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La enfermedad celíaca y la psiquiatría: Donde el cerebro y el estómago se reconcilian

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

    1. El trigo, la agricultura, y la Revolución Neolítica
    2. Del gluten a la disfunción inmune
    3. El modelo celíaco de los trastornos emocionales
    4. El factor cerebral
    5. El concepto de la "alergia cerebral" como elemento accesorio
    6. Anne
    7. Tom
    8. En resumen
    9. Bibliografía

    "Y tú toma para ti trigo, y cebada, y habas, y lentejas, y mijo, y avena, y ponlo en una vasija, y hazte pan de ello el número de los días que durmieres sobre tu lado: trescientos y noventa días comerás de él." Ezequiel 4:9

    "El pan nuestro de cada día…" quizás sea la oración más reconocida por quienes crecieran subordinados a la tradición Judeocristiana. Aunque, el pan, y sus alimentos relacionados, poseen una historia muy vetusta, muy arraigada y muy interesante — la que se reserva para los seres humanos quienes los consumieran habitualmente. Ya que existieron culturas donde el pan y la harina eran totalmente desconocidos hasta que éstos fueran introducidos por los colonizadores.

    Problema para muchos…

    En esta ponencia proponemos estudiar la enfermedad celíaca (EC), como ejemplo de una de las tantas condiciones que nos hacen reconocer la conexión funcional que existe entre el estómago y el cerebro. Ya que es hecho, funcional e incontrovertible, que el estómago y el cerebro — por medio de los neurotransmisores — se 'hablan' entre sí. (Véase, Gastroplastía y lobotomía: La conexión entre el estómago y el cerebro — La serotonina reexaminada en psikis.cl y en monografías.com).

    Los aztecas, los incas, los aborígenes norteamericanos y los australianos, los indios Caribe, los habitantes de Papúa y de Nueva Guinea, los habitantes de Amazonia, los residentes de las islas nauruanas y los aborígenes antiguos que vivieran en la Ushuaia de hoy, no sabrían lo que el pan fuera, porque lo desconocieran, hasta la llegada del conquistador.

    El pan nuestro de cada día no sería una plegaria muy extendida, como tampoco fuera una saludable — por lo menos, para aquéllos seres desafortunados, que no lo pueden tolerar — como ya veremos.

    El trigo, la agricultura, y la Revolución Neolítica

    Se denomina revolución neolítica a la primera transformación radical de la forma de vida de la humanidad, que pasa de ser nómada a sedentaria y, de economía depredadora (caza, pesca y de recolección) a productora (agricultura y ganadería).

    El término debe su acuño al australiano Vere Gordon Childe (1892-1957).

    La más importante, como revolución irrefutable, de todos los tiempos, su comienzo puede trazarse a unos 10,000 años en el Medio Oriente, cuando los seres humanos comenzaron a notar que nuevas plantas nacen de las semillas que caen al suelo — realización que diera nacimiento a la agricultura.

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    Antes de tal observación, nuestra especie había basado su dieta en frutas, tubérculos, semillas y, ocasionalmente, en la carne, cuya obtención, sería siempre difícil.

    Los miembros de nuestra especie tenían que desplazarse al lugar donde la comida se encontrara, estando a la merced de los eventos, haciendo la permanencia prolongada en cualquier sitio fijo, algo imposible.

    Pero todo cambiaría con el descubrimiento del "secreto" de las semillas. Muy pronto los hombres aprendieron a domesticar cosechas, finalmente cruzando diferentes tipos de plantas herbáceas para crear granos alimenticios básicos, como son el trigo, el centeno, y la cebada. Los cuales eran nutritivos, versátiles, fáciles de almacenar, y de mucho valor comercial.

    Por la primera vez la gente pudo abandonar su vida de nómadas y construir ciudades. No fue coincidencia que las primeras áreas agrarias fueran conocidas como las "cunas de la civilización".

    Pero, este progreso, como sucede con casi todo avance, vino a precios muy altos: Entre los precios a pagar estuvo la emergencia de una condición nueva, conocida como la enfermedad celíaca (EC). Que se desencadena cuando se ingiere una proteína del trigo llamada gluten, o comiendo proteínas similares que se encuentran en la cebada y el centeno.

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