer bombas "estúpidas" que causaban una amplia destrucción creaban el caos y desmoralizaban tanto a las tropas iraquíes de primera línea como a los escalones de apoyo de la Guardia Republicana. El general Schwarzopf, jefe de la colación, estaba "preparando el campo de batalla", como decían sus servicios de prensa, mientras medio millón de soldados aliados se disponían a atacar el frente iraquí.

Después de la guerra los autores hablaron en París con el general retirado Pierre Gallois. Tras haber servido en las fuerzas aéreas francesas y haber sido luego ayudante del comandante supremo de la OTAN como responsable de estudios estratégicos. Gallois visitó Irak inmediatamente después de los combates.

"Recorrí 2500 kilómetros en un vehículo de tracción a las cuatro ruedas -nos dijo- y en las aldeas todo había quedado destruido. Encontramos fragmentos de bombas con la fecha de 1968, excedentes de la guerra de Vietnam. Este era el mismo tipo de bombardeo que yo había realizado durante la Segunda guerra Mundial".

Ambos bandos entendían muy bien esta mortífera forma de actividad bélica. Era una matanza industrializada y jamás sabremos cuántos soldados y civiles iraquíes murieron en ella. Pero desde el primer día se libró también un tipo radicalmente diferente de guerra. El mundo se quedó desde el mismo comienzo ante las inolvidables imágenes en televisión de los misiles Tomahawk y las bombas guiadas por láser que buscaban y alcanzaban objetivos de Bagdad con una sorprendente precisión. El cuartel general de las Fuerzas Aéreas iraquíes, el Centro de los Servicios de Información, el Ministerio del Interior (sede de la policía de Saddam), el edificio del Parlamento y el de su partido Baah.

En razón de su capacidad para burlar la detención en áreas muy peligrosas y lanzar bombas guiadas con precisión, los cazabombardero nocturno F-117A fueron los únicos que atacaron objetivos del centro urbano de Bagdad. Se concentraron en los bien protegidos puestos de mando de la defensa aérea y de las fuerzas terrestres y en las instalaciones de control Realizaron sólo un 2 por ciento del total de salidas, pero suyo fue el ataque al 40 por ciento de los objetivos estratégicos fijados. Y, a pesar de las sombrías predicciones, todos retornaron indemnes.

Durante los siguientes días del conflicto, la televisión destacó esta nueva forma de actividad bélica. Los misiles doblaban virtualmente las esquinas y penetraban por ventanas localizadas de antemano en los fortines donde se guarecían carros de combate y soldados iraquíes. La guerra aparecía en nuestras pantallas de televisión como la veían en los monitores electrónicos los pilotos y los soldados que la libraban.

El resultado fue una imagen muy aséptica de la contienda, una forma aparentemente incruenta de combate en palmario contraste con lo que había ofrecido la televisión durante la guerra de Vietnam, haciendo llegar a cada cuarto de estar de Norteamérica miembros desgajados, cráneos aplastados y bebés víctimas del napalm.

Pero en Irak, se desarrolló una guerra con armas de la segunda ola concebidas para lograr una destrucción masiva. Muy poco de esta contienda apareció en las pantallas de televisión de todo el mundo; la otra batalla se libró con armas de la tercer ola concebidas para lograr una precisión absoluta, una destrucción individualizada y un "daño colateral" mínimo. Esta fue la que se mostró.

Muchos de los sistemas bélicos claves empleados por Estados Unidos habían sido construidos, como vimos, para cumplir los requisitos definidos por el TRADOC de Starry en la década precedente. Pero la importante de este hombre, que se hallaba ya retirado cuando estalló la guerra, y la de Morelli, que llevaba muerto casi diez años, fue aun más evidente en el modo en que se emplearon tales armas. Por ejemplo y desde el comienzo, la guerra del Golfo Reflejó su pensamiento acerca de la "batalla en profundidad", la "interdicción" y la importancia de las armas inteligentes y de la información.

EL PUNTO ACCIDENTAL

Durante la Primera Guerra Mundial se enfrentaron millones de soldados en las fortificaciones excavadas en el suelo de Francia. Rebosantes de barro y de ratas y hediondas de la basura y la gangrena, estas trincheras lineales se extendían kilómetros y kilómetros por los campos, tras una maraña de alambradas.

A veces y durante meses, ejércitos enteros permanecían allí agazapados, temerosos de alzar la cabeza, por encima del nivel del terreno. Cuando se ordenaba un ataque, los soldados saltaban de sus trincheras y se enfrentaban con un huracán de fuego de artillería y de armas de menor calibre. Pero la mayor parte del tiempo se quedaron movilizados en aquellos lugares mientras las enfermedades y el tedio se extendían por sus filas.

Nadie tenía que preguntar dónde estaba el "frente". Y lo mismo sucedió casi ochenta años después con los soldados iraquíes en sus fortines del desierto. Excepto que el frente ya no era el sitio donde se desarrollaba la batalla principal. Tal como postulaba, precisamente la doctrina del Combate aeroterrestre, los aliados ahondaron la batalla en todas las dimensiones: distancia, altura y tiempo. El frente se hallaba entonces en la retaguardia, en los flancos y por encima. Con doce, veinticuatro y setenta y dos horas de antelación se planeaban las acciones, cronológicamente coreografiadas por así decirlo.

Se utilizaron ataques aéreos y terrestres de largo alcance para bloquear o impedir los movimientos de las fuerzas de apoyo del enemigo, exactamente como los Aliados lo hicieron en Alemania en previsión de un ataque soviético. La forma embrionario de contienda de la tercera ola que casi diez años antes nos esbozó morelli en la habitación de un hotel de Crystal City, cerca del Pentágono, ya no era una cuestión teórica. Cuando las imágenes de la guerra del Golfo aparecieron en las pantallas de televisión de todo el mundo, nos quedamos sin aliento al comprobar que lo que morelli y luego Starry nos habían revelado a comienzos d e los años ochenta comenzaba a desarrollar en la vida real de los noventa.

Destruir las instalaciones de mando del enemigo. Privarle de sus comunicaciones para impedir que la información fluya en uno y otro sentido por la cadena de mando. Asumir la iniciativa. Atacar en profundidad. Evitar que entren en acción los escalones de apoyo del adversario. Integrar las operaciones aéreas, terrestres y marítimas.

Sincronizar las operaciones combinadas.

Rehuir, el ataque frontal de los sectores oídos del enemigo. Y sobre todo saber lo que el adversario hace e impedir que conozca lo que estamos haciendo. Todo ello hacía pensar mucho en el Combate aeroterrestre y en sus sucesivas actualizaciones. Claro está que la guerra del Golfo fue en muchos aspectos más allá del Combate aeroterrestre. La fuerza aérea desempeñó, el papel principal en vez de su tradicional misión de apoyo. 'tan espectacular pareció este cambio que muchos llegaron a la conclusión de que la fuerza aérea había hecho realidad por fin las reivindicaciones de pioneros como el italiano Giulio douhet (1869-1930), el norteamericano Billy Mitchel (1879-1936) y el británico Hugh Trenchard (1873-1955).

Irak constituyo sin embargo, la primera explicación en gran escala de la doctrina actualizada del Combate aeroterrestre. Se ha dicho que al general Schwarzwof, el jefe. Supremo aliado, le desagrada el término de combate aeroterrestre. De ser así, resulta quizá comprensible. Porque Schwarzkopf actúo como un brillan intérprete. Pero en nada mengua su mérito el hecho de que Starry y Morelli fueran los autores que, una década antes, escribieron fuera de la escena el guión de la victoria de la coalición.

La doctrina militar prosigue cambiando los ejércitos en todo el mundo.

Pero si escuchamos atentamente, estén las palabras en chino o en italiano, en francés o en ruso, los temas centrales son los del Combate aeroterrestre y las operaciones aeroterrestres.

Cuando conocimos a Don Morelli, él ya comprendía que los cambios que se operaban en la economía y en la sociedad afectaban también a lo militar. El conocimiento, como hemos visto, se convertía en la clave de la producción de valor económico. Lo que Starry y Morelli hicieron, sin decirlo, expresamente, fue situar también el conocimiento en el centro de la actividad bélica.

Así la guerra de la tercera ola, como vimos en la del Golfo, compartió muchas de las características de la economía avanzada. Si comparamos los nuevos rasgos de la guerra con los de la nueva economía, el paralelismo es inconfundible.

LAS CRISIS Y GESTIÓN DE CRISIS

En una crisis existen siempre ciertas dificultades y/o peligros graves que exigen la adopción de decisiones y respuestas por parte de los responsables de la gestión de crisis y los funcionarios públicos. Las decisiones y las respuestas deberán hacerse en un espacio de tiempo limitado y, con bastante frecuencia, basadas en una información también limitada.

Por consiguiente, los funcionarios públicos y los responsables de la gestión de crisis tienen ante sí la responsabilidad de establecer sistemas y estructuras de gestión de crisis con miras a identificar, aislar y hacer frente a las emergencias antes de que éstas efectivamente ocurran. Al organizar equipos y crear sistemas, conviene también que los funcionarios públicos tengan en cuenta algunas de las "realidades de las crisis", a saber:

· Impacto multinacional. Todos los incidentes terroristas y otras crisis potenciales son actualmente de carácter multinacional, tienen la posibilidad de intensificarse hasta un nivel multinacional o bien pueden captar rápidamente la atención multinacional.

· Complejidad. La respuesta a un ataque terrorista u otra emergencia constituye una tarea sumamente compleja. No se limita sólo a responder a un incidente particular o una serie de sucesos, sino también a las preocupaciones, intereses y presiones de toda una serie de individuos y organizaciones.

· Aplicación a largo plazo. La aplicación efectiva de las técnicas de gestión de crisis no se limita a un solo suceso o serie de sucesos. Una emergencia, o una emergencia que se convierte en una crisis, podría tener un impacto a largo plazo sobre la economía, las relaciones exteriores, la reputación exterior, etc. de un país. Unos responsables competentes de la gestión de crisis tratan de hacer frente a las repercusiones tanto a corto como largo plazo de una emergencia específica.

· Consecuencias más amplias. La gestión eficaz de crisis consiste en una actividad polifacética y multidisciplinaria que comprende algo más que unas respuestas tácticas a los casos de emergencia. En la gestión eficaz de crisis el personal responsable tiene que tener en cuenta el impacto posible más amplio de los sucesos de emergencia.

Para resumir, la gestión eficaz de crisis comprende algo más que la concentración en los detalles del suceso; o sea, hay que considerar su "implicación global". Al organizar y crear equipos y sistemas de gestión de crisis, los funcionarios públicos deben considerar las ramificaciones más amplias y a largo plazo de una emergencia. De lo contrario, la emergencia se convertirá en una larga crisis.

FUNDAMENTOS DE LA GESTIÓN EFICAZ DE CRISIS

Los fundamentos de la gestión eficaz de crisis consisten en unos principios prácticos que puedan aplicarse antes, durante y después de cada tipo de emergencia, cuyo objetivo final sería, prevenir las emerrencias,_.así como hacer frente a ellas de forma eficaz para que las mismas no se conviertan en crisis. La gestión eficaz de crisis es algo más que puro reflejo y suerte. Aun cuando una crisis exige una respuesta defensiva de los funcionarios públicos, la gestión eficaz de crisis comprende también la adopción de medidas preventivas que les permitan coordinar y controlar las respuestas a una emergencia.

Asimismo, un personal competente de gestión de crisis actúa simultáneamente en "tres fases sincrónicas". A la vez que dirigen la emergencia, ellos evalúan las medidas que han adoptado, toman las medidas necesarias en el momento presente y prevén las medidas que tendrán que tomar después.

Hay un número de cosas que los responsables de la gestión de crisis deben hacer para ser eficaces, entre otras, las siguientes:

Afrontar la realidad

Un número impresionante de funcionarios públicos continúan sucumbiendo ante lo que los sociólogos y sicólogos llaman "el proceso de denegación". El terrorismo y otras emergencias se consideran erróneamente como algo propio de ciertas industrias o de ciertos países, o lo que es peor, como un problema ajeno. Es preciso que los funcionarios públicos se acostumbren a pensar de forma constante y sistemática sobre las cosas que podrían ir mal y van a ir mal. Cuanto antes reconozcan ellos que cualquier emergencia podría convertirse en una crisis de alcance multinacional que va a afectar a varios gobiernos y a millones de personas, tanto antes podrán ellos aprovechar las técnicas de gestión de crisis para prevenir, prepararse, responder y recuperarse en caso de emergencias y crisis.

Planificar y coordinar

La gestión eficaz de crisis exige una planificación y coordinación antes, durante y después de la ocurrencia de una-emergencia. La planificación, el trabajo- en equipo y la designación de responsabilidades constituyen tres de los componentes más importantes de un pro rama eficaz de gestión de crisis,

Reconocer los riesgos y las oportunidades

Una crisis comporta riesgos y oportunidades. Por ejemplo, después de un terremoto o una inundación, el responsable de la gestión de crisis podría afrontar la necesidad de nuevas viviendas en la zona devastada por el desastre. Un responsable competente de gestión de crisis podría reconocer la oportunidad al mismo tiempo que se recupere del suceso para sustituir viviendas deficientes por otras viviendas nuevas y mejores. El resultado sería que las personas que perdieron sus casas recibieran no sólo viviendas, sino mejores viviendas. Por consiguiente, un responsable competente de gestión de crisis reconocerá una oportunidad en una situación en que a primera vista todo parece ser sólo problemas.

Definir y responder

La definición de respuestas y su control es fundamental tanto para la planificación como para la gestión directa de una emergencia. Si bien resulta imposible definir todos los posibles riesgos y aspectos vulnerables, es preciso que los funcionarios públicos y el personal de la gestión de crisis definan el mayor número posible de_ ellos con anterioridad a la ocurrencia de una emergencia. Por consiguiente, deben determinar las normas de política y los procedimientos para la gestión eficaz de una emergencia antes de que ocurra. Cuando ésta ocurra, ellos deben definir de nuevo el problema basándose en las circunstancias reales y movilizar los individuos y sistemas mejor dotados para responder. Evidentemente, teniendo en cuenta las circunstancias evolutivas de una emergencia, los responsables de la gestión de crisis deben modificar sus métodos de respuesta en función de la evolución de las circunstancias.

Contener los daños

La contención de los daños, con frecuencia llamado control de daños, es un objetivo importante de la gestión directa de las crisis. En el caso de una emergencia, el móvil que impulsa a los funcionarios públicos y el personal de la gestión de crisis a tomar sus decisiones son sus deseos de reducir el impacto de la emergencia, salvar vidas y proteger propiedades y asegurar la continuidad del gobierno.

Por ejemplo, si un terrorista hace detonar una bomba en el terminal de un aeropuerto, los responsables de la gestión de crisis podrían limitar daños adicionales conteniendo un incendio que se haya producido o apartando al público de los escombros.

Ellos deben tratar de reducir los daños emocionales y de relaciones públicas mediante una respuesta rápida a la emergencia y una atención personal a las víctimas y sus familias, el personal del aeropuerto y el público general. La contención de daños consiste en afrontar y minimizar los efectos adversos de una emergancia, así como en aplicar medidas preactivas para controlar los acontecimientos y "combatir eficazmente una emergencia".

Resolver la situación

Una vez contenidos los daños, el paso siguiente consistirá en resolver con éxito la emergencia. La definición de éxito dependerá del tipo de emergencia de que se trate, pero una solución eficaz consiste normalmente en salir de una emergencia en una situación igual o mejor que cuando comenzó.

Utilizando otra vez el ejemplo del atentado de bomba del aeropuerto, una emergencia resuelta con éxito consistiría en la captura de los terroristas y el mejoramiento de las medidas de seguridad. El problema de los responsables de la gestión de crisis se plantea al determinar éstos cuándo efectivamente la emergencia ha terminado. Conviene recordar que los incidentes pueden haber terminado, pero sus consecuencias podrían continuar sintiéndose por algún tiempo.

Evitar la repetición

La primera tarea después de la ocurrencia de una emergencia consiste en evitar su repetición. Las emergencias causadas por el hombre pueden prevenirse frecuentemente mediante un análisis retrospectivo de la emergencia y el desarrollo de programas proactivos. La primera pregunta que debemos hacernos después de una emergencia es la siguiente: ¿Qué es lo que tenemos que hacer ._para que no ocurra otra vez?"

Otra tarea igualmente importante después de la emergencia consiste en evaluar los esfuerzos de respuesta a la emergencia y adoptar las medidas necesarias para mejorar las deficiencias o errores observados antes de que ocurra la próxima emergencia. Las medidas posteriores a la emergencia podrían ser, entre otras, la implantación de sistemas de alerta más eficaces o un mejor adiestramiento para los directores y el personal. Para resumir, es necesario tomar medidas para evitar la repetición.

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